La imprenta de madera. Una historia de la Independencia de México. 2/3

Segunda parte.

 

Zitácuaro bullí­a de soldados y comerciantes que aprovechaban para hacer su agosto ante la presencia de las tropas insurgentes que se encontraban apostadas en la ciudad. En una casa del centro se celebraba una reunión especial, José Marí­a Cos, fue introducido por el comandante López Rayón, con los presentes. – Sea usted bienvenido Doctor Cos, tengo el agrado de presentarle a los señores José Marí­a Morelos, José Marí­a Liceaga y José Sixto Verduzco -.

Nuestro personaje se impresionó, habí­a sido conducido al corazón mismo de las fuerzas independientes, la Suprema Junta Nacional Americana. Fue el propio López Rayón, quien le dio a saber el motivo de su presencia en ese lugar: – Es usted un hombre que se ha destacado por sus conocimientos, sobre todo en las ideas que han inspirado este levantamiento contra la tiraní­a de España, y requerimos de gente como usted, pues la lucha por la independencia no se lleva tan solo en el acero y la pólvora, sino también en un plano ideológico en el que, las armas son las letras y el papel; es a través de los panfletos, periódicos y escritos, con los que queremos llegar a la población, para lograr adeptos a nuestra causa -.

Ese y otros argumentos le fueron planteados por los lí­deres insurgente y, luego de unos dí­as de reflexión, José Marí­a, decidió unirse a la causa de la independencia.

Pero, habí­a un problema, los rebeldes no contaban con una imprenta la que era una herramienta indispensable para promover la causa. Ante esto y con ayuda de varios rebeldes, se dedicó a construir una rústica imprenta con tipos de madera. Se buscaron árboles de los que los locales denominaban Tzalam, cuya madera es dura como la del nogal y procedieron a cortar, con extremos cuidado, pequeños prismas rectangulares, en una de cuyas caras grababan, pacientemente, las figuras de las letras del abecedario, no mucho mayor a la que el lector tiene a la vista.

Pero no fue posible continuar con esta labor, pues a los pocos meses, iniciando el año de 1812, las tropas leales a la monarquí­a, comandadas por Calleja, después de una lucha de cuatro horas, tomaron Zitácuaro y, los insurgentes, se vieron obligados a huir con lo poco que pudieron llevar. El Doctor Cos, cargaba un saco de piel, con los pocos tipos de madera que habí­an logrado elaborar.

La Junta se instaló en Sultepec, donde nuestro personaje continúo en su empeño en elaborar la imprenta, otro problema fue la falta de tinta, pero esta la lograron fabricar con aceite y extracto de jiquilete y, luego de múltiples pruebas, se logró imprimir el primer ejemplar del diario, a, que tituló “El Ilustrador Nacional”, al que Cos describió con las siguientes palabras:

Una imprenta fabricada con nuestras propias manos entre la agitación y el estruendo de la guerra y en un estado de movilidad, sin artí­fices, sin instrumentos y sin otras luces que las que nos han dado la reflexión y la necesidad, es un comprobante incontestable del ingenio americano siempre fecundí­simo en recursos e incansables en sus extraordinarios esfuerzos para sacudir el yugo degradante y opresor.

El esfuerzo de José Marí­a Cos empezó a rendir frutos, seis ejemplares semanales de este periódico se publicaron, promoviendo la causa e ideologí­a de la guerra de independencia. Durante ese tiempo se le unió, un brillante joven oriundo de la pení­nsula de Yucatán, Andrés Quintana Roo, quien contribuyó no sólo como impresor auxiliar, sino también como escritor, lo que refrescó las ideas y aportaciones del periódico, que cada semana ganaba más adeptos.

Pero estas publicaciones no pasaron desapercibidas para el enemigo, por lo que, el Virrey Venegas, el 3 de junio de 1812, emitió un bando prohibiendo su circulación “ y todos los demás papeles incendiarios que con cualquier tí­tulo se den a luz a los rebeldes a nombre de la junta intrusa que los preside”.

Seis dí­as después las autoridades eclesiásticas se unieron a la condena de Venegas, con un bando que mencionaba: “ prohibiendo a todos nuestros fieles leer, retener y propagar tales libelos que contienen proposiciones cismáticas e injuriosas: y mandamos a los predicadores que combatan desde el púlpito contra esta nueva máquina infernal que ha inventado el padre de la discordia para arrancar de nuestro suelo la semilla de la paz.”

Esta reacción demuestra que los esfuerzos del Doctor Cos, habí­an rendido fruto en su afán de favorecer la guerra de Independencia. No habí­a sido fácil, los tipos de madera se desgastaban rápidamente y, muy continuamente, se quebraban, cada vez era más el material para publicar y más difí­cil mantener aquella imprenta funcional.

Cos y Quintana Roo hablaron con López Rayón: era necesario conseguir una imprenta en forma, para continuar publicando el periódico, que tan buen resultado habí­a dado a la causa insurgente, atrayéndole cada dí­a más adeptos.

Sin embargo, la misión no era fácil pues la venta de lo relacionado con la industria de la imprenta, incluyendo de papel y tinta, estaban controladas por las autoridades virreinales, lo segundo no era difí­cil sustituir o conseguir, pero ¿una imprenta en forma?, las dificultades eran enormes, solo se podrí­a obtener a través de artimañas o por contrabando a través de ultramar y, aun así­, dado lo voluminoso de sus contenedores, serí­a prácticamente imposible trasladarla por los caminos de México, sin que fuese detectada por las tropas enemigas.

López Rayón ya habí­a solicitado ayuda a sus aliados en la ciudad de México, pero no se veí­an probabilidades de cumplir el requerimiento de los impresores/editores.

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