Mazatlán, así como en casi todo México, tiene historias relacionadas con casas, mansiones o edificios que, en su momento, vieron momentos muy oscuros, momentos que quedan inmortalizados en el boca en boca de todos aquellos quienes tuvieron la dicha, o desgracia, de entrar a estos lugares con vibras muy oscuras en sus paredes.
La más conocida por la gente del puerto de Mazatlán es la llamada Mansión Erickson, una enorme mansión que, lamentablemente, fue derrumbada hace ya muchos años, pero con una historia que ha logrado prevalecer en la memoria del puerto.
Todo comienza por los años 70 con un millonario transgénero llamado Reed Erickson, éste, originalmente nacido mujer con el nombre de Rita, obtuvo su fortuna de una herencia familiar.
Es conocido en Estados Unidos como una figura icónica de la comunidad LGBT pues a través de Erickson Educational Foundation (EEF), una fundación creada y financiada por él, dio apoyo a organizaciones de la propia comunidad LGBTQ. Pero esto no se queda así, también apoyó y financió la investigación sobre las actividades de la Nueva Era como la acupuntura, la homeopatía, la comunicación de los delfines y los estados alterados de conciencia.
Con el paso del tiempo Erickson calló en el consumo de drogas y fue arrestado tres veces por posesión de éstas, por lo que decidió mudarse a México donde se casó con su tercera esposa.
Estando ya en Mazatlán, Erickson era dueño de una llamativa mansión en el fraccionamiento El Dorado, a la cual llamaba El palacio del amor y la alegría, donde todo tipo de personas era bienvenida.
En aquellos tiempos mi abuela trabajaba en un centro de copiado, ella se encargaba de atender a los clientes entregándoles sus pedidos. Un día un varón llega al local pidiendo un sobre con fotografías que había traído a revelar. Cuando mi abuela se dispuso de abrir el sobre para mostrarle al cliente que todas las fotografías estaban en buen estado se llevó una sorpresa al ver que en las imágenes se podían apreciar un grupo de personas adultas desnudas tomadas de las manos alrededor de una piscina, el hombre no hizo ningún comentario y mi abuela sólo trató de olvidar lo que había visto.
También se cuenta que Erickson tenía un grupo de fieles seguidores, personas de la alta sociedad. Después de la desaparición de Erickson (aunque se cuenta que murió por sobredosis y en Mazatlán se cuenta que fue capturado por la policía) muchos de los “seguidores” de Erickson comenzaron a entrar a la casa ya abandonada para llevar a cabo rituales en memoria de Erickson
Cuando mi madre se encontraba estudiando la carrera comercial, fue a una excursión donde entrarían a la mansión ya abandonada y desamueblada. Ella contó que la mansión ya estaba en muy mal estado. Muchas de sus paredes ya estaban derrumbadas. Una de las cosas que ella recuerda es haber visto una jaula, donde R. Erickson metía a su peculiar mascota: un leopardo de nombre Henry. También me contó que a un lado de la jaula había unas escaleras de caracol que llevaban a un cuarto, a ese cuarto le llamaban el cuarto verde, se dice que desde ahí Erickson alimentaba a su mascota con los restos de las víctimas.
En el “cuarto verde” había una pared que daba a la puerta, esta era de color verde y se notaba la pintura muy corrida, como si le hubiera caído constantemente agua, de un lado había una pintura, se cuenta fue hecha por el mismo Erickson y era una pintura tétrica donde se podía apreciar a un grupo de personas, como asimilando un estadio, lo curioso es que entre las personas también se encontraban figuras alienígenas, como los conocidos grises.
Había muchas habitaciones, algunas fuera de la mansión y otras por dentro. En las habitaciones en las que se decía estaban los niños, había pinturas igualmente hechas por Erickson. Entre algunas de las que mi madre y los otros testigos recuerdan; eran pinturas donde se podía ver al clásico personaje Mickey Mouse dibujado a un estilo muy infantil con cuchillos degollando a su compañera Minie Mouse, en otra pintura se veía un autobús escolar lleno de niños llorando y otros sangrando. En algunas de las paredes de los cuartos aún había manchas enormes de sangre.
Se cuenta que los cuartos tenían una clase de sistema de ductos por donde posiblemente corría la sangre derramada. En los cuartos que se creían destinados a los bebés había lavamanos en forma como de concha, se cree que ahí sacrificaban a los menores.
En el extranjero no se sabe nada de esta historia sobre su alabado Reed Erickson, pero aquí en el puerto aún hay testigos con vida.
Hasta la fecha hay personas que relatan escuchar voces de niños y jóvenes suplicando piedad por las noches en las calles de El Dorado.
Hoy en día, la llamada Mansión Erickson forma parte del colectivo de leyendas del puerto de Mazatlán, como una de las historias más sangrientas y oscuras del puerto. Una que, quizá con los años, ha ido cambiando y deformándose gracias al boca en boca de aquellos que recuerdan haber estado en dicha casa, pues mucha de la información sobre lo ocurrido en dicha mansión se mantiene oculto del público. Quedando todo en un “recuerdo colectivo” de la misma comunidad mazatleca.
Fuentes:
Investigación y redacción realizada por Juan R. González.
El Debate Mazatlán.