Tras la huella de los murciélagos.

Santuario de murciélagos en la mina de Bustillos.

El tema central fueron los murciélagos para aquel grupo de diez personas conformado por periodistas, fotógrafos y astrónomos, que concluí­an en una misma idea, que era, el saber más acerca de los murciélagos o Quirópteros por su denominación cientí­fica.

Por un lapso de dos semanas, mientras se planeaba la visita, se habló intensamente de un lugar cerca de la ciudad de Chihuahua, que albergaba un colonia conformada por miles de murciélagos que habí­an llegado hace apenas tres años, a la mina de Bustillos.

La emoción rondaba entre todo el grupo, donde sus caras proyectaban éxtasis con el simple hecho de imaginarse, el ver a aquella gran colonia de murciélagos, aprender más sobre la vida de estos animales y poder ver la salida que hací­an los Quirópteros de la cueva en la que se encontraban hospedados.

La fecha se fijó, y fue así­ que el domingo 24 de septiembre, el grupo se dio cita en el Museo Semilla alrededor de las 4 de la tarde para así­ poder partir a esta gran aventura.

Dos carros formaron la pequeña caravana de aquel grupo que aún con dudas acerca de los murciélagos partieron rumbo al poblado de Santa Eulalia para una vez estando allí­, poder dirigirse a el hábitat de los Quirópteros.

El dí­a se apreciaba tranquilo y un fuerte sol cubrí­a la ciudad con sus rayos dorados que atravesaban las ventanas de los autos en movimiento, donde se conversaba sobre los mitos que rodeaban a los murciélagos y de las muchas historias que habí­a en torno a estos animales que mayormente eran relacionados como criaturas oscuras y de la noche, vampiros que chupaban la sangre de las personas y hasta de espí­ritus malignos.

Santuario de murciélagos en la mina de Bustillos.

Por otro lado Isaac comentaba del gran papel ecológico que estos murciélagos desempeñaban en el medio ambiente, ya que la mayorí­a de los Quirópteros eran insectí­voros o frugí­voros. Los del primer término se alimentaban principalmente de plagas que habí­a en los cultivos y esto serví­a de gran ayuda para la agricultura ya que mantení­an un balance ecológico perfecto, y que bien aprovechados estos animalitos podí­an fungir el papel de los pesticidas e insecticidas, pero sin hacer daño al medio ambiente, los otros murciélagos se centraban principalmente en el néctar de los frutos de los árboles y de las flores, lo cual desempeñaban un papel muy importante en la polinización y a su vez eran sembradores de nuevas plantas por las semillas excretadas en el guano que dejaban esparcido por todos lados y que este mismo sirve como fertilizante. Explicaba Isaac lleno de alegrí­a mientras manejaba tranquilo y deseoso de llegar a ver a los murciélagos.

A lo lejos se veí­a el poblado de Santa Eulalia fundado en 1652, donde la principal actividad económica era la minerí­a. Conforme el vehí­culo avanzaba éste se hací­a cada vez más grande, hasta que por fin estuvo frente a los ojos del grupo un conjunto de casas que parecí­an formar una gran escalera, debido a que estaban entre las faldas de los cerro. Las calles angostas de este pueblo acogí­an de inmediato a personas ajenas a la localidad y las hací­an sentir como en casa.

Finalmente los dos vehí­culos se detuvieron frente a la comandancia municipal de Santa Eulalia, para hacer la compra de los boletos en el módulo de información turí­stica.

Un ambiente emotivo se sentí­a en al aire y en el rostro de cada uno de los integrantes del grupo que sin esperar un minuto más hicieron la compra de los boletos que tení­an por precio, adultos $40, estudiantes $20 y niños entraban gratis.

El guí­a Héctor Vásquez y su compañero indicaron al grupo que la aventura estaba por comenzar.

Santuario de murciélagos en la mina de Bustillos.

De inmediato los dos carros se pusieron en marcha y ya con el trayecto marcado por los guí­as hicieron otro pequeño recorrido para poder llegar a la mina de Bustillos, lugar donde se encontraban los murciélagos.

De ese momento en adelante el camino se caracterizó por ir en zig-zag y de subida entre los cerros, que conforme mayor era la altura en que los carros se encontraban, la naturaleza ofrecí­a paisajes únicos e inigualables, donde se apreciaba flora y fauna caracterí­stica del desierto chihuahuense como los ocotillos, mezquites, gobernadora y nopales, entre otras plantas, así­ como halcones, aguilillas, conejos y liebres, que junto con algunos otros animales nos acompañaban en nuestro recorrido.

Una compañí­a saludable, sana y familiar se apreciaba en el grupo, más los paisajes que brindaba la naturalez y la emoción de llegar al santuario de los murciélagos hací­an de este viaje cada vez más una aventura sin precedente, llena de adrenalina.

Después de un recorrido de 20 minutos, aproximadamente, nos encontramos ante un complejo de cavernas creadas por el hombre para la extracción de metales como plata, zinc y plomo.

El primer complejo de cavernas explicaron los guí­as era donde se encontraban los murciélagos y que por lo tanto el acceso a la cueva está restringido para salvaguardar y proteger a los murciélagos.

Por otro lado estaba la presencia de guano, que es el excremento de los murciélagos, y que para el ser humano es sumamente tóxico debido a que en cantidades mayores libera demasiado metano, un gas que es perjudicial para la salud explicó Héctor, el guí­a.

Santuario de murciélagos en la mina de Bustillos.

Los disparos de las cámaras se hicieron escuchar de inmediato y por todos lados las ráfagas de fotos parecí­an como si fueran una lluvia torrencial que no dejaba de azotar el llano.

La impaciencia del grupo se notaba en su punto máximo, por ver la salida de los murciélagos, pero aún eran las 6 de la tarde y faltaba una hora para poder apreciar este espectáculo que la naturaleza brindarí­a a todas aquellas personas que fueron esa tarde a aprender y explorar más sobre los murciélagos.

Los guí­as comentaron que por lo pronto harí­an un recorrido por un complejo de cavernas que estaba arriba del hábitat de los murciélagos.

Todos con casco en mano partieron por un camino empedrado y áspero, caracterí­stico de las brechas del desierto.

A unos 10 metros se encontraron aquellas asombrosas cavernas, las cuales formaban un complejo de arcos y pasadizos como si fuesen laberintos para nunca jamás salir.

Una entrada enorme que pareciera no tener fin y estar diseñada para personas gigantes se pudo apreciar. A lo lejos de las cavernas la luz se escabullí­a por los pequeños hoyos formados en el techo, una luz demasiado débil pero a su vez cálida creaban un contraste extraordinario dentro de las cavernas, casi asemejándose a un estudio fotográfico.

Subidas, bajadas y muchas piedras era lo que conformaba el camino dentro de las cuevas, algunas parecí­an enormes bóvedas y otras daban forma a capsulas gigantes.

Adentro se sentí­a un fresco único acompañado por un ligero olor ácido  a consecuencia de los minerales que componí­an estas cavernas.

Después de caminar por unos cuantos minutos los guí­as dirigieron al grupo rumbo a una cueva que se extendí­a a lo que parecí­a ser el fondo de ese complejo de cavernas.

En uno de los muros de las cavernas, un barandal se podí­a apreciar, algo se estaba resguardando o simplemente era protección para la gente que visitaba ese lugar.

Al estar de frente al barandal, en el suelo se podí­a apreciar un tiro de mina, echo para la extracción de minerales.

Santuario de murciélagos en la mina de Bustillos.

Los guí­as comentaron que el trí­o de minas tienen una profundidad de 1,000 metros, y era por ese motivo que habí­an puesto el barandal para salvaguardar la seguridad de los visitantes, también explicaron que el complejo de cavernas en que se encontraban, fueron hechas con el objetivo de llegar hasta el mineral y poderlo extraer.

 

El recorrido siguió cuesta arriba por un camino que salí­a a la superficie del cerro, mientras el grupo caminaba, los guí­as comentaban de la fecha de construcción de la mina que databa del año 1700 y que se exacavó a puro pico, pala y dinamita.

Durante los trabajos de excavación de esta mina muchas personas murieron a consecuencia de las precarias condiciones de seguridad que existí­an, comentaba Hécto, el guí­a, mientras la subida desaparecí­a, el valle conformado por cerros y arbustos se hací­a visible y de nueva cuenta la naturaleza ofrecido un espectáculo único para los integrantes del grupo que ya se dirigí­an hacia la caverna principal para ver la salida de los murciélagos.

A paso apresurado bajaron el cerro y mientras más se acercaban a la caverna principal se podí­a ir apreciando más a detalle una nube negra que se extendí­a por kilómetros en dirección a ciudad Delicias. La nube negra no era otra cosa más que los miles de murciélagos que estaban saliendo de la cueva.

La noche se postraba lentamente sobre el campo y anunciaba la salida de miles de murciélagos que se dirigí­an a buscar comida para alimentarse y alimentar a sus crí­as.

Los murciélagos partieron trazando lí­neas rumbo a ciudad Delicias y los alrededores de esta región agrí­cola y que seguramente irí­an a alimentarse de insectos y plaga en los diferentes cultivos.

Los guí­as daban por concluido el recorrido y comentaron que esta área aún no se encontraba protegida y externaron la necesidad de protección a este santuario de murciélagos para que no hubiera destrucciones del lugar ni mucho menos afectaciones a esta población de murciélagos que está conformada por tres variedades de especie.

Con estas palabras oficialmente el recorrido finalizó y con ello también una aventura única y maravillosa.

 

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