4. ANÉCDOTAS DE UN VECINO

La visión 

Hace unos años conocí a un chico que estudió con mi hermana mayor tercero de primaria, posteriormente pasó por mi “sándwich” (hermana de en medio), luego conmigo, y al final con mi hermano menor, ya que reprobaba los grados de la escuela frecuentemente, lo cual es importante mencionar para conectar un poco con “Beto” (así lo llamábamos). Pero bueno, volvamos a la anécdota.

Había una fiesta de posada navideña de la preparatoria, a la que un compañero de clase invitó a Beto. Pasamos el rato divirtiéndonos y al final de la noche, nos quedamos unos cuantos y Beto. De un momento a otro comenzamos a platicar anécdotas, y aquí es en donde empieza la sorprendente historia que Beto nos contó aquel día:

La semana pasada fui a acampar a la playa, me quedé solo en una pequeña casa de campaña para ver las estrellas, dicen que son más hermosas cuando se aprecian cerca del mar, “pero amigos, eso no es lo increíble”, aseguró Beto. Me desperté en la madrugada con algo de hambre, así que me serví un poco de cereal que llevaba en mi nevera. De repente, me sorprendió una luz muy fuerte. Salí de mi casa de campaña, cubriéndome los ojos por lo cegador de ese brillo tan extraño. Al abrirlos, pude apreciar que esa luz provenía de un disco enorme; inesperadamente, salió de él una escalera que bajaba, y en ella, un alienígena, el cual al bajar se acercó a mí y me pidió de mi cereal. Me quedé inmóvil. El alienígena solo hizo un reconocimiento con un pequeño artefacto que tenía en la mano para finalmente regresar a su nave. Me quedé paralizado un buen rato y cuando al fin reaccioné, inmediatamente regresé a casa. No pude dormir en varios días.

Beto terminó su relato y todos morimos de risa llamándolo “loco” o preguntándole cómo se le ocurrían tales historias para contar, siempre ese tipo de relatos, en fin, la velada transcurrió sin más detalle.

Han pasado más de 20 años de aquel suceso, ahora todos somos adultos, algunos con familia y otros “chavorrucos”, sin embargo, hoy me pregunto qué habrá sido de Beto, cuestionándome qué es más terrorífico, si el hecho de que su relato fuera real o el haber pasado por alto tanto tiempo que convivimos con una persona padeciente de problemas psicológicos sin ser atendido. Aún me queda la incógnita.

Un agradecimiento especial a Ericka Solís por contar esta gran historia.

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