Era mi primera vez en la Riviera Maya, y estaba emocionado por todas las actividades que me esperaban. Había oído hablar de las impresionantes ruinas mayas, las playas de arena blanca y las aguas cristalinas del Caribe, pero lo que más esperaba era la oportunidad de nadar con delfines. Desde niña, siempre había soñado con tener un encuentro cercano con estos fascinantes animales.
Reservé una excursión en un parque ecológico conocido por sus programas de interacción con la vida marina. Al llegar, fui recibido por un guía que me explicó las reglas y el comportamiento que debíamos seguir para respetar a los delfines. Después de una breve charla informativa, nos dirigimos a una laguna donde se encontraban los delfines. Al entrar al agua vi a un delfín acercarse, su piel gris y lisa brillando bajo el sol. Su nombre era Luna, y parecía tan curiosa como yo. Extendí mi mano y ella la rozó suavemente con su aleta. El entrenador nos mostró cómo darles señales para que realizaran saltos y giros, y cada vez que lo hacían, no podía evitar sonreír de oreja a oreja. Luego llegó el momento que había estado esperando: nadar con Luna.
Nos alineamos en el agua, y Luna se colocó frente a mí. Me indicaron que extendiera mis brazos y, en un instante, ella nadó rápidamente hacia mí, permitiéndome sostenerme de su aleta dorsal. Juntos, atravesamos la laguna, el agua salpicando alrededor de nosotros mientras avanzábamos. Sentí una conexión increíble con Luna, como si estuviera compartiendo su mundo conmigo, aunque fuera solo por unos minutos. Después de nadar, tuvimos un momento para acariciar y jugar con los delfines. Luna se acercó a mí una vez más, y esta vez, me dio un suave empujón en la mejilla, como si estuviera dando un beso. Fue un gesto pequeño, pero lleno de significado, y me sentí increíblemente afortunado de haber vivido esa experiencia.
Al final del día, mientras me secaba al sol y miraba la laguna, reflexioné sobre lo afortunado que era de haber tenido esa oportunidad. Nadar con delfines en la Riviera Maya fue más que una actividad turística; fue un encuentro que me recordó la belleza y la inteligencia de estos maravillosos animales.
Un agradecimiento especial a Guadalupe García por esta gran historia.