Elecciones, política y libros: La sombra del caudillo, El Gesticulador y la colección La costumbre del poder.
Alguna vez un amigo canadiense, avecindado en los EE. UU. me preguntó: “¿Habrá un libro que hable de lo que es la política mexicana?” Menuda pregunta y una respuesta todavía más compleja. Recuerdo que le respondí que era importante no solo considerar comprender el tema en cuestión, sino la compleja configuración de la mentalidad mexicana. Le recomendé “El perfil del hombre y la cultura en México” de Samuel Ramos, un texto de 1926 que a casi 100 años de su primera publicación parece vigente, como si hubiese sido escrito hoy acerca de la agresividad del “peladito” mexicano, la auto denigración y la mirada a lo europeo como la única fuente de riqueza, entre otros temas. También le sugerí leer “El laberinto de la soledad” de Octavio Paz, publicado a la mitad del siglo XX, que sugiere la idea de que todos somos hijos de la Malinche, que cada día hay una fiesta en alguna parte del país y que gritamos un día para callar el resto del año.
Adicionalmente, se hace necesario entender la mentalidad política mexicana, producto de un mestizaje donde la democracia no cabía, pues, por un lado, la figura del huey tlatoani, ungido por los sacerdotes o místicos o bien los caciques de las comunidades más pequeñas determinaban lo que debía hacerse y lo que debía darse como tributo; por otro lado, bajo el estandarte del rey, el derecho divino pedía a sus súbitos, obediencia, lealtad y, claro, impuestos.
Las ideas ilustradas y la influencia de la Independencia de los EE. UU. y la Revolución Francesa dieron un golpe a las monarquías, primero intelectual, al resaltar el papel del hombre como ser libre e individual y luego material al disolver el poder despótico y constituirlo en una forma alternativa de gobierno, herencia del pasado intelectual del Mediterráneo: la democracia.
Para ello era necesario el tener acceso a esas ideas, a noticias de otros lares y quienes podían hacerlo vía los textos eran los clérigos. Así, la religión, pero sobre todo la filosofía y el ejercicio libre del juicio mediante la apropiación de ideas, inspiró una revuelta, sentimientos de emancipación y el sueño de un país.
Estas herencias, prehispánicas, coloniales e independentistas, pueden contrastarse con varios textos. El primero, La sombra del caudillo, obra de Martín Luis Guzmán, publicada en 1929. La revolución ha pasado y ahora el país se debate entre una democracia y un presidencialismo militarizado enfatizado por un líder carismático cuyo mayor valor es la omnipresencia. Todo opera en función del caudillo, lo que haría, lo que le gustaría o lo que censuraría. Una de las mejores frases del texto se lee cuando el autor refiere que en política mexicana el único verbo que cuenta es el madrugar.
Diez años después, en 1939, Rodolfo Usigli lanza El Gesticulador en forma de dramaturgia. Aquí la transformación, mentira o necesidad de ser alguien, lleva a un profesor universitario pobre a convertirse en un caudillo legendario retirado. La narración nos da una mirada externa donde un elemento externo provoca que el docente configure, actúe, personifique y gesticule ese héroe revolucionario inmortal gracias a su cátedra respaldada en documentos (quizá reales o ficticios) de la colección más grande de la revolución. Previo a unas elecciones locales, el desenlace da una lección más de política mexicana: el que se mueve no sale en la foto.
En 1975, parece que el tiempo no ha cambiado la mentalidad política mexicana. El cacicazgo prehispánico sigue, la obediencia filial se mantiene, la violencia sutil (económica, política e ideológica) ha reemplazado el asesinato directo. Ahora, se juega en un tablero de ajedrez y el escenario es un país entero, las piezas no solo son políticos o militares, sino familias. La intimidad, la política, se mete en la alcoba. En este año, el escritor Luis Spota publica Retrato hablado, el primero de una serie de libros que gratamente se reeditaron en 2017 por la Editorial Siglo XXI bajo el título La costumbre del poder. El personaje más prominente es un intelectual venido a ser secretario de estado que luego se encuentra en el centro del poder. Al escuchar esas que dichas por el presidente, siempre serán Palabras Mayores (segundo título de la colección). En Sobre la marcha (tercer título), el personaje se da cuenta de que una cosa es la política teórica y otra la práctica, y en especial la mexicana, rodeada de no políticos que se unen en torno a una figura central: el ganador. El primer día (cuarto título) le anticipa el futuro, cuando su carrera política aparentemente termine, solo que la verá en los ojos de su mentor. En El Rostro del Sueño (quinto título) se exacerban las fuerzas vivas de la política mexicana; el pretexto aquí es un elemento religioso y una lucha guerrillera. La política, la religión y los poderes fácticos no pueden separarse, sino que se necesitan mutuamente. Finalmente, en La víspera del trueno (sexto y último libro) los castillos en el aire se derrumban: un solo hombre no puede con país, un político, quizá, un sistema, tal vez, un elemento místico, probablemente. ¿Quién puede con un país como este? ¿Solo la política mexicana la podrá responder? La pregunta queda en el aire.