Regreso a casa
Mi nombre es Alan, originario de Veracruz, pero actualmente resido en la Ciudad de México debido a mis estudios. Mi lugar de residencia se encuentra en Tacubaya, cerca de la estación Observatorio del metro. Aunque se ha ganado la fama de ser una de las colonias más peligrosas de la ciudad, he encontrado mi rutina en este lugar.
Durante la semana, mis días suelen extenderse en la universidad hasta tarde, seguido por una visita a mi novia que vive en las cercanías. Por lo tanto, mi regreso a mi cuarto suele ser alrededor de las 10 de la noche. En esas horas, el metro que tomo de regreso se llama Juanacatlán, la antepenúltima estación de la Línea 1 del metro, reconocible por su color rosa. La falta de gente a esas horas puede resultar un tanto inquietante, y la frecuencia del metro disminuye, haciendo que la espera sea más larga de lo habitual.
Una vez dentro del vagón, las luces suelen fallar y apagarse con frecuencia, y el metro a veces se detiene inesperadamente. A pesar de estos contratiempos, puedo decir que esta parte del viaje tiene su propia belleza. Después de pasar por Juanacatlán, llego a la última estación, Observatorio. Siempre está llena de gente debido a los puestos que se encuentran afuera de la estación. Como parte de mi rutina, suelo comprar una bolsa de platanitos y disfrutarla mientras continúa mi viaje.
Sin embargo, la verdadera dificultad llega cuando tengo que hacer la “bajada”. Después de salir del pequeño tianguis, tengo que cruzar una avenida que desciende como si fuera una colina. En este lugar, la civilización parece desvanecerse nuevamente. Recuerdo un día en el que estuve a punto de ser asaltado en esta área, pero gracias a mi experiencia en situaciones similares, opté por tomar un camino diferente para evitar el incidente. A pesar de ello, el asaltante notó mi cambio de dirección y comenzó a seguirme de nuevo. Rápidamente, regresé a los puestos para mezclarme entre la multitud, luego empecé a correr y, gracias a ello, logré despistar al asaltante y seguir mi camino.
Continuando con mi recorrido, después de atravesar esa bajada, paso por algunas calles que son un tanto oscuras, siempre manteniendo la precaución. Finalmente, llego casi a mi destino. Durante este último tramo, a veces me cruzo con un traficante que siempre me “ofrece” sus productos, pero siempre trato de ser amable al rechazar su oferta.
A pesar de que estos tramos solían ser difíciles para mí, ya que soy de otro lugar, he aprendido a considerarlos como parte de la vida cotidiana en esta ciudad.
Agradecimiento especial a Alan San Román por compartir estas experiencias.