Inteligencia artificial. ¿Qué esperar?
La inteligencia artificial siempre ha existido. Solo tenemos que echar un vistazo a la historia de la humanidad para saber que esto es cierto.
En el imaginario común, existe una vaga referencia de cómo el hombre empezó a utilizar objetos que le permitieron mantenerse vivo en el mundo. Podemos enumerar miles de ellos: una flecha, un arco, una piel de animal, un cincel, un martillo, la rueda, la pluma fuente, la máquina de escribir, el avión, el satélite, entre otros. Cada uno representa la extensión del ser humano hacia el infinito. Esta percepción antropomórfica puede validarse al entender el uso de cada objeto. La flecha, el arco, un cincel o martillo son extensión de sus brazos, de su fuerza; la flecha es una extremidad extendida para alcanzar un objeto a distancia; el arco da impulso (así como lo da el brazo), el martillo y cincel maximizan la fuerza de un golpe. La pluma fuente es una prolongación del cerebro, del corazón, de la boca; así lo es la máquina de escribir. El avión refiere a las piernas de la humanidad, que le permiten alcanzar mayores distancias. El satélite es una gran voz que desde el universo hace resonar los mensajes intangibles y solo inteligibles por otros seres humanos.
En la actualidad, la inteligencia artificial se enfoca en la creación, en el pensamiento, en un cúmulo de casos por orden de repetición se convierten en ley; por ejemplo, cómo sabemos qué será aquello que se puede vender en una zona geográfica determinada: mediante análisis estadísticos de las palabras clave usadas en un buscador en línea. ¿No es así como se construye una aparente verdad, cuando es aceptada por la gran mayoría?
El ser humano actual tiene miedo de la inteligencia artificial porque esta le confronta con lo que no puede aceptar: su imperfección y su mortalidad. La imperfección de la impredecibilidad, de la espontaneidad, de la falta de lógica, de algunas conductas, pensamientos o palabras que van en contra de su naturaleza o bien que pueden generar daño en otros seres vivos.
La inteligencia artificial utiliza la lógica, una lógica creada a base de pensamientos humanos; así, esta diría que usted no debe emprender un negocio por corazonada que tenga, que le quedan solamente tres meses de vida por su enfermedad o que no habría sentido en tener esperanza de ganar más, pues, las tendencias indicarían que un individuo con cierta preparación o carencia de ella tendría un salario fijo promedio, invariable en los últimos 20 años. El ser humano no está preparado para la verdad absoluta, pues quiere creer en algo que es distinto a la lógica.
En el filme 2001, Odisea del espacio (1968) de Stanley Kubrick, una computadora se rehúsa a seguir instrucciones de un ser humano por considerarlo un peligro para sí mismo, alguien inútil, frágil. En otra película, Yo robot (2004) de Alex Proyas, un humanoide salva la vida de un policía basado en un cálculo de probabilidades, al verse este y una niña en un accidente el primero tiene mayores probabilidades de sobrevivir. En el cuento corto Marionetas S. A. (1949) de Ray Bradbury, un hombre que se queda de su monótona vida es fácilmente remplazado por su doble exacto que es un robot y que, como principal característica, posee un deleite por lo que esa “vida monótona” le presenta.
El problema no es la inteligencia artificial, sino la poca inteligencia humana que quiere mantenerse en el hedonismo, la indiferencia y el egoísmo posmoderno, en donde la experiencia individual, aunque sea virtual, vale más que la conversación cara a cara con otro ser humano que nos obliga a poner atención, a reaccionar, a escuchar atentamente, a estar de acuerdo o en desacuerdo, a sufrir y a pensar. Esto, el ser humano no lo quiere hacer, por ello, la inteligencia artificial tendrá un auge inversamente proporcional a la pérdida de humanidad de todos en este orbe.