FOUCAULT – EL REY FILÓSOFO
Si ha habido un filósofo de actualidad tan incomprendido como estudiado, ese sin duda es Foucault. Es el autor más referenciado en estudios académicos desde hace cuarenta años, pero al mismo tiempo se le atribuyen ideas y razonamientos que no le pertenecen, aunque su filosofía sí da pie a varios de éstos.
DE SU VIDA INICIAL
Michel Foucault nació en Poitiers, Francia, en 1926 en una familia acomodada, con el cabeza de familia ejerciendo la medicina, que se esperaba por tradición familiar la siguiera el propio Foucault. Sin embargo, se sintió atraído hacia las humanidades, aunque una serie de eventos le hicieron ingresar en la carrera de psicología, una novedad académica en la época.
Durante su adolescencia y juventud preuniversitaria, Foucault padeció de depresión aguda, llegando a autolesionarse y tener ideas suicidas. Este punto común con Wittgenstein (ver artículo anterior) se debió también al mismo trasfondo: no aceptar su homosexualidad con naturalidad, aunque en el caso del vienés sus problemas mentales y emocionales eran endógenos y no coyunturales como con Foucault.
La homosexualidad era un tabú social en la Francia de la posguerra, pero el pensador tuvo el apoyo de un psiquiatra competente (Jean Delay) que le descubrió su orientación y las puertas a su propia aceptación, algo impensable para el caso de Wittgenstein. Y es a partir de entonces que vive su sexualidad con tanta naturalidad… como promiscuidad.
Respecto a lo académico, Foucault inicia así también una línea exitosa en sus publicaciones y reconocimientos: se gradúa en psicología, posteriormente en filosofía, ejerce por periodos de maestro y publica obras que le empiezan a dar fama en el entorno filosófico. Tiene tanteos con el partido comunista pero finalmente lo abandona; pero no así con la filosofía de Nietzsche, especialmente con la obra “Consideraciones intempestivas” (1876) que le marca profundamente al francés, animándole a ser un crítico de su sociedad como el prusiano lo fuera con la suya.
POSTURAS FILOSÓFICAS
Aunque se suele etiquetar al francés como estructuralista, teórico crítico dentro la escuela de Frankfort, o postmoderno, Foucault siempre rechazó estos posicionamientos. En parte y precisamente porque su filosofía siempre ha tratado de romper esquemas: su esquema era romper el esquema. Abordó estudios acerca de la locura, el poder social y político, la sexualidad y la historia. Y en todos éstos, sus conclusiones (muy resumidamente) eran que no hay individuos que tomen decisiones o se hagan con el poder, sino que asumen roles a partir de estructuras totémicas que les otorgan dicha capacidad de decidir qué es normal y qué no, o qué es lo conveniente hacer y qué no en cualquier aspecto de la vida.
Por ejemplo, una trabajador de baja cualificación puede ser el último en la escala jerárquica de su empresa, pero en casa asume el rol de cabeza de familia y es quien corta el bacalao en todas las decisiones. Cada entorno crea unas estructuras y relaciones de poder y dominación, y es a través del tiempo que han ido cambiando pero no necesariamente obedeciendo a un plan o una tendencia. Foucault niega cualquier teleología metafísica al respecto, para él “no hay una gran historia” ni en los cambios de manos del poder, ni en nada que hagan los humanos. Foucault supone la muerte de Hegel, y con ello, del hombre, pues no le atribuye a su existencia un sentido glorioso, traumático ni siquiera triste: sólo la nada.
He aquí, en este punto, donde se le ha criticado hasta el punto de demonizarlo, curiosa y casi siempre por gente de un espectro político de derecha conservadora. Bueno, esto de curioso no tiene nada, pero más adelante abordaremos el tema del odio y detracción hacia Foucault por ciertos sectores sociales y del (no)pensar.
Si la filosofía de la primera mitad del siglo XX se centró especialmente con la pregunta sobre qué es ser humano y la angustia por existir, la de la segunda mitad aborda más un enfoque acerca de la ausencia de valores fijos e inmutables. Pero comparando de nuevo con Wittgenstein, el francés se orienta más hacia la sociedad, la cultura y el ser humano antes que el lenguaje y el conocimiento, aunque también tiene escritos acerca de metodología en las ciencias sociales.
EL MAYO DEL 68
Mientras que Jean-Paul Sartre era visto como el filósofo popular pero ya establecido, Foucault era en cambio el incipiente aunque de origen burgués (algo que él odiaba reconocer). Eran las dos caras de la misma moneda del pensamiento francés, y personalmente no se despertaban simpatías entre sí.
Estas rencillas se zanjaron con las protestas de 1968, donde ambos mostraron su apoyo a los estudiantes y forjaron la figura de Foucault como pensador comprometido con causas sociales y políticas. Acababa de nacer el nuevo rey filósofo francés, aupado por sus propias teorías que criticaban abiertamente cualquier poder establecido en una sociedad que los estudiantes veían anquilosada, especialmente en sus instituciones educativas.
Es a partir de este evento histórico que Foucault es seguido por jóvenes, y consigue llenar auditorios y salas cuando da conferencias o clases, algo que sucedió hasta su muerte.
LA REVOLUCIÓN IRANÍ Y LA PETICIÓN CONTRA LA LEY DE CONSENTIMIENTO SEXUAL DE MENORES
Sin duda y fuera de su vida filosófica, estos dos temas fueron los más polémicos en la vida del pensador. Foucault se mostró favorable y admirador de la revolución que depuso al Sha de Persia. Se puede considerar su visita y declaraciones positivas sobre lo que se estaba haciendo en Irán como parte de su oposición a cualquier poder tradicional. Sin embargo, una vez conoció el verdadero alcance del régimen teocrático impuesto por el ayatolá Jomeini y según gente cercana a él, se arrepintió más tarde de mostrarse tan pronto a favor y de manera tan imprudente a este régimen.
El otro asunto polémico que a día de hoy perdura es las acusaciones de estar a favor de la pedofilia, e incluso de ser el propio Foucault un pedófilo. Es un tema más complejo que hay que analizar en su contexto, pues las malas lenguas gustan de tergiversar: en plena revolución sexual de los años 70s y tras cuestionar cualquier ley o costumbre social, Foucault se adscribió a un movimiento promovido por intelectuales franceses donde instaban al gobierno francés a quitar o reducir la edad del consentimiento sexual y a hacerlo de manera equitativa.
El problema de fondo era que en el caso de relaciones heterosexuales, la edad del consentimiento sexual era de quince años, pero cuando se trataba de relaciones homosexuales esta edad subía a los veintiún años. Otro doble baremo era que mientras que las jóvenes francesas a los trece años podían acceder a medicamentos y anticonceptivos, la edad de consentimiento era mayor.
Como resultado de estas contradicciones y dobles baremos arbitrarios, se dio el caso de tres franceses adultos que fueron encarcelados más de tres años por “abrazos y caricias (consentidas) con menores de edad varones”. De haberse tratado de jovencitas, hubieran pagado una pena menor, así que se firmó una carta en enero de 1977 por varios intelectuales franceses pidiendo su liberación, a la que Foucault no accedió a firmar. Sí lo haría con otra carta abierta de mayo de 1977, en la que solicitaba una revisión de los tecnicismos legales a la hora de regular las relaciones sexuales con menores de edad implicados: eliminar los conceptos “contra-natura” para no discriminar a los homosexuales, considerar delitos las relaciones consensuadas y en cambio crímenes las abusivas, y “poner una edad de consentimiento sexual acorde a la época” y sin hacer distinciones entre orientaciones y preferencias.
Para nada se solicitó quitar la consideración de delito o crimen cualquier relación entre adultos y menores, como ciertos sectores de la derecha tergiversan desde entonces.
Sí que el pensador francés establece lo complicado y arbitrario de definir una edad de consentimiento, pues pueden darse casos de menores de edad con la madurez necesaria para consentir en tener relaciones, y mayores de edad que sin embargo pueden estar bajo coerción. Y todo esto dentro de su filosofía que critica como la medicina, el derecho y la política establece reglas acorde a su conveniencia para regular la conducta de la población.
ACUSACIONES Y CALUMNIAS
El otro tema más espinoso y polémico es las acusaciones al propio Foucault de ser un pedófilo, es decir, no de gustarle jovencitos efebos cual pensador de la antigua Grecia, sino infantes. Esta acusación procede del libro Mon dictionnaire du bullshit (Mi diccionario de tonterías) del pensador Guy Sorman. En éste, el filósofo neoliberal sostiene que durante la Pascua de 1969 Foucault “compraba” niños para violarlos en el cementerio de la aldea de Sidï Bou Said (Tunez), pero cuando fue entrevistado por la prensa, se retractó de haber sido testigo de dichos actos y que “eran solo un chisme”. Cuando reporteros se desplazaron a la pequeña aldea (3300 habitantes en 1968) para recolectar algún posible testimonio de violación o abuso pedófilo, no encontraron ninguno que afirmara la acusación que levantaba Sorman. Sí que constataron que cortejaba discretamente a jóvenes de diecisiete y dieciocho años en el camino al cementerio, pero curiosamente no durante la Pascua de 1969, pues Foucault tuvo roces con las autoridades tunecinas no por seducir a jóvenes varones, sino promover y apoyar a los sindicatos estudiantiles en sus demandas. Y es que además de calvo, Foucault estaba hecho un grillero de primera.
En cualquier caso, el libro de Sorman es sin duda como dice su título “pura bullshit”: publicado tras la muerte del acusado para que no se pueda defiender, sin aportar prueba alguna de tamaña calumnia, y engrandecido por la prensa conspiranoica de nuestros días de la alt-right. Vamos, lo que se conoce actualmente como fake-news. Todo un caso de ataque ideológico al pensador por lo que representa más que por lo que era o hacía.
FALLECIMIENTO Y LEGADO
Como todo lo explicado hasta ahora, Foucault no tenía ni un pelo de recatado. No lo era escribiendo, y menos todavía
en su vida privada. Aunque desde 1963 su pareja era el pensador y activista Daniel Defert, es sabido que mantenía relaciones con muchos otros hombres, y fue durante alguno de estos escarceos que se contagió con el VIH.
En 1984, cuando vio que su estado de salud empeoraba notablemente, el pensador dio su último curso, destruyó algunos de sus escritos para que no se publicaran, pero permitió que el cuarto volumen de su “Historia de la sexualidad: confesiones de la carne” se publicase póstumamente aunque no tuviera las correcciones correspondientes. No ha sido hasta recientemente que ha visto la luz esta obra.
La muerte del galo supuso un llamado de atención a las autoridades sanitarias públicas de tomar medidas de acción más contundentes frente a la pandemia del SIDA. Mientras que administraciones como la de Reagan en Estados Unidos actuaba de manera pusilánime, quitándole al evento importancia ya que se cebaba especialmente con la comunidad gay (la cual no era parte de su electorado), en Europa y especialmente Francia la pérdida de un pensador tan influyente, con aún mucho trabajo pendiente de publicar, fue todo un recalcitrante para hacer más por parar la pandemia.
Por ejemplo, Daniel Defert fundó la organización AIDES con la finalidad de colaborar en la prevención de esta enfermedad, entre otras.
Respecto a la obra de Foucault, sigue siendo la más citada por muchos artículos académicos en carreras de Humanidades de todo el mundo. Quienes no tienen interés verdadero en comprender a Foucault suelen ser gente que rehuye de cualquier pensador actual que le suene a derechos LGBT, feminismo, relativismo cultural, teoría queer y de género, etc. Pero lo cierto es que Foucault era crítico frente a estas teorías e “ideologías” porque consideraba a la filosofía en su sentido más kantiano: como una actitud crítica de todo como vía al conocimiento y el desarrollo personal.
Para terminar, resumiré con una frase suya como era el carácter y forma de ser de este pensador y su filosofía, cuando le cuestionaron su aparente cambio de parecer en algunos aspectos sobre el feminismo: “están muy equivocados respecto a mí si creen que he estudiado tanto tiempo para seguir inmóvil en las mismas ideas”.