El dicho popular que afirma “en gustos se rompen géneros” parece tener razón, cada persona puede apreciar el mismo objeto y tener diferentes opiniones, algunos pueden afirmar que es bello y otros que no lo es.
Cualquier persona le tendría miedo a un esqueleto humano. El objeto esqueleto es feo, sin embargo, por su significado y costumbres para la mayoría de los mexicanos es valorado en fechas de Todos los Santos.
El gusto que tienen los niños, jóvenes y adultos que aprecian la osamenta de un cadáver es un gusto que no está en el objeto, sino en las costumbres, el gusto es tal que pueden comer un dulce con forma de cráneo, pueden pintarse el rostro de cadáver, etc.
Con este ejemplo nos podemos preguntar ¿Lo bello es relativo? ¿Qué es lo bello? ¿Hay principios universales para la apreciación de lo bello? “Kant ha definido lo bello como aquello que place universalmente sin concepto, es decir, sin necesidad de tener un conocimiento previo (un concepto) del objeto” (Sánchez, 1978, p. 15) y con eso surge otra pregunta ¿Hay solo un tipo de belleza?
Si bien es cierto, Kant afirma que la belleza es objetiva e irradia del objeto en su contemplación, sin embargo, también acepta que hay otro tipo de belleza, como es el caso de un monumento histórico que es bello por el concepto y fin por el que fue hecho.
Según Kant hay dos tipos de belleza, el primer tipo de belleza es según la mera forma, sin concepto. El segundo tipo de belleza es según su fin y su concepto. Estos tipos de belleza pueden ser jerarquizados en ese orden, donde el primero es puro y libre, mientras el segundo es adherente. Entre estos tipos de belleza existe un abismo donde el uno con el otro no es posible que se puedan combinar.
La belleza libre se caracteriza porque el objeto bello no depende de un concepto, no necesita un concepto que pueda embellecerla. Este tipo de belleza es una belleza objetiva. Por ejemplo, las flores y objetos naturales, bellos por naturaleza, “la belleza de una joven” (Platón, 1993: Hipias 287c) la belleza del oro, (Platón, 1993: Hipias 289e), etc. Esa belleza genera satisfacción que está unida con la representación del objeto. En el juicio de una belleza libre, el juicio del gusto es puro.
La belleza adherente “presupone un concepto y la perfección del objeto según el concepto” (Sánchez, 1978, p. 18). La belleza es añadida como adherente, el concepto ayuda a crear algo bello. Por ejemplo, los dibujos y una escultura necesitan un concepto, una explicación o representar algo de valor abstracto. “La belleza adherente, dependiente, se experimenta cuando reconocemos que algo lleva a cabo plenamente su concepto, como en el caso de un retrato, que cumple su función representativa” (Castro, 2007, p. 169). Incluso la belleza humana, cuando se añade moda; un edificio presupone un concepto de fin que determina lo que deba ser, en estos casos se trata de belleza adherente.
Así es como el enlace de lo agradable con la belleza impide la pureza del juicio del gusto, la satisfacción la determina un concepto. “El juicio del gusto, en consideración al objeto, se hace dependiente del fin en el concepto, como juicio de razón, por tanto, es limitado, ya no es libre y puro juicio de gusto” (Sánchez, 1978, p. 19).
Mediante ese enlace de satisfacción estética con la intelectual, gana el juicio de gusto en que es fijado y no es universal. Mediante ese proceso pueden prescribirse reglas que ayuden a identificar lo bello universal, esas reglas no son reglas de gusto, sino de la unión del gusto con la razón. Es decir, de lo bello con el bien, lo bello es el instrumento para el bien (Sánchez, 1978).
Las reglas conservan un valor subjetivo universal, y pueden generar un valor objetivo universal. “Un juicio de gusto es puro si no están involucrados algún concepto o juicio de abstracción” (Sánchez, 1978, p. 20)
Según Kant, los dos tipos de belleza están separados y son categorizados, el puro y libre es mayor, ya que no necesita de algún concepto para reforzar la belleza, mientras que el adherido necesita una razón abstracta para apreciar su belleza. Ahora bien, es preciso que cuando veamos un objeto nos preguntemos, tomando la idea de Kant: ¿Tiene belleza objetiva o belleza subjetiva?
Referencias
Sanchez Vázquez, A. (1978) Antología, Texto de estética y teoría del arte. Universidad Nacional Autónoma de México, Ciudad Universitaria. México, D. F.
Castro, J. S. (2007) Gadamer ante la estética Kantiana. Gadamer y las Humanidades, Volumen I. Ontología, Lenguaje y Estética. México, Facultad de Filosofía y Letras, UNAM. pp. 169-177.
Platón. (1993). Diálogos (vol 1, 3, 4, y 6) Madrid: Gredos.