La resistencia a la vacunación y los movimientos antivacunas no son lo mismo exactamente. Ya que, el doctor José Ramón Orrantia Cavazos, en su estancia postdoctoral del Programa Universitario de Bioética de la UNAM, realizó una serie de investigaciones de la posverdad para abordar el problema de los grupos antivacunas.
La UNAM dice que la resistencia a la vacunación surge cuando alguna o varias personas tienen dudas de la misma, y la evitan. Sin embargo, los movimientos antivacunas se trata de grupos organizados que tienen una oposición abierta a la vacunación en general. Son organizaciones más estructuradas que tienden a creer teorías conspirativas, y difunden información falsa, mezclando sus argumentos con posturas políticas.
Estos dos tipos de rechazo a las vacunas, han estado presentes en el mundo, desde que Edward James desarrolló la primera vacuna.
Antes la resistencia ocurría principalmente en la clase trabajadora, y se pensaba que sus argumentos eran por falta de información científica, no obstante, durante los últimos años se ha podido observar que de igual forma se presenta en las clases medias que cuentan con estudios, lo que ha llamado la atención de los especialistas.
Puede que en esos casos existe un problema de evaluación de costo-beneficio porque aunque las vacunas son altamente eficaces y seguras, se da por hecho que ninguna es 100% segura.
Motivos antivacunas.
Las personas opinan que los motivos para no vacunarse es que, la inmunidad natural es mejor que las vacunas, incluso consideran que es preferible el recurrir a productos naturales para que su sistema inmune esté fortalecido. Además, existe la creencia de que causan daño, y los padres no quieren aplicarle a sus hijos todas las vacunas recomendadas y prefieren aplicarlas a lo largo del tiempo.
Sin embargo, parte de la resistencia a la vacunación se relaciona con creencias religiosas y con concepciones de la propiedad del cuerpo y de los hijos, y del límite que tiene el Estado sobre los mismos.
Por otra parte, en México, acorde a una investigación llevada a cabo por el doctor Orrantia Cavazos, la resistencia a la vacunación se originó como una oposición a los poderes autoritarios del gobierno de Porfirio Díaz y de Plutarco Elías Calles. El vacunarse generaba resistencia por el hecho de ser obligatoria. Fue así que, tras el gobierno de Calles, los movimientos antivacunas se unieron al boicot del gobierno de este presidente por las leyes que limitaban los privilegios de la iglesia.
COVID 19, y movimientos antivacunas.
Una pandemia logró que el miedo por las vacunas se intensificara, y las teorías conspirativas aumentaran. Hubo movimientos que creían que la pandemia fue una situación planeada o natural, pero los gobiernos aprovecharon para desarrollar una vacuna para controlar a la humanidad enfermándola.
Por ejemplo, en Estados Unidos, un poco más del 40% de la población afro no quería vacunarse porque tenían desconfianza hacia el personal sanitario y por la experiencia del racismo médico, tal como aconteció en el estudio Tuskegee sobre sífilis no tratada en varones de color.
Por otra parte, dentro de las “fiestas covid”, lo que querían era provocar un contagio acelerado para así contraer inmunidad natural y después la inmunidad de rebaño. Su idea era lograr una inmunidad colectiva, pero no había sentido alguno, ya que, con el paso del tiempo, se supo que se podía contagiar más de una vez. No obstante, de las cosas que generó un gran rechazo en las personas, fue que la vacuna se desarrolló en tiempo récord.
Sin embargo, pese a ello, con el paso del tiempo, los movimientos antivacunas retrocedieron dado al COVID-19 porque las personas al estar asustadas por la pandemia cambiaron su postura y aceptaron un poco las vacunas.
Erradicación de movimientos antivacunas.
Los movimientos antivacunas como grupos organizados sí pueden causar daño a la sociedad, porque contribuyen a que haya brotes de enfermedades que se pensaba que habían sido eliminadas, tal como sarampión y poliomielitis.
Es por ello que hay que planear estrategias de vacunación, y asegurarse de que se conduce a los principios bioéticos de autonomía, consentimiento informado, transparencia y acceso a los datos sobre la seguridad y eficacia de las vacunas. Todo esto pone en manifiesto la importancia de los estudios bioéticos sobre vacunación para así tomar buenas decisiones y hacer una crítica bien informada a las políticas de salud pública.