Sitio a Cuernavaca, a 110 años de una batalla ninguneada

Durante la primavera y el estío de 1914, el Ejército Libertador del Sur y Centro comandado por el General Emiliano Zapata arrasaba con el Ejército Federal en el sur del país. En febrero, la plaza de Chilpancingo caía en poder de los rebeldes, seguiría Iguala, para después penetrar en suelo morelense persiguiendo a los efectivos federales comandados por el general Flavio Maldonado; primero los echaron de Puente de Ixtla, después de Jojutla, también de Zacatepec y finalmente el 19 de mayo de la Hacienda de Treinta.

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Decenas de campesinos-guerrilleros del Ejército Libertador, acompañados de su familia, caminan rumbo a Xochimilco, en el año de 1914. Foto: Internet/Fine art america

Solamente 28 efectivos del Ejército Federal llegaron a Cuernavaca en esos días, y pudieron narrar la trágica huida de la unidad militar que constaba de más de dos mil efectivos que se fue desgranando y terminó en las lomas de Atlacholoaya, en desbandada, mientras el general Maldonado miraba la derrota de frente, sentado en una piedra luego de que su caballo fuera herido.

El avance del pueblo armado, del Zapatismo, nada lo detenía, como nada detenía al Villismo en Zacatecas ni al Obregonismo en occidente. El último reducto del Ejército Federal en Morelos se encontraba en la capital, Cuernavaca, y así allá se dirigieron los revolucionarios.

Y le pusieron sitio.

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Cuernavaca, capital de Morelos durante el periodo revolucionario, en la cima de la loma se observa el Palacio de Cortés y la calle de Salazar. Imagen tomada desde el oriente de la ciudad. Foto: Internet/México en fotos

Gildardo Magaña en su obra Emiliano Zapata y el agrarismo en México refiere que no pretende presentar “el sitio de Cuernavaca como una de las grandes acciones guerreras”. Sin embargo, arroja luz sobre cientos de revolucionarios de origen humilde de los estados de Morelos, Guerrero, Puebla, y Estado de México, a los cuales les “impulsaba la fuerza de un ideal” y “la convicción de que se hacía necesario aniquilar al Ejército Federal, que de sostenedor de las instituciones nacionales se había convertido en el poderoso apoyo de un régimen social de injusticia que era necesario modificar a costa de esfuerzos, de sangre y de vidas”.

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Toma aérea de la ciudad de Cuernavaca a principios del siglo pasado. Ciudad emplazada en sentido norte-sur sobre la loma entre las barrancas de Amanalco y Analco. Foto: Internet/México en fotos

El asedio a la ciudad comenzó a finales de mayo, el general en jefe Emiliano Zapata comunicó a los generales Genovevo de la O y Francisco V. Pacheco que se posesionaran en el norte del punto conocido como Las Trincheras, en Santa María Ahuacatitlán y el poblado de Huitzilac, respectivamente. Al general Antonio Barona le indicó que se ubicara al sur y al general Amador Salazar al poniente de la capital. Emiliano Zapata instaló su Cuartel General al este de la ciudad, en el poblado de Atlacomulco. Con los días y las noches, se fueron integrando otros dirigentes con su gente, iniciando los combates contra los sitiados al empezar julio. A partir de esa fecha los revolucionarios atacan posiciones del Ejército Federal, sobre todo en el norte y noreste, por donde corrían las vías del tren que comunicaba con la ciudad de México. Los guerrilleros destruyeron las vías y atacaron las estaciones del tren ocupadas por la tropa federal. El sitio a mediados de julio fue total, por esa razón los sitiados no se enteraron de que Victoriano Huerta renunció a la Presidencia el día 15 de julio.

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Llegada del tren a la estación de Cuernavaca durante el periodo revolucionario. Foto: Internet/Cuernavaca Viejito

El sitio se prolongó durante dos meses y medio, en los cuales la División del Sur del Ejército Federal, compuesta por tres mil elementos, se acuarteló en la capital, que está ubicada en la loma que se orienta de norte a sur entre las profundas barrancas de Analco y Amanalco.

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Artilleros del Ejército Federal disparan un cañón durante los combates en el sitio de Cuernavaca. Foto: Internet

Fueron muchos días de hambre y castigo para la población civil que se encontraba en Cuernavaca, días de incertidumbre frente a los guerrilleros campesinos del Ejército Libertador que tenían rodeada la ciudad y constantemente atacaban, con luz de día y en la oscuridad de la noche.

Una ciudadana inglesa que se avecindó en la capital desde 1907, Rosa Eleanor King, propietaria del hotel Bellavista cuenta su versión de los hechos que atestiguó en su libro Tormenta sobre México. Desde su alta posición como propietaria de uno de los mejores hoteles de la ciudad, se relaciona con lo más granado de la sociedad de la capital, conoce al último gobernador porfirista, Pablo Escandón, y ve entrar, en 1911, a la capital morelense a Emiliano Zapata y sus huestes de las cuales resalta que “Traían estos hombres la aureola esplendorosa de devoción y entrega a su causa, el aspecto de todos los patriotas que, desde tiempos inmemoriales, han dejado el arado en el surco a medio abrir para tomar un arma cuando es necesario y pelear”.

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Zócalo de la ciudad de Cuernavaca durante el periodo revolucionario. Foto: Internet/Cuernavaca Viejito

El general del Ejército Federal, Pedro Ojeda, decidió romper el sitio el 13 de agosto, incorporando a los civiles que querían salir de la ciudad en el centro de la larga columna militar. Después de dinamitar la bodega de municiones y armas que tenía el Ejército Federal en la ciudad, el éxodo de militares y civiles que se abría paso a “fuerza viva” entre los disparos de los zapatistas se encaminó al sur, bajó por la Cuesta de la Muerte hacia Temixco, desangrándose. Se refugiaron en la Ex-Hacienda de Temixco, en la de Xochitepec, y en la de Miacatlán, en un largo viaje de dos días en el cual fueron atacados sin consideración por miles de campesinos armados, guerrilleros del Ejército Libertador.

En la persecución y ataque a la columna de civiles y soldados se fueron dando muchos enfrentamientos, en uno de ellos, en las lomas de Coatetelco, fueron heridos los generales Bonifacio García e Ignacio Maya, muriendo más tarde, esta pérdida fue muy sentida en el lado rebelde. Genovevo de la O y otros generales fueron persiguiendo lo que quedaba de la columna hasta Palpan y Malinalco, en el Estado de México; solo unos cientos de soldados y civiles de los miles que salieron de Cuernavaca llegaron a Tenancingo y fueron protegidos por el Ejército Constitucionalista.

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Tropas zapatistas. Foto: Internet

La batalla por ocupar la capital de Morelos no figura en la narrativa histórica de la Revolución Mexicana, los hechos de armas y las ideas que motivaron la acción de los integrantes del Ejército Libertador del Sur y Centro han sido subvalorados por muchos historiadores. Los combatientes zapatistas (según esta narrativa) no tenían la disciplina de los ejércitos de Obregón (tampoco recibían pago de haberes ni usaban uniformes ni armas modernas) ni la mítica aureola de los villistas (quienes también estaban uniformados y recibían un salario por hacer la guerra). Aseguran que tampoco tenían un ideario político, aunque desde noviembre de 1911 guiaron su actuar con el Plan de Ayala.

Y fueron irreductibles.

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El General Emiliano Zapata, al centro de la imagen, entra a Cuernavaca, capital de Morelos, luego de ser tomada a mediados de agosto de 1914. Foto: Internet

El sitio de Cuernavaca del verano de 1914 quedó de lado ante los sucesos que se vinieron encima. El autoproclamado primer jefe del Ejército Constitucionalista, Venustiano Carranza, movió de tal manera las piezas del ajedrez que detuvo en Chihuahua a la poderosa División del Norte dirigida por Francisco Villa después de su triunfo en Zacatecas, y alentó el paso del Cuerpo de Ejército del Noreste que mandaba Álvaro Obregón, quien el 13 de agosto firma la rendición de lo que queda del Ejército Federal en Teoloyucan.

El carácter señorial y racista de Carranza no aceptó jamás los postulados agrarios del Plan de Ayala, al contrario, cuando los zapatistas avanzaron desde el sur hacia las goteras de la ciudad de México para tomarla, se toparon con la sorpresa de que las tropas federales que detenían su paso fueron reemplazadas por elementos del Ejército Constitucionalista. Esto únicamente pudo ser visto por los sureños como un cambio de autoridad, justamente lo que había pasado en 1911 con Francisco I. Madero.

No hubo entendimiento entre los dirigentes del Ejército Libertador del Sur y Centro y del Ejército Constitucionalista, ni podría ser de otra manera. La oportunidad de dialogar estuvo cerrada desde el primer momento, pues ¿Cómo se podrían entender los campesinos armados para defender la tierra en que viven con los norteños encabezados por un político ex porfirista, autoritario a más no poder?

Esta fue la última oportunidad que se tuvo para evitar la guerra de facciones que ganaría el Constitucionalismo, guerra que al final fue más intensa y dramática que las etapas revolucionarias del maderismo, su caída y la lucha común contra Victoriano Huerta.

Con el régimen de Carranza la perenne rebeldía de los zapatistas (sobre todo en Morelos) será castigada severamente. Para imaginar el impacto que tuvo la guerra que se les hizo hay que saber que la palabra “carrancear” se empezó a usar en esa época, y según el Diccionario de Mexicanismos de la Academia Mexicana de la Lengua, esto se define como robar.

Los años que siguieron confirmarían la definición.

Bibliografía.

King, Rosa E. 2013. Tempestad sobre México. México. Fondo Editorial.

Paz Solorzano, Octavio. 2012. Emiliano Zapata. México. Fondo de Cultura Económica.

Womack Jr., John. 2014. Zapata y la Revolución Mexicana. México. Siglo Veintiuno.

Pineda Gómez, Francisco. 2013. La Revolución del Sur. México. ERA.

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