Porfirio Díaz y su Gabinete de Científicos

Porfirio Díaz fue un veterano de la Segunda Guerra de Intervención Francesa y de la Guerra de Reforma, este estuvo al servicio de Benito Juárez García. De hecho, fue Díaz quien le entregó la Ciudad de México a Juárez durante el conflicto con Francia. Posteriormente, Porfirio Díaz llegó al poder en México tras la Rebelión de Tuxtepec, la cual llevó a cabo entre noviembre y diciembre de 1876.

Por primera vez desde antes de que hace ya 211 años en este mes el cura Miguel Hidalgo proclamase el Grito de Dolores, la nación mexicana conoció la paz, tras cruentas guerras internas entre liberales y conservadores en el centro y sur, contra pueblos originarios en el norte, principalmente los apaches y contra franceses y estadounidenses en todo el país. El mismo historiador austríaco, mexicano y estadounidense, Friedrich Katz, llama a al país mexicano de entre la Consumación de su Independencia y la llegada de Díaz al poder como un “estado anárquico,” en el sentido no politológico de la palabra. Es por esto que la voz semi latina de Pax Porfiriana cobra tanta importancia.

La principal táctica política de Porfirio Díaz para mantenerse en el poder fue sostener relaciones diplomáticas con los poderes regionales del país, en Chihuahua principalmente con el clan Terrazas-Creel, en Yucatán con los Molina, en Monterrey, por ejemplo, mantenía una cordial relación con el General Bernardo Reyes.

Las leyes de Juárez que le habían quitado sus bienes a la iglesia, especialmente sus tierras, y que habían deslegitimado los contratos de colonos y comunidades indígenas que habían ocupado sus territorios por generaciones, inclusive por varios siglos, en algunos casos (principalmente en estas últimas) se vieron despojados por los grupos terratenientes y latifundistas que surgían como producto de la privatización de bienes comunales que impulsó Díaz, en aras de hacer la tierra más productiva, impulsando también proyectos de grupos migrantes, como de japoneses e inclusive de Bóers.

Desde luego, este nombre tan llamativo y hasta cierto punto pretencioso de Científicos proviene del positivismo del siglo XIX, a saber, la doctrina filosófica propuesta por Augusto Comte, de que toda la realidad es inteligible a través de la ciencia. Esta es, por supuesto, una visión muy reduccionista y simplista de lo que significa el positivismo, pero nos sirve para entender a grandes rasgos el espíritu de la época, o zeitgeist como es llamado en alemán, del siglo XIX. El positivismo influyó profundamente en las Ciencias Naturales, como la física, la química o la biología, pero también en las Ciencias Sociales, como la Historia o la Sociología.

Probablemente, hayas escuchado que el siglo XIX fue el siglo de las ideas, mientras que el siglo XX de las acciones (o de los extremos como le llama el historiador británico Eric Hobsbawm) y muchas ideas tecnocráticas y cientificistas que aún existen en la actualidad, o inclusive la insistencia de disciplinas como la psicología, historia o sociología de llamarse ciencias provienen de esta mentalidad positivista, la cual durante el siglo XIX era considerada de lo más moderna, por eso no es de sorprenderse que Porfirio Díaz y sus allegados, que tan fervientemente buscaban la modernidad y el progreso a toda costa, se hayan empapado de esta doctrina de Comte.

Pero la susodicha no provino con don Porfirio, sino que, según el investigador César Arturo Velázquez Becerril, esta se originó durante la Reforma de Benito Juárez. Esto no es de sorprenderse, después de todo, el juarismo había allanado el camino para lo que se convirtió el porfiriato, ya que el primero había luchado por instaurar un gobierno liberal, entendido más bajo la lente de los ideales de la Revolución Francesa, aunque inevitablemente haya dado rienda suelta al liberalismo con el que estamos más familiarizados hoy en día, es decir, el que evolucionó en capitalismo, pero como mencioné con anterioridad, en México y en el mundo de la época, el capitalismo no era aún tan arduamente criticado como sí lo fue en el siglo pasado y, en menor grado, lo es aún hoy en día.

Pese a que Marx y Engels, y muchos otros teóricos anteriores como Richard Owen ya habían expresado su disgusto respecto a este modelo económico, previo a la Revolución Rusa, y aun después de esta, podríamos decir que, hasta el final de la Segunda Guerra Mundial, el capitalismo seguía siendo considerado como un claro sinónimo del progreso y de la modernidad.

Según Velázquez Becerril, Benito Juárez mandó a llamar al Dr. Gabino Barreda, quien había estudiado con Augusto Comte en París de 1847 a 1851, para constituir una comisión que tuviera como misión la reestructuración de la educación en México, por supuesto, con claras influencias ideológicas del liberalismo y, como nos interesa en esta ocasión, del positivismo que había obtenido de parte del mismo enunciador de este, Augusto Comte.

De manera tal que el positivismo, al menos en la educación, se convirtió en el vehículo ideológico del régimen juarista, no obstante, su injerencia política sí tuvo que esperar hasta la llegada al poder de Porfirio Díaz. Ya en el año 1889, cuando se celebraron los dos Congresos Nacionales de Instrucción Pública, se debatieron cuestiones relacionadas con la educación, fundamentalmente el cambio de la “filosofía espiritualista” por una “lógica científica” en los cursos de educación superior, moda tan candente importada desde Europa, impulsada por otros pensadores además de Comte, como Nietzsche, Hegel, Schopenhauer, etcétera, pero que no obstante, en México se impulsó y fortaleció una postura “positivista heterodoxa” en el Congreso de 1891, que difirió ligeramente de las posturas clásicas europeas representadas por los autores ya mencionados.

Y esto es lo que dio pie a que a la llegada al poder del General Porfirio Díaz germinara la semilla del positivismo y así, pasase a nombrar a su gabinete con el pomposo y un tanto pretencioso título de “los Científicos,” pero este selecto grupo no alcanzaría la cúspide de su poder e influencia política hasta mediados del porfiriato, un poder al que se aferrarían hasta el golpe de estado perpetuado por Victoriano Huerta, pero la consolidación de dicho poder es lo que examinaremos en la próxima publicación.

 

Bibliografía:

Intelectuales y Poder en el Porfiriato: Una Aproximación al Grupo de los Científicos, 1892-1911 – César Arturo Velázquez Becerril.

Los Científicos: Actitudes de un Grupo de Intelectuales Porfirianos Frente al Positivismo y la Religión – Alfonso de María y Campos

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