El nacimiento de la imprenta y la libertad de prensa

Entre los inventos que han cambiado la humanidad tienen especial importancia aquellos que han evolucionado la comunicación y la forma de hacer llegar el conocimiento a las personas.

Cuando en el año 476 de nuestra era cayó el Imperio Romano, no había conciencia de todo lo que se perdería del conocimiento que durante más de 1,000 años se gestó en aquella cultura occidental, primero con los griegos y luego en la civilización que se conformó por los nativos del Valle del Lacio, mucho perdió la humanidad con la toma de Ravena por el general visigodo Odoacro.

Los caminos que había creado el Imperio Romano y que llegaron a recorrer desde el sur de la isla británica hasta Egipto, pasando por Oriente Medio y fueron vías de comercio y de transmisión de muy diversas culturas, fueron destruidos. Los habitantes de los pequeños pueblos utilizaban las losas de las carreteras para construir sus chozas o hacer cercas. Las generaciones venideras desconocieron la existencia de la cultura romana y, al ver los restos de las grandes obras construidas por esta, pensaban que había existido una raza de gigantes que las había construido.

El acceso a la cultura y la facultad de leer y escribir se concentró en los miembros de la iglesia, de ahí que durante siglos la cultura prevaleciente fuera denominada “conventalicia”, pues era en los monasterios y abadías donde había bibliotecas y personas que se dedicaban a transcribir los libros, en muchos casos ni ellos mismos sabían leer y escribir, sólo se dedicaban a copiar las figuras y signos que se encontraban plasmadas en los libros que imitaban, a estos personajes se les conocía como copistas. Inclusive la capacidad de manejar el lenguaje escrito era negada a mucha de la clase política dominante.

Como los libros debían elaborarse a mano y quienes lo hacían eran los miembros de la iglesia, poco acceso había a esa fuente del conocimiento.

Fue ocho siglos después que las cosas empezaron a cambiar: Un joven veneciano de nombre Marco Polo viajó hacia el Lejano Oriente y tuvo fuerte influencia en la corte del emperador de la China, la intención primaria de su viaje era el comercio, acompañaba a un tío que había hecho ese viaje en diversas ocasiones y las mercancías que traía a Venecia, de donde pasaban al resto de Europa, eran la seda y el azafrán, esto último tenía un valor superior al oro, de lo apreciado que era.

Pero a Marco Polo no le interesaba el comercio y durante años viajó por las regiones del Lejano Oriente, conociendo su cultura y, sobre todo, las herramientas e inventos que habían creado. Entre otros, llevó a Europa un sistema que permitía reproducir los textos escritos en forma rápida: la xilografía, que consistía en grabar el texto en una tabla de madera la que se impregnaba con tinta y sobre la que se prensaba una hoja de papel en la que quedaban impresas las imágenes y palabras. El grabar la madera era un trabajo lento y de mucho esfuerzo y la compensación no era mucha, pues el blando material se desgastaba fácilmente, de donde la capacidad de reproducir los libros continuaba siendo limitada.

Se requirió el paso de 200 años para que un artesano de Maguncia, a orillas de río Rin, Johannes Gutenberg, diera un paso más allá inventando los tipos móviles, que no son otra cosa que pequeñas tablillas de metal que tienen grabada una sola letra o signo ortográfico y que se juntan para ir reproduciendo los textos, esto dio una gran versatilidad al arte de imprimir, pues el metal era mucho más duradero que la madera y podía utilizarse infinidad de veces para crear diversos textos.

Esta nueva forma de imprimir conocida como imprenta de tipos móviles, creó realmente una revolución en la cultura y los libros se empezaron a producir en forma masiva, uno de los que más se editaban era la Biblia y esto acarreó una revolución religiosa.

Hasta entonces la Biblia tenía una difusión muy limitada y dado que era transcrita en los monasterios, todos sus ejemplares se producían en latín y, de hecho, la iglesia tenía prohibido reproducir el libro santo en otro idioma que no fuera ese, pero dos sacerdotes se atrevieron a retar el poder papal, uno en Alemania y otro en la Suiza francesa, eran Martín Lutero y Juan Calvino, ellos imprimieron la Biblia en alemán, francés e inglés, argumentando que los textos santos debían estar al alcance de todos y no sólo de unos cuantos privilegiados, creando una división entre los practicantes de la religión cristiana.

La escisión que sufrió la iglesia se debió a la primera lucha en defensa de lo que hoy conocemos como libertad de prensa y muchas personas perdieron la vida en la hoguera y las cámaras de tortura por defender una u otra posición. Recordemos a esos mártires de la libre transmisión de las ideas y los que han seguido por ese camino en los tiempos actuales.

—Oscar Müller Creel es doctor en Derecho, catedrático y conferencista. Puede leer sus columnas en www.oscarmullercreel.com

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