Conoce a Gerardo Robles, ¡Músico, Poeta, Escritor!

Gerardo Robles, joven cuauhtemense,  egresado de la Facultad de Filosofí­a y Letras de la licenciatura de Letras Españolas ha participado en eventos importantes como El Encuentro Nacional de Escritores Jóvenes Jesús Gardea, tiene publicados dos libros El silencio de las cosas y Mediaciones, el primero en D.F. con apoyo de Gobierno del Estado en un programa de estí­mulos a creadores, el segundo en Washington D.C. por medio de Latin Heritage Foundation. Le han publicado en revistas digitales e impresas de México, Colombia, España, Chile, Estados Unidos, en un libro colectivo de la Uach con la ponencia Poesí­a: nacer del oxí­moron, y en uno de cuentos que está a punto de salir.

Se ha desarrollado un poco en medios de comunicación en edición y como reportero, y en áreas como la corrección de estilo. Es compositor y le gusta bastante la investigación, aunque piensa dedicarse a la docencia. Comenta que siempre escribirá, no porque espera que le dé algún beneficio, sino porque es una necesidad el expresarse y ello le  ha logrado conducir a través de los 24 años con que cuenta, encaminado ha descubrirse y descubrir cómo llegar al corazón de las otras personas.

Cree en el poder del arte; el poder de modificar y de posibilitar cambios positivos; el poder de abrir canales entre los seres humanos, las naciones, las diversas perspectivas. Le hubiera gustado tener habilidades para el arte plástico y haber tenido una mayor formación musical, sin embargo le apasionan todas las artes, contemplarlas, analizarlas, vivirlas. La creación le parece la realización máxima de la magia del universo; es cuando uno se da cuenta de lo que se puede ser capaz de lograr con pasión, entrega y voluntad. Un poema nunca está terminado, dicen los grandes maestros, se abandona, como se abandona la vida, no sin antes habernos entregado enteros a su influjo, finaliza.

Gerardo se identifica con algunos autores como Quevedo, Homero Aridjis, Cortázar en su etapa de poeta, Oliverio Girondo, Vicente Huidobro, Borges; cuando él iniciaba en la poesí­a las influencias eran más visibles, pero con el tiempo logró su estilo personal mediante la lectura y las vivencias.

Gerardo Robles presenta unos de sus muchos poemas escritos, pero estos, son parte de lo que aún no ha publicado.

Esta es una mirada a una parte de él, en la que ama desenvolverse escribiendo poemas, como este llamado:

Coraza

La vida da tantas vueltas, que siempre pasa lo mismo.

El giro de los objetos que aquí­ en la nube simple hacemos la coreografí­a trágica

se presenta casi involuntario,

como una duda que se apega al orden y lo fractura,

y lo lleva a perder la dirección

y lo construye de nuevo para que ya no se reconozca;

algo de esto, quizá le da razón a la necesidad de que cambiemos siempre,

porque amanece y la aurora tiembla en la lejaní­a, sin retorno.

Quiero plasmar este ardor en la llama de un cuento,

como cada ocasión que le presentamos nuestras puertas

a la extrañeza de los incontables muros alimentados en nuestra gloria y ego;

cada persona es una maquinaria ruda, inquieta,

que ya no puede entrar en sus propias medidas.

Ante este anhelo del exceso, ningún destino se arma a la sombra de la insistencia,

sino espera el reloj que el encuentro de sol y mar no destruya

ni apague ni erosione el trémulo reposo de las palabras

-es sólo la inestable estatura de las casualidades disponiendo de todo.

Se refiere este llanto a una esquina del alma incierta, vagante,

un lugar encantado sin cielo y sin edificaciones,

donde el único contratiempo es la eternidad del placer que se engendra

fuera del corazón y del mundo;

fuera de todas las cosas que son destinadas a identificarse.

Pareciera que se trata, no más, de una representación de lo que no es.

El don de estar donde no se encuentra, donde no se es,

donde no se instiga a nada o nadie de ser lo que evade o enfrenta;

pareciera que no es el camino lo que agota,

sino la diminuta consciencia del sentido.

Dí­as antes de los más anteriores que caben en el recuerdo latente,

hubiera dudado tal vez de cada minucia;

era infantil la creencia,

ardua la búsqueda de una estampa,

imaginario el estí­mulo externo, transparente la herida,

y el tiempo muy nuevo.

Recordando esos rostros, esas otras funciones de nuestra figura,

se van uniendo las razones para nuestro presente;

y no es que la memoria nos niegue

-tampoco nos perdemos naturalmente en la época-,

pero se armó sola una nostalgia

y dejamos volver demasiado pronto el pasado.

Asegurar que no sigo un rastro de escorpiones me libra sólo del miedo, pero me deja en el mismo viaje.

Sin alarmar, asintomático, como un embate de garra,

el (in)flujo de la energí­a nos determinó un encierro acá, entre las tantas trampas de la tierra.

Equivocados en el tiempo

(como la orilla que no forma las mareas

pero las contiene)

ya no tenemos fuerza ni intención de encontrarnos í¢â‚¬”a nosotros y otros;

sólo hay dí­as hacia atrás y canciones sueltas

en la espera de un olvido temprano que madure las rutas.

Nos llegó la verdad, y no la queremos.

 

 

Reparticiones inexactas

“oh, que será, que será”

Chico Buarque

Muevo, retiro, quito, traspaso, alejo,

transformo los objetos para ver lo que no muestran.

Ando a veces aturdido y en mi esqueleto se escribe

una sinfoní­a que me pone nervioso

porque, a pesar de carecer de orden y ritmo,

cada claqueteo í¢â‚¬”y sus respectivos eco y silencio- comunica

el pensar de las creaturas más antiguas.

Por eso me obsesiono con esa cifrada manera de avanzar

que tienen todas las cosas, desde el crecimiento de un cabello hasta la sobreposición de los fragmentos terrestres que arrastran el magma y el cuerpo calcinado de los dioses sin nombre.

No quiero explicarlo, necesito sólo que su violencia me abrace

y me rompa en el primerí­simo contacto;

me niego a continuar en una estrella que nadie conmueve.

Tal vez se trata a última razón  de un ritual dedicado a la perseverancia

(o al menos eso explicarí­a la necesidad de mantenernos despiertos y con vida).

Debemos resistir lo real, lo transparente; los placeres más posibles y evidentes son lo más sencillo;

o exceso de la fugacidad; un encuentro mí­nimo con esa consciencia mayor que descansa en el cuerpo.

¿Qué será el aire? (si no una espada hambrienta)

¿Qué será el camino? (si no un corazón que se exhibe)

Desahogo, rearmo, compongo,

trasciende el valor de la sapiencia;

pero me confundo y las llamas me obligan a beberlas

y el silente del tiempo viola los

los obstáculos que me dan el sentido;

y otra época me lleva a ser actor  de ningún momento.

 

A poca distancia de unas huellas que

intento descubrir en mi tabla vací­a,  me doy cuenta que yo no soy yo sino todos y todo.

Quizá es por esto que hurto el frí­o,

el temblor y el fruto de cualquier acontecimiento.

Pueden ocurrir tantas cosas en la emancipación de los hemisferios a sus cí­rculo eterno.

Pero la robusta plenitud de la iluminación.

Es un rato que parte la humanidad hasta

Que no le quedan mitades

Ni alturas ni pesajes posibles.

Me quedo a esperar:

TOCO UNA ESTRELLA Y SU LUZ

ME SUME EN EL MíS PROFUNDO

   DE LOS VIAJES.                                                                                                                                                                                     Hasta luego, ya regreso.

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