Sono contenta: Entrevista a Victoria Montemayor en primera persona sobre su relación con la lengua italiana

Mi historia con el italiano es un viaje que comenzó desde mi infancia, marcado por la pasión y la influencia de mi familia. Cuando era una niña de tan solo 5 años, mi padre me regaló un libro de arte italiano que se convertiría en un tesoro invaluable para mí. Recuerdo la emoción y la ansiedad que sentía al hojear las páginas de ese libro, especialmente cuando me topaba con las pinturas de Sandro Botticelli que tanto me cautivaban. Desde temprana edad, ya me encontraba inmersa en el mundo de los renacentistas italianos.

Mi destino parecía estar predestinado al Renacimiento italiano, ya que mi kínder se llamaba “Leonardo da Vinci” y mi primaria “Erasmo de Rotterdam”. Cada paso que daba en mi educación parecía estar guiado por la influencia italiana en mi vida. Mi padre, un amante de la ópera, cantaba las arias de Verdi y Puccini, llenando la casa con la majestuosidad de la música italiana.

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A medida que crecía y avanzaba en mis estudios de contaduría, pronto me di cuenta de que mi verdadera pasión estaba en la literatura y en la lengua italiana. Mi padre me alentó a aprender el italiano en el Instituto Italiano de Cultura de la Ciudad de México, y poco a poco me fui enamorando de la lengua y la cultura italianas. Después de un año y medio de estudiar italiano, tomé la audaz decisión de ingresar a la carrera de Letras Italianas en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Mi viaje en la literatura italiana me llevó a descubrir los orígenes de la literatura italiana, poetas y escritores medievales que me fascinaron. Dante Alighieri, por ejemplo, me sumergí en su mundo y en su maravilloso universo. Pero mi verdadera pasión siempre fue el Renacimiento y los poetas renacentistas. Cuando llegué al período del Romanticismo, Giacomo Leopardi capturó mi corazón, y en el siglo XX, autores como Antonio Tabucchi, Alessandro Baricco, Renata Viganò y Natalia Ginzburg se convirtieron en mis referentes literarios.

Finalmente, culminé mis estudios en Letras Italianas entre 2010 y 2011, aunque este período estuvo marcado por la partida de mi padre en 2010. Tras completar mi formación académica, se me ofreció la oportunidad de dar clases de lengua italiana en la Escuela Superior de Ingeniería Mecánica y Eléctrica (ESIME), Unidad Culhuacán, del Instituto Politécnico Nacional.

En junio de 2012, llegué a Chihuahua y propuse un curso de literatura italiana en la Quinta Gameros. Este curso abordó la literatura italiana desde el siglo XIII hasta el siglo XX, lo impartí desde octubre de 2012 hasta abril de 2013. Fue también a inicios de ese año, en el semestre de enero a junio de 2013, que comencé a dar clases en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Chihuahua (UACH), donde aún enseño materias como el “Novecento italiano” y “Dante y su siglo”. La optativa de lengua italiana la comencé a impartir en el segundo semestre de 2013 en la misma facultad. A partir del segundo semestre de 2014 impartí la materia de lengua italiana, en la Facultad de Economía y posteriormente en la Facultad de Contaduría. Actualmente, imparto el Diplomado de italiano en el Centro de Idiomas de la UACH desde el 11 de noviembre del 2023.

Mi amor por la lengua italiana se refleja no solo en la lengua hablada, sino también en el lenguaje corporal que acompaña a cada oración a la hora de expresarse. Los gestos típicos italianos hacen que mi entusiasmo y pasión sean aún más profundos.

Para mí, Italia no es solo un país; es una fuente inagotable de expresividad en la arquitectura, la literatura y la música. Desde la majestuosidad de la cúpula de Santa María del Fiore en Florencia, que se inspiró en el Panteón de Agripa en Roma, hasta el nacimiento de la ópera durante el Renacimiento italiano, Italia ha estado intrínsecamente ligada a la expresión artística en todas sus manifestaciones.

En la poesía, he aprendido que cada lengua tiene su propia musicalidad y ritmo distintivos. Si bien es común comparar y elegir entre lenguas extranjeras, descubrí que esta elección no se trata de cuál suena más hermosa, sino de cuál resuena más profundamente en nuestros sentimientos y emociones internas.

Mi historia con el italiano es un viaje de pasión y descubrimiento, guiado por el amor por la lengua, la cultura y el arte italianos que mi padre inculcó en mí desde la infancia. Cada paso en mi educación y carrera ha sido un homenaje a esta conexión profunda con Italia y mi padre, y sus legados culturales.

Algunas de mis frases favoritas en italiano son:

El poema “Mattina” de Giuseppe Ungaretti, que son dos versos:

M’illumino

d’immenso.

Y frases como: Sono al settimo cielo o Mi scalda il cuore, que es como decir, tengo pleno el corazón o me alegra el corazón.

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