Caminaba por la calle 14 rumbo al Parque España de la ciudad de Chihuahua, salía de la secundaria en el Regional y alguien detrás de mi botaba una pelota de basket, de repente oí el grito ¡hey! Voltee solo para ver que la pelota que instantes antes oía a mis espaldas venia directo hacia mi cara, alcance a levantar mis manos y tomarla para botarla unas cuantas veces y devolverla a su origen. Era un compañero del salón, en ese momento no conocía su nombre pero se presentó í¢â‚¬”soy Yeyo Ramos-, me dijo, -tú vives en la décima y yo en la esquina de la Jiménez, he visto que tocas la guitarra y he estado pensando en formar un grupo de rock ¿no te gustaría entrarle? yo quiero ser el baterista ya tengo un amigo que también quiere entrarle y toca la guitarra.
Que tiempos: la música, como siempre, evolucionaba, pero la invasión de la música extranjera era especial, la radio y la televisión traían imágenes y sonidos que escandalizaban a las generaciones anteriores, corría la segunda mitad de los sesenta, desde la posguerra los sonidos de las bandas musicales de Estados Unidos invadían al mundo, aún recuerdo cuando niño haber acudido a una pista de patinar en el centro de Chihuahua y haber visto a los amigos de mis padres llevar el ritmo de Gleen Miller con los pies volátiles por las ruedas.
Una década atrás un joven blanco de la región de Tennessee había escandalizado a la sociedad norteamericana por cantar y bailar en los sonidos y ritmos de los afroamericanos y un grupo de jóvenes ingleses se dejaban llevar por aquella “onda” y componían música similar en un antro de Hamburgo conocido como “La Cueva”, Elvis Presley y los Beatles.
En México los jóvenes seguían aquella corriente y grupos como los “Ten Tops”, los “Holligans” o los “Yaquis”, invadían los espacios de la juventud con esos sonidos y música estridente e incomprendida.
¿Qué si quieres formar parte de una banda de rock? Vaya pregunta ¿Quién en aquella época no querría ser como los héroes que invadían el tímido espectro del sonido y las imágenes que se vislumbraban como lo incógnito, superficial y prohibido del futuro?
Unos días después conocí a Luis el “Cito” Velarde, el otro amigo que al igual que yo “tocaba la guitarra”, fue en su casa en la calle Primero de Mayo donde empezamos aquella aventura, se nos fueron uniendo después Bugi García, Foco Márquez y Johny Arreola y formamos el grupo. Durante casi cuatro años fuimos parte de aquella ola de jóvenes adolescentes que buscábamos imitar a los fenómenos de la nueva onda musical que invadía al mundo.
Era una cultura de oposición a lo establecido y por consecuencia lo absurdo y la rebeldía debía formar parte de esta y así los nombres de los grupos debían ir en consonancia: “Las Garrapatas Peludas”, los “LSD”; algunos más conservadores: “Los Químicos” o quizá con un poco de extranjerismo “Los Kings” o algo extraterrestre como “Los OVNIS”, nosotros como no decidíamos como nombrar al grupo y dado que las iniciales eran una moda, optamos por “Los MLP” que en una forma simplista implicaba nuestra indecisión al significar “Mientras lo Pensamos”.
Ese absurdo se comprendía también en el nombre de un grupo “Las Lagartijas Pintas”, expresión que implicaba aquella oposición a lo establecido que surgía en estas nuevas generaciones de las que nació la cultura “Hippie”, una rebeldía hacia la imposición de un seguimiento ciego a las costumbres y cultura de las generaciones precedentes que habían hecho de la guerra un instrumento de impulso a la economía.
Que grato recuerdo tengo cuando me iniciaba en ese mundo de los roqueros de Chihuahua y acudía en busca de ayuda de Paco Sáenz, el requintista de las Lagartijas Pintas en su casa de la calle Cuauhtémoc en donde me enseñó los acordes de canciones como Speedy González, Popotitos o Lupe, fue ahí donde tuve la oportunidad de conocer a Jaime Almeida quien era bajista de aquel grupo, unos cuantos años después, ambos emigraron a la ciudad de México siguiendo ese sendero de ilusión que te envuelve cuando estás en la música.
Una lágrima por esos tiempos y aquellos amigos, los que se fueron y los que aún están y un gracias a la vida por haberme dado la oportunidad de vivirlos y convivirlos.
Coco Mí¼ller.