EL ESTADO, ¿ES NECESARIO? PARTE 2

Democracias Y El Estado

EL ESTADO, ¿ES NECESARIO?

 PARTE 2

Reflexión sobre el Estado desde la perspectiva de Jonathan Wolff

La justificación del Estado de Wolff va encaminada para que todo individuo esté moralmente obligado a observar sus leyes y sus edictos, independientemente de sus creencias, ya que solo así se puede alcanzar un bienestar común. Es por ello que este autor menciona algunas razones —que se desarrollan a continuación— para justificar la participación de cada individuo en el Estado en el cual le ha tocado nacer o vivir.

  1. Obligación voluntarista

En primer lugar, se debe obedecer al Estado porque es una obligación voluntaria. El contractualismo que respalda Locke afirma que el individuo acepta voluntariamente dejar su libertad donándola al Estado para que este tome las decisiones comunales, de esa forma le da la autoridad completa al mismo, sometiéndose a sus leyes. Sin embargo, Wolff cuestiona, con mucha razón, que ese contrato es teórico e irreal para los ciudadanos actuales, ya que para que el Estado tenga la autoridad de someter al ciudadano, este último debe haberlo aceptado voluntariamente, y darle la autoridad universal sobre su libertad, puesto que si hubiera existido un contrato de ese tipo en algún momento de la historia habría sido bueno, sin embargo, solo se debió de haber aplicado a los que firmaron dicho contrato. Actualmente, solo los que son aceptados por naturalización voluntariamente aceptan el convenio. Pero los que nacen en el Estado están obligados a dar su libertar y por consecuencia no han decidido voluntariamente ceder su libertad.

  1. Consentimiento tácito

Ante las objeciones del contrato voluntario no funcional o no existente, se considera como una opción el consentimiento tácito, donde el individuo acepta someterse a la autoridad del Estado no necesariamente con un contrato firmado, sino por estar cómodo o disfruta de la protección de ese Estado. Y si se siente cómodo, entonces consciente las leyes del mismo y se ve obligado a someterse a ellas. Sin embargo, Hume refuta esta afirmación diciendo que “el hecho aislado de residir en un lugar no puede interpretarse como consentimiento.” (Wolff, 63) por ello, para un mundo contemporáneo no satisfacen las condiciones de un consentimiento tácito.

  1. Consentimiento hipotético

En tercer lugar, se considera “El consentimiento Hipotético”, en el cual, se intenta argumentar que el contrato social es la hipótesis de lo que hubiéramos hecho en el Estado de naturaleza; es decir, si estuviéramos en el Estado de naturaleza, seguramente habríamos hecho un contrato voluntario para crear un Estado.

También se afirma que, aunque sea hipotética la aceptación del Estado, también se practica un consentimiento real, ya que cualquier persona que se le preguntara si está de acuerdo con las leyes de su Estado, sin duda podría decir que sí, con eso aceptaría sus obligaciones, aunque no lo allá expresado en una firma. Entonces, el consentimiento hipotético puede ser visto como un modo de conseguir que nos demos cuenta realmente lo que creemos y aceptamos; por eso se considera este argumento como el revelador de un consentimiento disposicional. Este argumento da por sentado que todos quieren hipotéticamente pertenecer a ese Estado, sin embargo, seguramente habrá quienes voluntaria o hipotéticamente no aceptarían las condiciones del Estado donde viven, y sería contradictorio afirmar que se necesita la voluntad en el contrato si solo es una hipótesis.

  1. El anarquismo reconsiderado

Cuando se considera que no todas las personas están sujetas al Estado porque no es justificable, se abre la posibilidad de que el anarquista tenga la oportunidad de ser libre en sus convicciones morales y elija en qué momento obedecer al Estado y en qué momento no. El anarquista piensa “nadie me ha preguntado si deberíamos tener o no un Estado, y la política no me pide permiso para actuar como lo hace… el Estado y la política actúan ilegítimamente.” (Wolff, 2012, P. 67) El anarquista puede argumentar, que no porque la ley sea ley se tiene que obedecer, también puede actuar con autoridad moral cuando alguna práctica o ley del Estado no es aceptable por el anarquista; la desecha y no la obedece, justificando que su moralidad es mayor o que no concuerda con su propio juicio. La posición filosófica del anarquista es peligrosa porque al tener su propio juicio de moralidad puede atropellar al otro destruyendo sus derechos y libertades, solo por su autocomplacencia moral. Es mejor tener buenas relaciones con el Estado y con los que nos rodean para que podamos unirnos a leyes públicamente establecidas y aprobadas.

  1. El utilitarismo

Para Wolff, la justificación del Estado deja varios vacíos con los argumentos anteriores, y es ahí donde el utilitarismo promueve que la “acción moralmente correcta en cualquier situación es aquella que produce la suma total de utilidad más alta posible” (Wolff, 2012, p. 68). El utilitarismo busca la mayor felicidad, sin embargo, medir la felicidad es imposible, aunque la idea surge de ahí, se enfoca en que el utilitarista pueda pensar de la siguiente manera en el aspecto político: “debo obedecer la ley sí, pero solo si mi obediencia ocasionará más felicidad en la sociedad que mi desobediencia” (Wolff, 2012, p. 70), aunque eso puede promover la desobediencia por el hecho de que dé más felicidad a un individuo a un grupo de personas. El utilitarista considera que es necesario que las leyes se respeten, aunque podría ser válido no respetar alguna en algún momento. El Estado, según el utilitarista, está justificado si contribuye a la felicidad humana.

  1. El principio de justicia

Cualquier persona que sea beneficiada por la existencia del Estado tiene el derecho de justicia y de obedecer las leyes. La justicia beneficia a todos los involucrados en el Estado, aunque nuestras pasiones esperan resultados inmediatos y egoístas, debemos obedecer las leyes para el bien de todos y obtener resultados a largo plazo; es justo involucrarse en el Estado, ya que nos protege con justicia.

Si pertenecemos a un Estado voluntariamente, ya sea por consentimiento o por utilidad, estamos obligados a obedecer las reglas de ese Estado y proveer ayuda para el mismo.

El Estado es justificable, y no es otra cosa que una autoridad artificial que actuará dependiendo la ideología política que esté a cargo y dependiendo la participación ciudadana. El Estado se forma por la participación de cada uno de sus súbditos.

Finalmente, el Estado coordina la vida de las personas, independientemente de que se haya aceptado participar de ellos o no. Para bien o para mal el Estado está dotado de poder.

¿Y tú qué opinas de los Estados o gobiernos del mundo? ¿Deberían seguir existiendo? ¿Son necesarios?

Wolff, J.  (2012) Filosofía política una introducción. Barcelona. Editorial Ariel.

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