En el libro de Anna Quindlen se reflexiona sobre la idea de perfección y los estragos que contrae el seguir con las normas consideradas ideales para llegar a este perfil fantástico, pero nefasto.
Comenta cómo a lo largo de su vida fue una alumna ejemplar en todo, participaba activamente en la comunidad estudiantil, si había un evento estuvo presente apoyando, saludaba a todos en el pasillo porque habría de ser amable, y hablaría mal a sus espaldas porque debería de tener algo de malicia. No recuerda muchas cosas de sí misma, más que ese rol que presentaba, del cual no tenía idea de por qué, si se le hubiera preguntado la razón de participar en todo de manera tan excepcional, no tendría la respuesta, era algo como programado, sin razón.
Al querer alcanzar la perfección uno se encuentra con muchos sentimientos y cuestionamientos enredados sobre la identidad, autenticidad y la felicidad, la autora se daba cuenta de que no era feliz, a pesar de ser lo que se consideraba ideal, por lo que se rompieron las ideas que tenía para empezar esta nueva etapa en su vida con mucha menos presión, haciendo cosas por el hecho de querer, y así recomienda al lector en tomar acción en las decisiones del futuro que desea.