Aún recuerdo claramente un evento de cuando tenía unos 15 años, en pleno verano. Con el calor sofocante, mi mamá decidió cortarme el cabello en casa, como lo había hecho muchas veces antes. Siempre había confiado en sus habilidades, pero esta vez las cosas no salieron como esperábamos. Mientras me cortaba el cabello, nos reíamos juntas de lo gracioso que era que le tuviera tanta confianza en algo tan delicado.
Unos meses después, mi cabello había crecido lo suficiente como para volverse insoportablemente caliente, especialmente viviendo en Mérida, Yucatán, donde la sensación térmica en verano fácilmente alcanza los 35 o 40 grados. Sin pensarlo dos veces, mi mamá y yo decidimos ir a la estética. Al llegar, me senté en la silla mientras mi mamá observaba desde atrás. La estilista comenzó a revisar mi cabello, y de repente, con una expresión seria y un tanto sorprendida, me preguntó: “¿Quién te cortó el cabello la última vez? No está bien hecho, cariño. Es importante ir con alguien que sepa lo que hace.”
En ese momento, no pude evitar mirar a mi mamá a través del espejo, tratando de contener la risa. Sin saber cómo salir del aprieto, le respondí a la estilista: “Me lo cortó una amiga.” La estilista negó con la cabeza y continuó con su trabajo, dándome consejos sobre cómo elegir a la persona adecuada para cortarme el cabello. Mientras tanto, mi mamá permanecía en silencio, pero sabía que estaba aguantando la risa con todas sus fuerzas.
Cuando finalmente terminamos y salimos de la estética, estallamos en carcajadas. Caminábamos de regreso a casa, y mi mamá, entre risas, me dijo: “Así que ahora soy tu amiga, ¿eh?” Me puse roja de la vergüenza, pero no podía dejar de reírme. Todo el episodio había sido tan absurdo y divertido que se convirtió en uno de esos momentos inolvidables que compartimos.
Hoy en día, esa anécdota es una de nuestras favoritas. La contamos una y otra vez, y siempre nos hace reír como si fuera la primera vez. Esos pequeños momentos de complicidad y tontería son los que hacen que nuestra relación sea tan especial. Al final del día, son esos recuerdos llenos de risas con mi mamá los que más valoro.
Un agradecimiento especial a Rocío Granada por compartir esta entrañable historia.