Ya son cinco los años de vivir en la hermosa ciudad de Chihuahua, de probar diferentes sabores, olores y sazones; de conocer un sin fin de tradiciones y emblemáticas culturas. Sin embargo, extrañar la típica comida jalisciense de mi natal Guadalajara ha sido difícil y quizá hasta un poco complicado, ya que la comida es sumamente diferente. La gama de estilos varía, gracias a que aquí la comida seca es líder en la industria, la carne, los burritos, los montados y toda clase de cortes y variedad de hamburguesas predominan en el negocio.
Me atrevo a decir que lo que más me ha costado dejar atrás de mi tierra, ha sido ese pozolito en las noches, o unos buenos taquitos de canasta por la mañana y por qué no, una suculenta torta ahogada con la tradicional salsa picante y el birote que solo se cocina por aquellos lados.
Después de varios antojos, descubrí un lugar en donde puedo encontrar comida auténtica de la tierra del tequila. Esa comida que estoy segura que conquistará hasta el paladar más exigente de Chihuahua. Quizá la mayoría de ustedes no lo ha probado por miedo o por escepticismo, pero en verdad se los recomienda una persona que sabe de la auténtica gastronomía tapatía.
Al llegar a Tortapatías uno se da cuenta de que en verdad está en Guadalajara, es decir, ¿qué guanato no quisiera desayunar, comer o cenar como en su casa?
Desde los colores naranja, amarillo y rojo que adornan sus instalaciones, hasta el olor de la rica salsa, atraen a probar sus delicias cien por ciento auténticas. Una vez que ocupé mi lugar en el local y me atendieron amablemente, observé la carta y me di cuenta que en verdad era lo que buscaba desde hace cuatro años atrás. Hay pozole jalisciense, taquitos, carne en su jugo y por si fuera poco lo más codiciado la original torta ahogada; pero bueno hablaré de cada uno de ellos más detalladamente para que se les haga agua la boca como a mí.
Al sentarme no pude evitar percibir el aroma del pozole, ese aroma cautivador que logró atraparme desde el inicio. Por si fuera poco, pedí una probadita de cada cosa, después de cuatro años no podía perder la oportunidad de degustar cada uno de los platillos así que dejé la dieta a un lago y me dedique a lo que más me gusta hacer en este mundo: comer.
Para iniciar me sirvieron dos taquitos de bistec, que bueno me sentía como en casa, con ese sazón característico de Jalisco y esa tortilla taquera, acompañados de una salsa casera, que por más que traté, no pude obtener la receta secreta. Para continuar, ordené una porción pequeña de pozole, la cual estaba deliciosa. No le hacía falta nada, tenía la cantidad adecuada de sal y se podían percibir perfectamente cada uno de los ingredientes. La carne en su juego no se podía quedar atrás, esa carne originaria del estado del mariachi, servida con cebollitas cambray, tocino, cebolla y cilantro, por supuesto, acompañada de frijolitos charros hechos como los de mi abuela.
Por fin el platillo esperado había llegado, mi paladar exigía una torta ahogada, acompañada de cebolla desflemada y la original salsa. Debo admitir que salí enchilada y lo que le sigue, pero no me enoje, que es lo que Tortapatías expresa en su slogan: “Se vale enchilarse pero no enojarse”. Cuentan con tres tipos de salsa, la normal, a base de tomate, la media picosa y la muy picosa, para complacer cada gusto. En lo personal, no retaría a bañar mi ahogada en la salsa más enchilosa ya que en verdad te quita hasta la cruda del día anterior
A muchos quizá les parezca extraño el birote ya que su consistencia es un poco más dura a la conocida telera, sin embargo, preserva un sabor único que es lo que hace auténtica a una torta ahogada. La gente que conoce este tipo de pan, admite que el utilizado en este negocio gastronómico es 100% original, ya que el señor Miguel íngel Grandilia Navarro, dueño de Tortapatías, trae el birote directamente de Guadalajara cada siete días para que usted goce de una experiencia única en su paladar.
El sentir nuevamente ese sabor en mi boca fue verdaderamente placentero, ya que realmente sentía que al salir de ahí me iba a topar con la Minerva, famosa glorieta de GDL. Para finalizar mi gran degustación comí una jericaya, típico postre tapatío, el cual parecía cocinado en casa, la textura tipo flan y su consistencia eran perfectos tal como lo recuerdo.
Si la ahogada no te agrada mucho, también existen tortas que sí saben nadar, tienen de todos tamaños y sabores; desde la típica de lomo hasta la suculenta de chicharrón, encontrarás la que mejor se acomode a tus gustos.
Tortapatías, cuenta con ya casi 6 años de experiencia y lo comprueba con su comida. Si no me crees, te invito a probar algo nuevo y original. Y quizá hasta quieras mudarte de ciudad. ¿A qué se te antojó?