Es difícil hablar de George Orwell sin que salten a la mente los conceptos de cultura popular que introdujo en su Magnus opus; 1984, tales como el Gran Hermano, la Policía del Pensamiento, el Crimen Mental, etcétera, pero más que nada salta al pensamiento el neologismo que se creó con su apellido; lo orwelliano, que es básicamente un sinónimo de lo distópico y totalitario. Secundariamente, podría saltar a la mente la sátira fabulesca a la Revolución Rusa que fue Rebelión en la Granja, pero que no se limitó al caso soviético, pues terminó parodiando a todas las revoluciones sociales habidas y por haber. Pero antes de llegar a eso, Orwell escribió su primera novela, titulada Los Días de Birmania, la cual es también una ficción política, a saber, una manifestación de inconformidad ante el colonialismo británico, particularmente en el sudeste asiático. Pese a que, como el mismo Orwell lo dijo, su mayor aspiración era convertir la política en un arte (en el que todo siempre tiene un final amargo e insatisfactorio). Es posible que en pocas ocasiones se ha examinado la literatura de Orwell desde otro prisma que no sea el político, pues sus textos ofrecen ricos matices psicológicos y filosóficos que han sido opacados en favor de su comentario social.
Como antecedente histórico, se suele aclarar que Orwell trabajó alrededor de cuatro años como parte de la policía imperial británica en Birmania, sus relaciones con el sudeste asiático no comenzaron ahí, pues, nació en Motihari, India, de modo que conocía la región y muy pronto comenzó a germinarse en él una profunda aversión por el imperialismo y al racismo. En su personaje principal, Flory, un inglés que se percibe perdido en Birmania, pero que aun así siente más estima por la gente nativa de este país que por sus compatriotas. Este personaje lleva sutiles similitudes con Winston Smith, el protagonista de 1984, y es que, naturalmente, es un reflejo de la personalidad de Orwell. Un hombre taciturno, confundido, aislado, y que a pesar de cargar una extraña convicción de ser él quien está en lo correcto, el mundo siempre le demuestra que le es indiferente, y por este motivo, sus protagonistas son aplastados por la otredad, por las invencibles estructuras del poder político. No obstante la agudeza de análisis que Orwell mostró desde su primer trabajo literario, el libro no fue exitoso, ni en su tiempo ni en la actualidad, pues los círculos literarios y las grandes masas parecen no poder superar 1984. El gran público no ha notado la frescura de un Orwell que no critica nazis ni soviéticos, sino a su propia gente, los ingleses.
En suma, la novela versa sobre el colonialismo inglés en Birmania (también conocido como Myanmar), sus personajes principales son el mencionado Flory, su amigo birmano, el Dr. Veraswami, los miembros del Club británico, el pernicioso U Po Kyin, y la bella Elizabeth. Al inicio de la historia solamente se describe la insignificante y aburrida vida de Flory en Birmania, una sensación de extrañeza acompaña al lector, que jamás se explica del todo por qué exactamente es que los británicos ocupan Birmania, pues muchas muestras de desagrado son proporcionadas por los habitantes de dicho país. De alguna manera, el autor da a entender que los individuos que terminan en dicho país es porque algo debió haber salido muy mal en el “viejo continente.”
Empero, más pronto empieza a surgir la parte humanista, el lado socialista de la pluma de Orwell, pues a través de los pensamientos de Flory comienza a elogiar la belleza de ese país que nos resulta tan exótico a los “occidentales.” El aprecio y la fascinación que siente Flory por Birmania y su gente solamente será igualado por la desazón que le produce vivir ahí, sobre todo porque parece ser el único inglés que reconoce a los birmanos como seres humanos, al igual que Winston Smith se consideraba el único verdadero humano en Oceanía. La vida de Flory da un vuelco cuando Elizabeth llega a escena. Este queda embelesado con su presencia e intenta intimar con ella, y para lo que Flory piensa que es su fortuna, ¡Ella viene en busca de marido! No obstante, las contradicciones de espíritu entre Elizabeth y Flory se vuelven evidentes, que son un eco de cómo se sentía Orwell respecto a la cultura colonial británica y al mundo en general. Pues Elizabeth es una chica superficial, caprichosa, maleducada y, sobre todas las cosas, una snob, racista completamente desentendida de todo lo que huela a arte y a intelectualidad.
Flory enfrenta una crisis de identidad porque no se identifica con los británicos en su forma de ver la vida, pero tampoco es parte de los birmanos, todo parece ser un conflicto entre el color de piel y la cosmovisión de grupos e individuos. Al igual que Winston Smith haría con Julia, Flory busca satisfacer su búsqueda espiritual con Elizabeth, y si bien Winston nunca se siente satisfecho del todo en este aspecto, aunque la intimidad que consigue con Julia sí que le produce tranquilidad. Los intentos de expresarse a sí mismo de Flory ante Elizabeth fracasan estrepitosamente, pues no solamente Flory, una vez más, análogamente a Winston, es incapaz de hilvanar sus ideas en un orden filosóficamente coherente, sino que a Elizabeth no podrían importarle menos. Nuevamente, Orwell crea describe a su personaje femenino secundario como una mujer sin profundidad intelectual alguna, igual que en 1984, lo cual muestra un tanto de su inseguridad con las mujeres, toda vez que la manera en que parece considerarlas inferiores.
La trama secundaria de la novela, la cual se entrelaza sutilmente con la ya mencionada línea principal, gira en torno al Dr. Veraswami y su antagonista, U Po Kyin, quien con base en calumnia, busca desprestigiar al primero, haciéndose valer de artimañas politiqueras como instigar una rebelión birmana contra los británicos, con el único propósito de ser él mismo quien la aplastase, y de esta forma ganarse a tal grado el favor de los europeos, que terminarían admitiéndolo en el club, aquél recinto que, por la descripción de Orwell, debe ser algo similar a lo que hoy conocemos como “Club deportivo.” U Po Kyin comienza a esparcir rumores de que el Dr. Veraswami es un violador, un pederasta, homosexual, socialista, sedicioso, subversivo, y todos los demás cargos que los británicos pudiesen encontrar como ilegales. Cuando finalmente se levanta una suerte de “Revolución” con palos y piedras, Flory logra apaciguarla de forma pacífica, de esta forma, la amistad del Dr. con Flory, quien es un blanco, le ayuda a levantar su prestigio, pero más pronto que tarde, y como ocurre en todas las historias de Orwell, que sin falta se tornan trágicas, toma un vuelco fúnebre y la suerte de ambos sufre un revés debido a las perversas y corruptas maquinaciones políticas de su adversario, U Po Kyin y la insufrible sociedad europea.
Los Días de Birmania parece ser una pieza clave para entender la forma en que esta región tristemente olvidada por occidente, el Sudeste Asiático, sufrió la represión colonial, y de cómo una sociedad supuestamente democrática y liberal permitía tales abusos. Esta novela es una oportunidad imperdible para conocer una maravillosa cultura que es sometida por la misma gente de quien lo narra, y demuestra de esta forma la empatía y cercanía que sentía Orwell, al menos de forma literaria, por todas las personas y etnias consideradas inferiores por ser comunes.