Era un sábado por la tarde, y mis amigos y yo habíamos decidido ir a dar un paseo por Paseo de la Reforma. El clima era perfecto: cielo despejado y una brisa ligera que hacía más agradable el caminar por una de las avenidas más emblemáticas de la ciudad. No teníamos ningún plan en particular, solo queríamos disfrutar del día, quizá detenernos en algún café o explorar las tiendas cercanas.
A medida que avanzábamos, notamos que la cantidad de gente a nuestro alrededor empezaba a aumentar. Al principio, no le dimos mucha importancia; Reforma siempre está llena de turistas, locales, y familias disfrutando de su fin de semana. Pero pronto, nos dimos cuenta de que el ambiente era diferente. Había un murmullo constante que provenía de más adelante, un sonido que poco a poco se convirtió en gritos y cánticos. Cuando llegamos a una intersección, lo vimos: una marcha masiva se estaba desplazando por la avenida. Personas con pancartas, banderas, y megáfonos llenaban la calle de lado a lado, marchando con determinación. Y sin darnos cuenta, nos encontramos atrapados en la marea humana. Intentamos retroceder, pero la multitud nos rodeó por completo, empujándonos hacia adelante. Nos miramos entre nosotros, un poco confundidos y de alguna forma nos causó algo de gracia el cómo fuimos a parar a un lugar así. Las personas a nuestro alrededor parecían no notar nuestra presencia, o si lo hacían, simplemente nos consideraban parte del grupo. Mis amigos y yo decidimos seguir avanzando con la multitud, ya que no había manera fácil de salir, y además, la marcha tenía un ritmo propio que nos arrastraba.
Mientras caminábamos, empezamos a captar partes de las conversaciones y consignas. Era una protesta por derechos sociales, algo con lo que todos estábamos de acuerdo en principio, aunque no esperábamos participar de esta manera. De alguna forma, la experiencia se volvió casi surrealista: habíamos salido a dar un paseo sin rumbo, y de repente, nos encontrábamos en medio de una manifestación con miles de personas.
Después de caminar con la marcha durante lo que parecieron varios kilómetros, finalmente encontramos una oportunidad para desviarnos hacia una calle lateral. Nos miramos, riendo un poco nerviosamente por la situación. Habíamos sido arrastrados literalmente por la corriente humana, y ahora estábamos de vuelta en las aceras tranquilas, lejos del bullicio. Nos detuvimos en un café cercano para recuperar el aliento y procesar lo que acababa de pasar. Mientras tomábamos algo, no pude evitar pensar en cómo, en una ciudad tan grande y dinámica como la nuestra, es fácil encontrarse en medio de lo inesperado. Lo que comenzó como un simple paseo se convirtió en una experiencia única, una que ninguno de nosotros olvidará pronto. Pero a pesar de que lo recuerdo como algo divertido, espero no volverme a encontrar en esa situación, sigo prefiriendo más una caminata tranquila con pocas personas.
Un agradecimiento especial a Francisco Gutiérrez por esta gran historia.