El esplendor de Chihuahua, desde la esencia de un mirador
Un día como cualquiera se me presentó la oportunidad de ir a Majalca, de recorrer las verdes praderas y armonizar con un paisaje único que se encuentra al otro lado de la montaña.
Un buen amigo me había platicado de la asombrosa vista que se observa desde una torre en el punto más alto de todo el lugar, un mirador único de más de 20 metros de altura, el sólo imaginarlo despierta un cosquilleo en el interior de tu cuerpo que te pide a gritos querer conocerlo y experimentar una sensación de adrenalina y temor por un punto escondido que muy pocos han tenido el placer de observar. La belleza del lugar te seca la garganta, robándote la voz hasta dejarte mudo y sin aliento.
Desde el comienzo de este pequeño viaje, al entrar por las tormentosas curvas, uno parece estar en otro lado del mundo. Imaginar que un paisaje así te está esperando a unos cuantos minutos se convierte en algo impredecible y poco creíble.
La entrada se vuelve algo emocionante ya que al ir por el peligroso camino de terracería uno se topa con rocas, charcos y uno que otro roedor por ahí. Tras subir por múltiples curvas, las cuales parecen nunca acabar, se llega a un punto en donde ya no se puede avanzar más con el automóvil y es aquí donde inicia lo más emocionante.
Al bajar del coche lo primero que hace uno es respirar el aire fresco de un ambiente natural que se encuentra a la vuelta de la esquina de nuestra ciudad. Es necesario detenerse por lo menos cinco minutos para contemplar dicha belleza y grabar una imagen en tu mente que libere toda sensación de libertad y satisfacción.
En esa parte de Majalca no se alcanza a percibir la afamada torre, sin embargo tras algunos minutos de caminata se percibe un resplandor amarillo que ilumina tus ojos como los rayos del sol. En el recorrido se observan diferentes clases de arbustos y cactáceas naturales, así como rocas y piedras de todos los tamaños.
La caminata se vuelve un poco pesada, ya que el viento frío te deja helado todo el cuerpo. Sientes como tu corazón palpita cada vez más rápido, como tu pulso y tu respiración se aceleran mientras vas subiendo, estos se convierten en dos factores que se perciben fácilmente durante el camino.
El impredecible viento hace de las suyas, mientras más avanzas, parece que serás arrastrado por las diferentes corrientes que se perciben en la montaña. De pronto, cuando todo parece estar cubierto de pinos y arbustos, en el punto más alto se interpone una enorme torre, la cual causa una sensación de temor y te hace recapacitar dos o tres veces antes de dar el primer paso.
Lo primero que se debe de preguntar uno es: ¿Realmente estoy preparado para esto? Si la respuesta es afirmativa, entonces prepárate para experimentar una de las mejores sensaciones del mundo, de lo contrario, tendrás que esperar abajo y recorrer en tu mente el escenario de lo que hubiera pasado en caso de haber subido ese intrépido mirador.
Una vez estando ahí, no pude decir que no, así que me aventuré a subir la torre como pude, me paré frente a la escalera, tomé una gran bocanada de aire y me dediqué a subir cada escalón cuidadosamente. De pronto, a la mitad de la gran odisea, se corta el poco viento que se alcanza a percibir, para recibir una gran bofetada de aire por parte de la torre; al parecer es una señal de advertencia, como si ella misma estuviera hablando y te dijera: “Un escalón más, y observarás el mejor escenario de todo Majalca”. Es en ese momento cuando lo piensas otra vez y decides seguir a pesar del helado y escalofriante viento.
Cada vez que subía los brazos sentía como se me congelaban mis manos, comenzaron a ponerse rojas y pensé que me quedaría sin sensibilidad en ellas por el frío que arremetía dicho lugar. Lo menos que quería era voltear hacia abajo, tenía mi mirada fija en la cumbre del mirador y no paré hasta conseguir mi objetivo final, el cual era más que lograr unas fotos asombrosas, era convivir de una manera única y especial con la naturaleza 100% chihuahuense.
Finalmente llegué al punto más alto de todo Majalca, era yo contra el mundo, me sentía orgullosa, libre y más viva que nunca. Quería gritarle al mundo: “Mírenme, soy una mujer fuerte y capaz de realizar cosas únicas e inesperadas”. Debo de aceptar que me consideré diminuta ante gran majestuosidad, sin embargo me encontraba extasiada de tanta belleza, ya que como lo mencioné anteriormente, son dichosas las personas que pueden percibir tanta hermosura en tan solo una mirada. Quería seguir ahí, pero el viento lo hacía imposible. El sol caía, regalando un atardecer único con tonalidades rojizas y anaranjadas, parecía que todo Majalca se iría con él hasta el fin del mundo.