El origen de esta fiesta proviene de una hermosa e increíble historia que data de la época del Imperio Romano, señalando como protagonista a Valentín de Terni, Italia, un sacerdote católico. La celebración es de origen anglosajón y comenzó a cobrar notoriedad a partir del siglo XIV, tomando como nombre, Día de los Enamorados o Día del Amor y la Amistad.
San Valentín nació en Terni, unos 100 km al norte de Roma, Italia, cerca del año 175 d.C., fue ordenado por San Felicio de Foligno y consagrado Obispo de Interamna por el Papa Víctor I, en el año 197. Famoso por su evangelización, milagros y curaciones, este sacerdote ejerció en Roma durante el siglo III bajo el gobierno del emperador Claudio II quien prohibía la celebración de matrimonios entre los jóvenes. El gobernante decía que: “Los solteros sin familia son mejores soldados, ya que no tienen ataduras.”
Valentín consideró que el decreto era injusto y desafió al emperador celebrando en secreto matrimonios para jóvenes enamorados. El emperador Claudio se enteró y como el sacerdote gozaba de un gran prestigio en Roma, lo llamó al Palacio. El soberano, que estaba interesado en granjearse la amistad y la colaboración del inteligente sacerdote cristiano, escuchó con agrado sus razones. Por eso intentó disuadirle del que él creía exagerado fanatismo; a lo que replicó Valentín evangélicamente: «Si conocierais, Señor, el don de Dios, y quién es Aquel a quien yo adoro, os tendríais por feliz en reconocer a tan soberano dueño, y adjurando del culto de los falsos dioses adoraríais conmigo al solo Dios verdadero». Asistieron a la entrevista, un letrado del emperador y Calfurnio, prefecto de la ciudad, quienes protestaron enérgicamente de las atrevidas palabras dirigidas contra los dioses romanos, calificándolas de blasfemas. Temeroso Claudio II de que el prefecto levantara al pueblo y se produjeran tumultos, ordenó que Valentín fuese juzgado con arreglo a las leyes.
Interrogado por Asterio, teniente del prefecto, Valentín continuó haciendo profesión de su fe, afirmando que es Jesucristo «la única luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo». Entonces el juez, que tenía una hija ciega, al oír estas palabras, pretendiendo confundirle, le desafió: «Pues si es cierto que Cristo es la luz verdadera, te ofrezco ocasión de que pruebes; devuelve en su nombre la luz a los ojos de mi hija, que desde hace dos años están sumidos en las tinieblas, y entonces yo seré también cristiano».
Valentín hizo llamar a la señorita a su presencia, y elevando a Dios su corazón lleno de fe, hizo sobre sus ojos la señal de la cruz, exclamando: «Tú que eres, Señor, la luz verdadera, no se la niegues a esta tu sierva». Al pronunciar estas palabras, la muchacha recobró milagrosamente la vista. Asterio y su esposa, conmovidos, se arrojaron a los pies del Santo, pidiéndole el bautismo, que recibieron, juntamente con todos los suyos, después de instruidos en la fe católica.
El emperador se admiró del prodigio realizado y de la conversión obrada en la familia de Asterio, y aunque deseara salvar la muerte al presbítero romano, tuvo miedo de aparecer, ante el pueblo, sospechoso de cristianismo. Y Valentín, después de ser encarcelado, cargado de cadenas, y apaleado con varas nudosas hasta quebrantarle los huesos, uniéndose íntima y definitivamente con Cristo, a través de la tortura de su degollación.
San Valentín fue martirizado en la vía Flamina el 14 de febrero en el año 270, en los inicios de la primavera, cuando en la naturaleza se anticipa el júbilo expectativo de la fecundidad y de la pujanza. Lo mataron de noche y en secreto para evitar la reacción del pueblo de Terni, donde era muy amado, como agradecimiento, Julia plantó un almendro de flores rosadas junto a su tumba y a partir de entonces el almendro por ser un árbol de hojas perennes ha pasado a ser símbolo de amor y amistad duraderos por siempre.
En los siglos antiguos y medievales, empiezan a venir a Roma numerosos peregrinos, entrando por la puerta Flaminia, que se llamó Puerta de San Valentín, porque allí, en recuerdo de su martirio, el Papa Julio I, en el siglo III, mandó construir en su honor una basílica donde descansan sus restos mortales, actualmente es conocida como Basílica de San Valentín, situada en su natal ciudad de Terni, Italia, cada 14 de febrero dicho templo celebra una hermosa ceremonia donde las parejas presentes realizan un acto de compromiso un año antes de contraer matrimonio.
Esos romeros coincidían con los días del aniversario del Santo; y de retorno a sus países, se llevarían de él o de su templo alguna reliquia o memoria. Ahora bien: no es cosa rara en la primitiva Iglesia el empeño de cristianizar fiestas o costumbres de matiz pagano, y en primavera no faltaban en la Roma gentílica festejos dedicados al Amor y a sus divinidades. Fácilmente, se inclinaría a los fieles a invocar a san Valentín –Mártir primaveral- como protector del amor honesto. La invocación brotaría en Roma y sería transportada por los romeros a sus tierras y naciones, principalmente por los que cruzaban la puerta Flaminia, norte arriba de Europa.
En el año 496 d. C el Papa Gelasio escogió la fecha del 14 de febrero para honrar a Valentín.
Cabe preguntarnos ¿Cuántos de nosotros estamos dispuestos a ver nuestro matrimonio como una vocación, como una oportunidad de poner ese llamado al servicio del Señor? San Valentín antepuso su misión a su vida y la ofreció por la validación del sacramento del amor. Hagamos un alto este día para elevar una oración por nuestros matrimonios y pidamos a Dios por el renacer de este sacramento en el mundo.
En Alemania, Francia, Bélgica, Inglaterra y especialmente en América, el 14 de febrero, también está considerado como “día de los enamorados”, en que estos se hacen promesas, felicitaciones y regalos, cuya tradición obedece al derramamiento de la sangre del mártir del Verdadero Amor entre los enamorados; San Valentín que por cuyos méritos realizados en su vida terrena, por el valor del sacramento del matrimonio sigue intercediendo ante Dios por los enamorados, para que realmente encarnen la experiencia de enamorarse en el Verdadero Amor que emana de Dios y que al consumarse el matrimonio con la unión conyugal engendre hijos procreados en el Amor, hijos deseados, hijos queridos, hijos amados, hijos concebidos en el Amor y la Verdad, hijos con Seguridad, hijos sanos y fuertes que poco a poco se convertirán en adultos de bien y de Servicios para la humanidad entera, ya que los hijos que son concebidos en el Amor, dan Amor a los demás y son personas felices que despiden fragancias de Amor y amistad a cuantos le rodean.
San Valentín es una ciertísima lección de vida cristiana, llevada hasta el heroísmo, hasta la más plena identificación con Cristo, puesto que entregó su vida en el martirio, siendo testigo del verdadero amor en los enamorados novios y esposos, el árbol maravilloso del Cristianismo necesita siempre del riego fertilizante de la sangre de los mártires. Árbol que brotó de las ondas de un manantial divino en la cima del Calvario, sus primeros brotes adquirieron vigor y frescura en las rojas oleadas que alzaron las persecuciones de los primeros cristianos en los primeros siglos de la Iglesia naciente. En sus tiempos primitivos, como en el siglo XXI, en que vivimos, el cristianismo sigue vigorizándose con la sangre de sus héroes mártires. Nunca han faltado, ni jamás faltarán en la Iglesia de Cristo estos testigos de fe, que llegan hasta la generosa entrega de la vida como en este caso tratándose de San Valentín que antepuso su misión a su vida y la ofreció por la validación del sacramento del Amor, Sacramento de los enamorados, Sacramento del matrimonio, sacramento que forma familias (células de la sociedad), sacramento que forma hogares, sacramento que da el poder de cocrear hijos en unidad con Dios, sacramento de donde provenimos todo el género humano.
En las catacumbas y en casas de cristianos, no sumarían cantidad exigua los que habían sido asistidos por su presencia presbiteral al unirse, por el santo sacramento que los hizo esposos. Es natural que, después de su martirio, se le adjudicase la advocación de Patrón de los hogares y del amor conyugal.
Rogando al excelso presbítero mártir San Valentín de Terni, que alcance del señor, a la juventud cristiana que al matrimonio camina, el don del Amor puro, santificador de la vida familiar.
¡Dios les bendiga con el regalo mágico de enamorarse de su novio o novia en el Verdadero Amor que emana de Dios!, y sean felices por siempre…
Bibliografía
Cf. https://es.catholic.net/op/articulos/61229/cat/1140/san-valentin-una-verdadera-historia-de-amor.html#modal
Cf. http://es.catholic.net/op/articulos/34744/santoralSindicado.html#modal