Reseña literaria: El perfume: Historia de un asesino de Patrick Süskind. 1985

En el año de 1841, Edgar Allan Poe, conocido escritor estadounidense, publicaba en la revista “Graham´s magazine”, una pequeña novela titulada: Los crímenes de la calle Morgue. Creando sin saberlo, el género de “novela policíaca”, con la introducción del personaje “Auguste Dupin”. Detective que se encarga de resolver los crímenes sucedidos en la ciudad de París.
Edgar Allan Poe, amplió de un cierto modo el horizonte literario de la época, saliendo de lo convencional y dando inspiración a un sin número de historias y personajes, encargados principalmente en la resolución de crímenes. Un claro ejemplo de esta inspiración es el británico Arthur Conan Doyle, creador del mundialmente famoso detective: Sherlock Holmes.

La creación de este género dio la posibilidad no solamente de la creación y profundización de personajes capaces de resolver crímenes que superaban por mucho la capacidad de la policía, en la mayoría de los casos estos personajes eran detectives o personas extravagantes y con mentes sagaces, que de modo poco ortodoxos llegaban a la solución del problema. Sino que también abrió las puertas para crear antagonistas (o en su caso, protagonistas) a estos detectives, con iguales o mayores capacidades; es decir, la creación de asesinos o mentes maestras malévolas, desarrollados más allá de la simple locura, el odio o la venganza como motivos criminales.

En el año de 1985, publica el escritor alemán, Patrick Süskind, la novela que le dio éxito mundial: El perfume: historia de un asesino. La historia nos cuenta la vida de Jean-Baptiste Grenouille, un perfumista y asesino (mucho más lo primero que lo segundo), poco convencional, con motivos que lo son aún menos.
El perfume no entra en el género de novela policíaca, por la falta de elementos de la misma, como un antagonista o protagonista que se encargue de resolver los crímenes de Grenouille, sin embargo, es a mi parecer que la influencia que tuvo Edgar Allan Poe es hasta cierto punto evidente; con la explotación de los personajes de la novela policial, el detective protagonista y el villano antagonista, así como los criminales en otro tipo de novelas y sus antagonistas. Los escritores se veían obligados a crear personajes cada vez más complejos, con motivaciones distintas que no se vieran como una copia de alguna novela ya publicada, con el fin por supuesto, de poder vender o alcanzar la fama con sus propios escritos.

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Patrick Süskind encuentra, en un lugar en dónde nadie había buscado, la solución a esta problemática, enfocándose en un tema con una riqueza casi infinita, aquel del mundo de los aromas, y adaptándolo a un tipo de historia bastante atractiva al público, aquella de un asesino. Podríamos decir que la respuesta, que solo Patrick vio, estuvo siempre para todos “frente a sus narices”.

Nuestro autor sitúa los sucesos de la historia en París del siglo XIII, ciertamente un momento bastante interesante para la historia. Por un lado existían ya palacios de gran belleza, maravillosa música orquestal y cierto desarrollo industrial, sin embargo, existía también una gran falta de higiene, enfermedades mortales, sobrepoblación y problemas en las grandes ciudades, tales como sistemas de drenaje o de administración de desechos, pobreza, entre otros. Es bien sabido que los aromas en la ciudad de París son de dos extremos, por un lado, las fragancias de los perfumes más exquisitos de todos, y por el otro lado, las pestes más penetrantes que una nariz humana pueda soportar. Dicho esto, fuera de los libros de historia o alguna que otra novela, no se hacía referencia a estos problema de índole olfatoria o higiénica  y menos se utilizaban como parte para el desarrollo de una historia, ¿Quién querría escuchar la descripción del olor de un cuerpo humano en descomposición? ¿Quién preferiría escribir acerca del aroma de lo podrido, lo rancio o de la sangre, en lugar escribir sobre algún monumento o alguna bella calle de París?
Pues bien, nuestro autor Patrick, prefirió lo menos normal y lo escribió de manera magistral, pudiendo extraer de su obra, si así lo quisiéramos, una gran cantidad de páginas en las que solo se lean adjetivos, nombres y descripciones referentes al mundo aromático.

La historia de nuestro asesino comienza de un modo bastante trivial o explotado a mí parecer, ocurriendo el nacimiento del protagonista Grenouille en lo que había sido un cementerio humano, en donde el hedor de los cuerpos era insoportable. Nos recuerda esto a todos esos libros o películas en donde los personajes descubren que la casa o el lugar en donde ocurrían cosas impensables y monstruosas, había sido construida en alguna clase de cementerio. Aunque debido al estilo tan particular de la novela, este pequeño “cliché” (que seguro para el tiempo en el que la novela se escribió no era tan popular), pasa desapercibido.

Las primeras páginas del libro dejan ver la crudeza del mismo, las palabras y las descripciones nos embisten con gran fuerza con pasajes como el siguiente: “…sí, incluso el rey apestaba como un animal carnicero y la reina como una cabra vieja,…”. Más adelante las escenas explícitas continúan con el nacimiento del protagonista, que sale del vientre de su madre entre pescados desollados, tripas y sangre; y es ella misma quien lo abandona ahí, entre desechos y putrefacción; como mencionamos, un inicio bastante crudo, y podemos ya empezar a imaginar el tipo de final que tendrá una obra así, en donde cabe decir que unas páginas más adelante de lo mencionado, la madre muere decapitada.

Jean-Baptiste Grenouille, el protagonista de la historia, nace maldito más que bendecido, con la nariz más maravillosa que se haya jamás visto, capaz de diferenciar, memorizar y combinar todos los aromas existentes, habilidades que son también su única motivación para vivir, nada le interesa más que el mundo de los olores.  Hasta éste punto no parecería Grenouille un buen personaje principal, menos un buen asesino o alguien que podría despertar el interés del lector. Era feo, pero no al punto de asustar o causar aversión, no era muy listo, pero tampoco estúpido, le costaba trabajo entender los conceptos como “felicidad” o “maldad”, pero ciertamente poseía sentimientos, por lo tanto, el autor utiliza todo su ingenio para darle a este personaje un giro. Grenoullie no poseía aroma, y de este modo tan simple, en una novela que gira en torno al mundo olfatorio, el autor deshumaniza a nuestro protagonista, apartándolo de todos los seres de París, incluso de los animales, convirtiéndolo en una especie de demonio o fantasma, que teniendo forma humana, no lo es. Del mismo modo, al personaje se le describe siempre como a algún animal, quitándole siempre sus características humanas; ya desde las primeras páginas se le describe como una garrapata ávida de sangre, más tarde como un sapo negro  y después como una araña negra.

La historia del perfumista se divide en un total de 51 capítulos divididos en cuatro partes, bastante simétrico a mi parecer, y en las cuales, la primera corresponde al nacimiento del protagonista y sus primeras instrucciones; la segunda se enfoca en una serie de descubrimientos realizados por el protagonista y que servirán como desarrollo para la historia; la tercera parte se centra en la culminación de la formación profesional del perfumista y el logro de sus objetivos; finalmente la cuarta y más corta parte, desarrolla la muerte del hombre con la mejor nariz de París y el mundo. La simetría es bastante notoria, y sin embargo, el libro en ningún momento se vuelve “pesado”, si acaso la única parte un poco sobrante, es aquella en donde aparece el marqués Taillade-Espinasse, ya que el descubrimiento que hace Grenouille durante sus convivencias con el marqués, bien las pudo hacer durante el siguiente capítulo en su estadía en Grasse. No obstante, como se menciona antes, en ningún momento el texto aburre. Al contrario, es curioso notar que en cada capítulo, Jean-Baptiste se encuentra con un “maestro” distinto, y que el destino de todos ellos es siempre fatal; empezando por Grimal el curtidor, que muere al caer en el río; le sigue el perfumista Giusseppe Baldini, que muere por el derrumbe de su vivienda; Taillade-Espinasse desaparece al escalar una montaña para nunca ser visto de nuevo jamás; por último tenemos a Druot, que termina condenado por los cargos de homicidio del mismo Grenouille. Como mencionamos antes, siendo el protagonista humano, el autor lo separa de los hombres, no solo quitándole el propio aroma, sino también poniendo una especie de maldición, como que todo aquel hombre que tenga convivencias cercanas con él, tendrá un destino fatal. Y decimos aquí hombre, porque ciertamente las mujeres con las que Grenouille cruza camino durante la historia, como lo son Madame Arnulfi y sus distintas nodrizas, parecen protegidas a sus maldiciones.

Volviendo a nuestro protagonista y a la historia, parece que el autor Patrick Süskind, busca engañarnos con el título: “Historia de un asesino”, y es verdad que durante la historia ocurren un total de veintiséis asesinatos realizados por el perfumista, pero en realidad, nos da la impresión de que Grenouille no asesina ni una sola vez; pues los criminales que arrebatan la vida tienen siempre un motivo; poseer el cuerpo, sufrir por unos instantes una euforia provocada solamente por el hecho de quitar la vida, o cualquier otra extrañeza. No obstante, nuestro protagonista mata, sí, pero solo con el deseo de poseer las fragancias, y no los cuerpos, no por euforia por asesinar, solo con motivos odoríficos. Y está sensación de que el protagonista no es el criminal que esperamos, se acentúa más por el hecho de que las muertes no duran más que un par de líneas de texto dentro del libro y no toman mayor importancia dentro del mismo, siendo el primer asesinato el más inocente y teniendo gran similitud con el final, en donde Grenouille, al igual que los bárbaros de París, quiere poseer algo tan fuertemente que lo termina destruyendo por completo.

Desde las primeras páginas se nos deja claro que Jean-Baptiste no es un ser cariñoso o con necesidad de amor para su supervivencia, sin embargo, conforme se va desarrollando la historia, ciertamente encuentra en la creación de sus perfumes, la capacidad de inspirar a través del aroma, inspirar confianza, inspirar deseo y sobretodo, inspirar amor. Si bien en el texto no se dice explícitamente que es esto último el objetivo final de Grenouille, podemos deducirlo a partir de sus comportamientos y de su visión durante su aislamiento de siete años en el segundo capítulo; en donde era él más que un rey con mil súbditos a sus órdenes. Podríamos entonces decir que en lugar de una historia de asesinatos, es una historia, finalmente, de amor.

Una de las partes más maravillosas, en mi opinión, se da justo en el medio, en el segundo capítulo, durante el aislamiento de Grenouille en la montaña. Las descripciones aromáticas y la acción descienden al mínimo, sin embargo, podemos darnos cuenta de que el lugar en el que se desarrolla esta parte de la historia, la cueva pétrea, es una clara referencia a la mente o al espacio mental, en donde no existe nada y al mismo tiempo, existe todo, en donde podemos crear a voluntad palacios, ser reyes, y sobretodo, aprender de las cosas y de nosotros mismos; y es aquí en donde Grenouille se da cuenta de que él mismo no despide ningún aroma, aunque esto estaba claro para el lector desde las primeras páginas, y sorprende, el hecho de que Jean-Baptiste tardara tanto en darse cuenta. Sin embargo, es gracias a este descubrimiento que la historia puede continuar, pues siendo el perfumista un personaje tan particular y con deseos o necesidades tan ínfimas, era entendible que no quisiera salir jamás de su aislamiento.

A pesar de que la historia cuenta con pocos personajes, uno de los que más importantes es Antoine Richis, padre de la doncella Laurie, de la cual Grenouille extrae las últimas gotas de sustancia para su obra odorífica maestra.
Mencionamos antes que la creación de la novela policíaca, dio lugar a cada vez mejores criminales para los preparados detectives, creando así una historia con buenos contrastes y suspenso. Antoine Richis, nos da la impresión, por unos momentos de ser el perfecto antagonista para Grenouille. Aplicando una lógica digna de Sherlock Holmes para acercarse a las intenciones de Grenouille, brindándonos por unas páginas, un poco de suspenso y dándonos esperanza, de que Antoine, con su intelecto, logrará escapar de la nariz de Jean-Baptiste. En seguida, y como era lógico, perdemos las esperanzas y vemos al maestro perfumista lograr su objetivo.

Ya en las últimas páginas del libro llegamos al esperado final, que a mi parecer, podríamos dividirlo en dos, el primero, siendo el clímax de la historia, la orgía de las diez mil personas que acudieron a la ejecución de Grenouille, y el segundo, la muerte del mismo.

La primera representa algo muy importante, como mencionamos, el libro comienzo de un modo crudo y grotesco, no podíamos esperar que el final fuera dulce y lindo; de este modo, la orgía en la que participan las diez mil personas, crean una imagen difícil de concebir incluso hoy en día, y que en mi particular opinión, recuerda bastante a la pintura “El Jardín de las delicias” del pintor Holandés: Hieronymus Bosch. En esta parte Grenouille vuelve realidad la fantasía que tuvo durante su aislamiento, pudiendo controlar a hombres y mujeres, siendo el más que un rey, siendo prácticamente divino. Haciendo que las personas y la historia llegue a un tan esperado clímax.

El final del libro, la calma después de la tormenta, corresponde, como se había mencionado, al cuarto y último capítulo, que cuenta con apenas cinco páginas,  en las cuales Grenouille se transforma, por fin, y gracias a su perfume, creado a partir de veinticinco jovencitas, en un ángel;  y digo por fin porque siempre supimos que él no era completamente humano, tenía que ser, entonces, ángel o demonio, siendo más cercano a éste último, pero transformándose en el primero gracias a su talento en el mundo de los aromas. Y como pasa con los amantes primerizos, que al dejarse consumir por la llama del amor, terminan en cenizas, así sucede con Grenouille, él despierta, gracias a su perfume, un amor tan grande en aquellos bárbaros parisinos, que terminan consumiéndolo hasta el último pedazo.

Tenemos así el final de la obra alemana, una historia que no podríamos decir que se acerca a los grandes clásicos literarios, pero ciertamente aborda un tema jamás antes explotado, y que ciertamente con este libro se agota el tema por completo.
Los personajes son pocos y con poquísimos diálogos, el libro más que letras es sensación, emoción, más que llevarnos por un sendero de rimas, de personajes complejos y diálogos sensacionales, nos avienta a la cara un sinfín de aromas, sensaciones e imágenes tanto grotescas como bellas.
No sorprende para nada el éxito de “El perfume”, pues combina de una manera casi perfecta sus elementos, un personaje principal que es humano sin ser humano, o monstruo o demonio sin ser monstruo o demonio. Una historia fácil de leer y con un lenguaje que, como las historias de terror, queremos seguir leyendo sin importar lo aterrador de las palabras o lo horroroso de las imágenes que se están describiendo. Y sobre todo, gira en torno a un mundo que todos conocemos, y que nadie se había molestado en incluir en sus textos, salvo algunos poetas quizá, o los escritores en algún momento de su obra para incluir, dentro de la belleza u horridez de algún personaje, también su aroma.

Como mencionamos, la longitud y el desarrollo del texto parece bastante simétrico, como si en lugar de ser un libro fuera más bien una sinfonía, que empieza de manera fuerte y vertiginosa en su primer movimiento, de golpe se detiene en el segundo movimiento o capitulo y llega a su clímax en el tercer movimiento y al final, se va deteniendo hasta que se extingue la última vibración de sonido, o en este caso, hasta que se extingue el último vestigio de aroma.

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