Era una tarde tranquila, de esas que parecen hechas para no hacer nada. Me senté en el sofá de la sala, listo para disfrutar de una maratón de series en la tele. La luz del sol entraba suavemente por la ventana que estaba justo encima del televisor, iluminando el cuarto. El día no tenía nada de extraordinario
Estaba tan concentrado en la pantalla que casi no noté la pequeña mancha de luz verde que apareció en el borde de mi visión. Al principio, pensé que era un reflejo en la pantalla, algo sin importancia. Pero la luz no se movía con el sol, y no parecía estar reflejada desde ninguna parte. Levanté la vista, y allí estaba: una brillante luz verde, flotando en el cielo.
Me acerqué a la ventana y pasaron por mi mente muchas preguntas ¿Qué será lo que estoy viendo? ¿Un dron? ¿Un helicóptero? Nada encajaba. La luz no parpadeaba, no emitía ningún sonido, y lo más extraño de todo era que no se movía como lo haría cualquier cosa que conociera. Simplemente flotaba allí, casi como si estuviera observando.
Era pleno día, y el cielo estaba despejado, lo que hacía que esa luz verde fuera aún más surrealista. Por un momento, pensé en tomar una foto. Pero, sin previo aviso, la luz se movió rápidamente hacia la izquierda adentrándose en medio de los cerros.
Me quedé allí, mirando fijamente el lugar donde la luz había estado, tratando de entender lo que acababa de presenciar. ¿Acaso había visto un ovni? Nunca había pensado mucho en esas cosas, pero lo que vi no tenía explicación.
Esa tarde, la serie que estaba viendo quedó olvidada, y pasé el resto del día pensando en esa luz verde. No podía quitarme de la cabeza lo extraño que había sido, lo fuera de lo común. Desde entonces, cada vez que me siento en la sala, no puedo evitar mirar hacia la ventana, preguntándome si esa luz volverá. Y, aunque lo intento, no puedo evitar sentir una mezcla de fascinación y temor, porque lo que vi esa tarde cambió mi manera de ver el cielo para siempre.
Un agradecimiento especial a Alan San Román por esta gran historia