John Cage y el silencio

Cuando pensamos en música “clásica” contemporánea, probablemente las primeras ideas que vengan a nuestra mente sea algún tipo de canción “sin sentido”, en donde los músicos tocan notas al azar, hacen gestos, se balancean por el escenario, golpean su instrumento, o en donde ocurren toda clase de cosas que parecerían inaceptables para lo que se conoce como “clásico”.

La realidad es que esta imagen no está del todo alejada de la realidad, al menos en una parte.

Todo aquel que haya asistido a un concierto o recital de música contemporánea, habrá notado que el compositor busca salirse de los caminos más trillados en cuanto a la musicalidad y a la interpretación se refieren.

La música contemporánea se construye con sistemas y técnicas musicales que van en contra o más allá de todo lo que antes se había realizado; no es extraño ver que el músico en cuestión utilice de una manera poco convencional su instrumento, o que utilice instrumentos o agrupaciones de instrumentos que son pocos convencionales.

No obstante, lo anterior es solo una cara de la música contemporánea, hay, por otro lado, composiciones que buscan otro tipo de “colores” en la música, otro tipo de expresiones, que buscan también el llegar más allá, pero que llegan a lo extravagante para lograrlo.

Si pudiéramos trazar una línea que dividiera estas dos caras y pusiéramos en medio a un compositor, entonces John Cage estaría ahí.

John Milton Cage Jr. es un compositor de música que nació en los Estados Unidos y compuso alrededor de doscientas cincuenta piezas. Lo interesante de esto es la diversidad que tienen sus composiciones, por un lado, tenemos composiciones que exploran las posibilidades sonoras y visuales de un instrumento de un modo bastante tranquilo, como “In a landscape”.

Y, por otro lado, tenemos composiciones completamente conceptuales. Como es el caso de su obra más famosa, y la que quizá sea también un hito dentro de lo que es la música contemporánea: 4′33″.

Hablar de esta obra es hablar de silencio y de cómo John Cage entendía el silencio.

El interés de Cage en la música lo llevo a interesarse por lo que sería su contrario, el silencio. Para investigarlo en profundidad, Cage entró en varias ocasiones en habitaciones aisladas de sonido para experimentar de primera mano lo que es el silencio. No obstante, los esfuerzos de Cage por experimentar el silencio fueron infructuosos, dentro de estas habitaciones el compositor podía aún percibir dos sonidos: el primero era un sonido agudo y el segundo un sonido grave. Estos sonidos que percibía el compositor eran los sonidos de la sangre bombeada por el corazón y el latir de este.

A pesar de que en su momento Cage no logró su cometido, esta experiencia lo llevaría a un nuevo entendimiento del silencio y por ende, de la música.

En este punto recomiendo al lector escuchar la obra:

La obra 4′33″ es, para muchas personas, una obra maestra de la música, sin embargo, en la obra el músico no produce ningún sonido. Surgen entonces las preguntas: ¿en dónde está la música?, ¿podemos llamarla realmente una obra musical?

La “música” dentro de la obra es creada por todo lo que es exterior al músico, es decir, las personas entrando en la sala, tosiendo, hablando, sus movimientos, sus propios corazones latiendo, etc.

La obra tiene un trasfondo conceptual de suma importancia, sin embargo, la música sí está ahí. Al igual que en el experimentó en donde Cage se dio cuenta de que el verdadero silencio era imposible, la vida tampoco existe de ese modo, de un modo aislado, sino que existe en conjunto con todo lo demás. El sonido y la vida entran de manera conceptual en la obra de Cage.

4′33″ es la prueba de que no toda la música contemporánea son sonidos estruendosos, sino que existen una variedad de obras que invitan a la reflexión y que van más allá (en el casó de 4′33″ mucho más allá) del sonido, de las reglas musicales, de la musicalidad misma.  Obras que se vuelven atemporales por lo que significan.

Se invita al lector a escuchar más música, sea esta clásica, contemporánea, pop, etc., pero se le invita, sobre todo, a escuchar su propio mundo y a reflexionar sobre este.

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