CUENTO: Un sueño al borde de la realidad

Era un dí­a común y corriente, Pamela, una exploradora de tierras, caminaba por una carretera sin rumbo fijo en busca de algo nuevo y sorprendente.

Llegó la noche y Pamela cansada y sin éxito obtenido decidió sentarse en una roca y mirar a su alrededor, a lo lejos divisó una variante de luces destellantes, sin pensarlo decidió encaminarse hasta ese lugar a pesar de estar cansada y caminó hasta llegar a un poblado, al parecer olvidado por la sociedad; las luces que destellaban no eran luces que normalmente se apreciaban en un pueblo común, el color aludí­a al pábilo encendido de una enorme vela, un color naranja, amarillo y rojo, aunque la mayorí­a del terreno estaba en completa penumbra.

A Pamela le resultó muy difí­cil apreciar lo que sucedí­a. Era media noche, sin embargo habí­a gran movilidad en el pueblo. Pamela escuchó ruidos, una especie de lenguaje muy extraño, hecho a base de gruñidos, gritos y quejidos insoportables.

Al acercarse a la zona alumbrada, el horror se apoderó de la exploradora, no pudo creer lo que estaba mirando. Habí­a una fuente con enormes figuras de algo parecido a gárgolas de demonios; de la fuente emanaba un lí­quido guinda con dejos negros, que chorreaba de entre las creaturas. Alrededor de la fuente se encontraban unos seres, con las extremidades largas, cabeza pequeña y cuerpos deformes, la piel parecí­a estar desollada, sus ojos eran de un blanco perfecto, casi cegador.

Pamela trató de no hacer ruido y evitar la atención de las criaturas. No sabí­a lo que estaba destinada a vivir en ese momento.

Aquellos seres gritaban y gruñí­an ensordecedoramente, parecí­a como si un dolor permanente las aquejara., aunque ninguno de ellos tení­a comunicación con otros.

De pronto de la fuente salió un niño pequeño tratando de recuperar el aliento, con precipitación una de las criaturas corrió hacia él y con salvajismo lo tomó de la cabeza, lo sumergió en la fuente hasta ahogarlo por completo, cuando al fin logro su cometido, el ser comenzó a comérselo.

La sangre del niño se confundió con el lí­quido de la fuente. Poco a poco comenzaron a salir más niños, entre ellos pequeños bebes, y así­ fue como comenzó el festí­n.

Los seres corrí­an a la fuente en busca de alimento y uno por uno los niños iban desapareciendo, era una completa masacre, los rugidos de las criaturas ahogaban los gritos de las ví­ctimas.

Brazos, pies, cabezas y otras partes humanas se veí­an volar, mientras otras caí­an al suelo, las cuales aquellos seres recogí­an y las metí­an a sus bocas.

Pamela estaba completamente petrificada, el terror parecí­a paralizarle los pies, quiso gritar pero no pudo, sentí­a como si estuviese amarrada al suelo.

Las creituras fueron saciando su hambre frente a los ojos de Pamela, quien permanecí­a estupefacta, casi a la deriva de su muerte, pudiendo ser descubierta.

Uno de ellos miró fijamente a la exploradora y con una luz cegadora, proveniente de sus ojos y un grito ensordecedor, la desmayó.

La luz del amanecer apareció y las creaturas una por una fueron desapareciendo. Al final el sol radiante iluminó la fuente, ya sin rastro alguno de lo sucedido, despertó Pamela y desconcertada se acercó a la fuente. Al asomarse, vio aquel lí­quido guinda, ahora negro, parecí­a que la fuente no tení­a fin, su profundidad era infinita.

Pamela no lograba comprender nada, lanzó una pequeña piedra, no se escuchó sonido alguno, unos segundos después la piedra, convertida en carbón, saltó fuera de la fuente, todo era cada vez más raro y aterrador.

Para la exploradora fue difí­cil entender el cómo salí­an humanos de la fuente.

Un olor casi pútrido imprégnate, acido como amoniaco, rodeó el lugar, Pamela no lo resistió, perdió la razón y cayó dentro de la fuente.

Al despertarse, somnolienta y dolorida, miró alrededor y se encontró, al parecer, con un conocido cuarto de hospital. Permaneció perpleja unos minutos hasta que escuchó voces.

– ¿Cómo está?

– Aún amarrada, parece que ya le ha pasado la crisis, está respondiendo favorablemente a los medicamentos.

– ¿Qué prosigue?

– Esperar, esperar a que Pamela tenga un comportamiento normal, pero considero que después de cinco años de tratamientos psiquiátricos, nada se puede saber; Pamela a sus doce años no puede soportar tantas crisis, sólo mí­rela, su cuerpo está totalmente lastimado, tiene fractura de tórax, costillas, codos y rodillas, no come y sigue intentando comunicarse con sonidos guturales, no sabemos que se puede esperar ¿Ha considerado llamar a un exorcista?

– He intentado de todo, soy su madre. La policí­a me dijo que no podí­a mantenerla en casa, es una amenaza para nosotros.

– ¿Considera que es mejor tenerla aquí­, amarrada y medicada?, es nuestra paciente con más seguridad, después de todo lo que ha hecho no nos sorprenderí­a que volviera a atacar ¿Usted cree que todo se desató por el accidente?

– ¿Accidente doctor? ¡Pamela asesino a su hermano! ¿Usted considera que golpear, ahogar y desollar a un bebé se le llame accidente? No lo creo, por el momento estoy tan cansada de todo, creo que es mejor dejarla así­, aquí­ Sonrienteestá ella segura y todos nosotros también. Haga lo que usted considere mejor doctor, si es recomendable medicarla hasta su muerte, yo firmo donde sea, no sé qué resulte mejor

Pamela cerró los ojos y volvió a caminar por una carretera sin rumbo en busca de algo nuevo y sorprendente.

Cuento escrito por: Michelle Armendáriz.

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