LLUVIAS DE ESTRELLAS: GUÍA PARA SU OBSERVACIÓN E INTRODUCCIÓN A LA ASTRONOMÍA

Las Perseidas

Los aficionados a la astronomía disfrutaremos de un fin de semana particular esta próxima noche del 12 al 13 de agosto. Rondando estas fechas de mediados del octavo mes de cada año, tienen lugar las Perseidas, la lluvia de estrellas más popular por su facilidad para verlas desde cualquier lugar del hemisferio norte.

Esta popularidad se debe también en parte a que al ocurrir en agosto es más fácil su observación por disponerse de vacaciones para trasnochar y a que al ser en pleno verano es más adecuado aprovechar para acampar o estar “al raso” en el monte evitando el frío.

Pero esta edición del 2023 va a ser más especial debido a dos factores: la ausencia de Luna la noche del 12 al 13, y el que caiga entre el sábado y domingo, siendo así más probable para todos la posibilidad de no tener obligaciones laborales al día siguiente… si las nubes no tienen nada que decir en contra, claro.

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Si no salimos al monte de noche a observar la Luna, es conveniente que esté entre la fase de cuarto menguante y la de cuarto creciente para que permita ver bien el resto del firmamento.
El sábado se pondrá poco antes de las seis y no saldrá ya hasta después del amanecer del domingo, dejando el cielo en una oscuridad total, la noche de la lluvia de estrellas

Para poder ver bien este fenómeno astronómico es conveniente entender el nombre: se les dice Perseidas porque da la sensación de que provienen de la constelación de Perseo. Esa noche, en Chihuahua (y todo México con apenas diferencia) la constelación estará aproximadamente al Noreste, unos 45°. Aunque será apreciable en todo el firmamento, se podrá observar mejor orientando nuestra esterilla o tumbona en esa dirección.

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Posición de Perseo hacia la 1 am del domingo 13 de agosto

Si uno no sabe como encontrar el Norte y menos una posición de 45°, puede buscar la constelación de Casiopea, fácilmente reconocible y visible desde la propia ciudad y unida mitológica y astronómicamente a la de Perseo. Es como una “W” pero vertical.

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Casiopea era la esposa del rey Cefeo que entregó a su hija Andrómeda como sacrificio a Ceto, monstruo enviado como castigo por Poseidón. El héroe Perseo la rescató a lomos de Pegaso tras haber cortado la cabeza a Medusa y petrificar así a Ceto

Para observar las estrellas fugaces, conocidas también como bólidos o meteoros, no son necesarios binoculares o telescopio. Muy al contrario, al ser un fenómeno ampliamente “esparcido” por la bóveda celeste y muy brillante, la gracia es que puede ser visto sin instrumento alguno. Sí es importante alejarse de los núcleos urbanos por la contaminación lumínica, cuanto más lejos, mejor. La altura también ayuda, aunque no es imprescidible como la oscuridad y cielos despejados sin Luna. Es recomendable una esterilla, sleeping bag o mantas para no quedarse frío (sobretodo si nos quedamos dormidos) y buena compañía por si da algo de apuro ir en soledad al campo en la noche, aparte de que lo pasaremos mejor contando en grupo las estrellas fugaces a las que pedir deseos. Garantizado que pasaremos la noche diciendo “¡otra!”, con suerte una cada 15 a 20 segundos.

¿Pero qué es una lluvia de estrellas?

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La mayoría de Perseidas son de colores cálidos, pero alguna que otra azul o verde es posible ver. Las moradas son realmente extrañas

Aunque el brillo de un bólido es tan intenso como la mejor estrella estática, no es ni de lejos lo mismo. Se trata de restos de cometas del Sistema Solar. En sus órbitas elípticas (muy excéntricas a menudo), cada cometa pierde toneladas de material en forma de agua, polvo, arena y guijarros. Los más pequeños son granitos de sílice, y los más grandes suelen tener el tamaño de un puño. Las Perseidas, al igual que otras lluvias de estrellas, se asocian con el cometa Encke, (aunque otros estudios apuntan al Swift-Tuttle) que completa una órbita al Sol cada 3 años y cuatro meses. Al pasar la Tierra por estos restos, reingresan en su atmósfera a velocidades que oscilan los 250,000 km/h, causando con la fricción que el aerolito arda y cree plasma muy brillante en el aire que le rodea. Esto es lo que vemos desde el suelo, la estela y el meteroide ardiendo en su reentrada en la ionosfera, donde se producen también las auroras boreales.

Muy raramente alguna de estas estrellas fugaces cae al suelo, para ello deben tener un tamaño de un balón de soccer antes de entrar en la atmósfera o ser de un material especialmente duro, como hierro o níquel. No es fácil encontrar meteoritos en el suelo, pero sí perfectamente posible y de hecho se realiza por astrónomos y geólogos aficionados. Teniendo en cuenta que cada día toneladas de piedras arden en la atmósfera, por estadística una parte llega al suelo como meteorito, pero no hay que alarmarse con lluvias como las Perseidas, pues son restos muy pequeños que se deshacen en la parte alta de la atmósfera, a unos 60km de altura.

 ¿Y si está nublado? ¡Espera a las Leónidas entonces! ¡O a las Cuadrántidas!

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Las Leónidas vistas desde el espacio

No hay peor enemigo para el astrónomo aficionado que las nubes, y un problema típico en el norte de México es que el periodo estival coincide con el de lluvias estacionales y por lo tanto de nubosidad. Si el pronóstico para la noche del sábado al domingo es nuboso, o incluso de lluvia, lo más lógico es cancelar los planes, pero tampoco hay que preocuparse porque casi todos los meses hay una lluvia de estrellas. De hecho, es raro salir al monte toda una noche despejada y oscura y no ver una estrella fugaz al menos. Las Perseidas son las más conocidas por las fechas señaladas en que ocurren, pero también por su intensidad. Pero si agosto es mal mes para verlas por las condiciones climáticas, noviembre a mediados tiene su propia lluvia de estrellas: las Leónidas.

Aunque tiene una intensidad menor a las Perseidas (unas 20 frente a las 100 estrellas por hora) y que al ocurrir en noviembre obliga al astrónomo aficionado a protegerse mucho más del frío, es mucho más probable un cielo despejado que en agosto en Chihuahua no está para nada garantizado. Están asociadas al cometa Tempel-Tuttel, con un periodo orbital de 33 años. Esto da otra particularidad a esta lluvia de estrellas: cada vez que ha pasado el cometa cerca de la Tierra, crea una auténtica tormenta de estrellas que en ocasiones ha llegado a causar entre el terror y la sorpresa para los desconocedores de estos temas.

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Las Leónidas de 1833 y 1866 registraron tasas de unas 6000 estrellas a la hora. Algunos las describieron como una “nevada de estrellas”

Cuando el cometa generador de una lluvia de estrellas acaba de pasar justo un año antes o menos, la densidad del polvo es muchísimo mayor, y en el caso de las Leónidas, no es raro que se multiplique por más de 10 la tasa de estrellas fugaces a la hora: de 200, 1500 e incluso 60,000 estrellas por 60 minutos se han observado, como en las espectaculares tormentas de noviembre de 1833 y 1866. La última ocurrió en 1999, con una tasa estimada de 1500/h. Anoten en sus calendarios a largo plazo las Leónidas de mediados de noviembre del 2032 o 2033, porque será no una lluvia, sino una tormenta de estrellas que la recordarán como algo espectacular, sobre todo si les acompañan niños pequeños en el evento. Pero como indicaba antes, si las Perseidas de 2023 no son visibles por las nubes, tres meses más tarde hay premio de consolación con las Leónidas, u otras lluvias como las Cuadrántidas, que ocurren al comienzo de cada año, de intensidad similar cada año a las Perseidas.

¿Por qué ver este evento acompañado por niños?

En palabras del astrofísico Carl Sagan, “observar el Universo es un acto que genera humildad y forja el carácter del ser humano”. Ir a ver una simple lluvia de estrellas en verano es una experiencia enriquecedora y divertida para casi cualquier niño, sobretodo si se aprovecha para acampar. Pero puede así también abrirse la puerta a regresar en futuras ocasiones a observar la Luna con algunos prismáticos, encontrar constelaciones, o estar atentos al movimiento de los planetas, visibles la mayoría desde la ciudad. Con el tiempo, se aprende y entiende la existencia de una mecánica y orden celeste, que el movimiento de los astros es regular y armonioso como una danza de ballet, y cómo comprender esto abrió las puertas al logos y con ello a la ciencia y la filosofía.

Dicho de una manera sencilla, la astronomía es una de las vías al asombro por el mundo que nos rodea, y con ello sentir la unión entre éste y nosotros mismos.

Entrando un poco ya en la química, los átomos que forman todo lo que conocemos en nuestra vida diaria, empezando por los del cuerpo humano, se originaron en las estrellas más gigantes hace miles de millones de años. De algún modo (por azar o diseño), “el Cosmos ha evolucionado hasta adquirir conciencia propia a través de nosotros”, como también señaló Sagan. Su pupilo Neil Degrasse-Tyson lo expresó de esta otra forma: “el saber esto es el hecho más asombroso del Universo: ser conscientes de que estamos hechos de estrellas” y añadiría que, que sepamos, somos los únicos seres con este saber interiorizado de diversas formas.

Así que ya saben: reserven un sitio en las afueras de la ciudad para disfrutar de la cosmicidad, de ser posible con niños, y reflexionen acerca de que esas estelas que ven en el cielo escupiendo sobre nosotros elementos químicos de miles de millones de años, se formaron justo igual que los de su cuerpo: el calcio de sus huesos, el hierro de su sangre, el oxígeno en sus pulmones, etc… fueron un subproducto estelar que nos convierte en los hijos de las estrellas. O en basura cósmica, si quieren ponerse nihilistas, pero eso ya queda a elección de ustedes y sus circunstancias en la próxima noche del 12 al 13 de agosto, la de las lágrimas de San Lorenzo.

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