Chihuahua, “mujer del encino”

Una nueva propuesta nace para dar significado al nombre del estado grande.

¿Qué es Chihuahua?

A 306 años de la fundación de la capital metropolitana, Chihuahua ha vivido un importante desarrollo, se ha convertido en una de las ciudades más importantes del paí­s, junto con su hermana del norte, Ciudad Juárez. Es Chihuahua en realidad cuna de acontecimientos importantes que han cambiado el rumbo del paí­s, destacando además por el mosaico cultural que reside en la entidad, rarámuris, mestizos y los hijos adoptivos de esta tierra, los menonitas,  culturas hospitalarias, leales y valientes.

Un 12 de octubre de 1709 a medio siglo después de la fundación de Santa Eulalia, un grupo de 16 personas precedidos por el gobernador de la nueva Vizcaya, Antonio Deza y Ulloa, se reunieron a puerta cerrada para tratar de asuntos importantes, llevaron a cabo una votación para decidir si Santa Eulalia seguirí­a siendo cabecera del Real de Minas.

La votación democrática fue unánime, ocho personas habí­an votado por que Santa Eulalia fuera la elegida y otras ocho personas votaron a favor del segundo lugar a elección, el valle de la junta de los rí­os, fue el voto de Antonio Deza y Ulloa, el definitivo, cuando eligió fundar para ellos una nueva población en el cercano valle donde confluí­an los rí­os Chuví­scar y Sacramento.

El nuevo Real de Minas fue fundado con el nombre de Real de Minas de San Francisco de Cuéllar, en honor al viejo virrey de la Nueva España, aunque tiempo después, un 1ero de octubre de 1718, se cambiara el nombre a San Felipe el Real de Chihuahua; San Felipe en honor al rey Felipe V de España y siendo utilizado por primera vez el nombre de Chihuahua.

Ya han pasado más de dos siglos desde la fundación oficial de la capital y han pasado 360 desde que el capitán Diego del Castillo escribiera en un documento la palabra chiguagua, sin embargo el origen y el significado real de este vocablo han perdido el interés necesario de las personas que habitan esta tierra.

El verdadero significado de la palabra Chi-hua-hua, escrito de esta forma hoy en dí­a, parece estar enterrado en un cofre muy profundo, ¿Qué quiere decir?, ¿De donde proviene?; estas son cuestiones que aun están sin contestar y curiosamente pocos chihuahuenses se preocupan por averiguarlo.

Existen cinco acepciones conocidas, por las que se expone que este nombre proviene de lenguas como el náhuatl. Uno de los posibles orí­genes más conocidos es el náhuatl Xicahua, que significa “Lugar seco y arenoso“, pero no existe algún acuerdo universal sobre esta hipótesis.

Hace un año, frente a un auditorio de estudiantes universitarios un ingeniero agrónomo, demostró su interés y su amor por la historia de Chihuahua, habí­a estado investigando, quemándose las pestañas, como comúnmente se dice, abriendo y cerrando libros empolvados del archivo histórico, bebiendo letras que le llevaron a  descubrir algo trascendental y de esta forma a armar una nueva teorí­a.

El ingeniero Abel Alvarado, es maestro de tiempo completo y trabaja actualmente para los alumnos en el Departamento de Planeación e Innovación de la Uach; desde su escritorio compartió con Omnia, su experiencia al haber investigado a fondo uno de los temas que deberí­an tener mayor relevancia en el estado.

El apasionado de la historia del estado manzanero, recopilo de tajo toda la información que habí­a reunido y tuvo la oportunidad de exhibir el tema como un proyecto digno de considerar, la ponencia fue presentada ante universitarios en el cí­rculo de la tradicional semana del humanismo, que se lleva a cabo en la Facultad de filosofí­a y letras de la Uach; además se encargó de imprimir material que se distribuyó sin fines de lucro. Los resultados fueron aplaudidos por algunos pero quizás no obtuvo el reconocimiento e interés adecuados.

El profesor está convencido de que todos los significados etimológicos que se le han dado hasta ahora a la palabra “chihuahua”, necesitan una revisión al igual que su concepto merece que al menos sea contemplado como el posible.

La teorí­a del ingeniero Alvarado nos transporta hasta la época de 1652, cuando Diego del Castillo descubre una veta de plata en la región de Tabaloapa, en aquellos tiempos en que los indí­genas dueños de la tierra chihuahuense nombraban a los lugares correspondiendo siempre con caracterí­sticas propias del lugar a nombrar,  apreciando el que no lo escribí­an en grafí­as, sino lo comunicaban entre ellos de boca a oí­do.

El vocablo chihuahua es tan antiguo como los asentamientos que recibieron a los españoles o quizás más, en propias palabras, el histórico Don Diego nos deja un tesoro redactando acerca de la mina que soñaba con explotar, “esta se encuentra cerca de Chiguagua”, al escribir de tal forma podemos imaginarnos que es así­ como Don Diego lo alcanzo a entender de labios de algún indí­gena, simbolizando que en esa época ya tení­an ese concepto, alguien más ya se lo habí­a impuesto a un lugar en el estado.

Quien le transmitió el nombre a Diego del Castillo, quizás no tení­a la menor idea de cómo se escribí­a, porque en esa época los mensajes eran más bien fonéticos.

Hoy en dí­a encontramos que el nombre de la región se escribió durante mucho tiempo con la letra “G”, localizando documentos de años de 1776 cuando aun se escribí­a de tal forma.

En el corazón del estado, exactamente en la sierra de Santa Eulalia, aun existen vestigios de un viejo Chihuahua, las ruinas corresponden a un asentamiento indí­gena probablemente azteca, el lugar fue denominado por algún autor como “Xicahua”, de ahí­ proviene el que la apreciación sea errónea, en la traducción o en la similitud con el territorio que se pretende identificar.

El paisaje de la región de referencia, estaba constituido entonces por especies vegetales de encino y no dejaban espacios para cultivar otro tipo de plantas, como el frijol, amaranto, maí­z, o calabaza parte fundamental de la dieta vegetal de los indí­genas nahuatllecas.

La versión más posibilitada de origen náhuatl,  corresponde al concepto de Xicahua, (seco y arenoso) se aceptarí­a siempre y cuando la traducción fuera la correcta, sin embargo seco se dice huacqui y arena se dice xali, no teniendo cabida entonces de esta forma.

El profesor reconoce que las reglas gramaticales náhuatl, son casi desconocidas por la mayorí­a, y tampoco la pronunciación indí­gena real, es por lo tanto que si se le destinara una mayor pesquisa al origen de la palabra, quizás llegarí­an a un acuerdo, si realmente tiene origen Náhuatl la localidad a la que se hace referencia en la sierra de Santa Eulalia, deberí­a escribirse Cihuahua, haciendo referencia a que con el paso del tiempo las palabras son desfiguradas y dichas desde labios indí­genas hasta oí­dos españoles, con mayor razón, asi es como se piensa que la palabra Cihuahua, tendrí­a una verdadera equivalencia en náhuatl como, Cihuatl  significa mujer y áhuatl, significa encino. Simbolizando a “Cihuahua”, como la mujer del encino.

Pasando a ser esta una teorí­a menos descabellada, recordando que son muchos los lugares de la republica que tienen nombres de esta í­ndole, como Iztacihuatl, que quiere decir la mujer dormida, siendo este el volcán desposado del Popocatépetl; o Cihuatlan, que es una localidad entre Jalisco y Colima, con significado “cerca de la mujer” .

Esta aportación que el ingeniero, hace a la ciudad la realizó con la finalidad de dar un poco de luz a este concepto, que no solo deberí­a preocupar a pocos sino a todos, un conocimiento que vale la pena tener, tanto como los que vienen en nuestros libros de historia.

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El historiador chihuahuense, Francisco R. Almada, es quien enumera las cinco acepciones conocidas actualmente, aun cuando falleció sin validar ninguna de ellas; sobre el origen de estas denominaciones, se necesita esclarecer cual es la real, ya que las conocidas hoy son tan dispersas como el decir que Chihuahua significa costalera o lugar de fábricas.

Si bien la que tiene más cabida en aproximación es la que se encuentra vinculada con nuestro entorno geográfico, interpretada como lugar seco y arenoso, solo que tal vez se perdió de vista que la sierra de Santa Eulalia, de donde proviene la antigua palabra, es seca pero no arenosa, entonces también termina desentonando y quedando fuera de ser real.

Algunos historiadores afirman que el mencionado vocablo corresponde al dialecto de los indios, cuatro de ellas presumen ser de origen tarahumara y la última de procedencia náhuatl, desenmascarando cada una de ellas, se puede reconocer que ninguna es la adecuada y se vuelve al cí­rculo vicioso de quedar de nuevo sin el conocimiento.

Lugar de fábricas: se dice que se le dio por la gran cantidad de haciendas de beneficio de metales y cendradas ó vasos de fundición que se establecieron a orillas del Rí­o Chuví­scar en el primer tercio del siglo XVIII, a raí­z del descubrimiento de las minas de Santa Eulalia; pero los que así­ opinan no han tomado en cuenta que la palabra Chihuahua ya se aplicaba al expresado nativo con anterioridad al establecimiento de las llamadas fábricas; este término no es propio del dialecto tarahumara porque ni antes ni después han tenido fábricas los indios de la tribu citada.

 Junto a dos aguas: Para llegar a esta conclusión han descompuesto la palabra como sigue: “chi”, lugar; “hua”, agua; “hua”, agua; haciendo mención de los Rí­os Sacramento y Chuví­scar, que se juntan en las inmediaciones de la capital. La apreciación resulta ilusoria, dos aguas serí­an traducidas al tarahumara como “ocubahuiqui”, que dista mucho para asemejarse a la palabra Chihuahua.

Lugar de piedra agujerada: Significado que han atribuido a Guaguachí­ o Guaguachiqui, pueblo del municipio de Urique, considerando las mismas sí­labas de Chihuahua, nada más que invertidas. Los que así­ opinan toman como fundamento lo que pudiéramos llamar la piedra agujereada, que es la ventana o traga-luz que presenta el Cerro del Coronel en la parte alta, al lado de la derecha visto de la avenida Juárez. De acuerdo al dialecto tarahumara, es imposible constatar la acepción antes expuesta porque piedra en tarahumara es “rehéque” y agujereada, “ehuárame” ó “ehuácame”, agujero “ehuáca” y agujerear “ehuará”, y no se puede combinar la primera voz con cualquiera de las siguientes para que resulte en la construcción Guaguachiqui ó Chihuahua.

Costalera o saquerí­a: Derivada de la voz indí­gena “Chihuahuira”, “Chihuahuara” ó “maruca”, que sirve entre ellos para designar una bolsa de cuero que generalmente llamamos talego, en la que los indios ponen su pinole ó cualesquiera otra cosa pequeña que llevan durante los viajes. Se interpreta que si “Chihuahuara” significa costal, Chihuahua denota costalera ó saquerí­o; pero con este criterio también podrí­a decirse que si “Chihuá” es la traducción del verbo robar, Chihuahua será la gavilla de ladrones; y si “Chihuaca” es leche, Chihuahua significará establo. Se debe aclarar que en lugar de aplicar alguna otra desinencia a “chihuahuira” para pluralizar la voz “costal” ó “talego”, se le quita la última sí­laba para que denote costalera ó saquerí­o, lo que no está de acuerdo con la regla gramatical citada antes, pues muchos costales serí­a “huecá chihuahuira” en el dialecto tarahumara. Ahora bien, si con el significado de “costalera ó saquerí­a” se quiere hacer mención a la gran cantidad de sacos que se usaban para transportar los metales de las minas de Santa Eulalia de Chihuahua a las haciendas y cendradas del Real de San Francisco de Cuéllar, la interpretación también resulta errónea, pues los sacos fueron posteriores al nombre de Chihuahua que desde sus orí­genes se dio al actual Mineral de Aquiles Serdán y hasta 1718 a la capital, y todaví­a existe en el primer lugar un punto llamado Chihuahua el viejo.

Lugar seco y arenoso: Félix Ramos y Duarte, en su diccionario de Curiosidades Históricas publicado en 1899, afirma que Chihuahua es probablemente una palabra de origen Azteca formada de “Xicuauhua”, que se descompone: “Xi”, así­ y “Cuauhua” sí­ncope de “Cuauhuacqui”, seco o cosa seca o  arenosa, sin embargo como ya se mencionó antes esta concepción no corresponde con el lugar de donde salió que es de Santa Eulalia.

Aun revisando las cinco anteriores y tomando en cuenta la del Ingeniero Abel Alvarado, existen muchas preguntas que deberí­an ser explicadas; sociólogos, historiadores, lingí¼istas, antropólogos, son quizás las personas indicadas y con obligación de comenzar una investigación que satisfaga la duda histórica de la ciudadaní­a.

Es inconcebible que viviendo y diciéndonos chihuahuenses no tengamos ni la más remota idea de lo que queremos decir al hablar de Chihuahua.

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