Como revisamos anteriormente, el universo de La vegetariana se presenta hostil a la protagonista, desde sus sueños hasta las acciones de los personajes principales, los cuales se presentan como voces familiares y distantes a la vez. Kang presenta tres narradores homodiegéticos alternantes: esposo, cuñado y hermana, que refuerzan este escenario, pues la voz de Yeonghye es, en realidad, el reflejo de quienes presencian externamente su situación como objeto de violencias.
Frente a este silenciamiento, la autora plantea un rechazo total a la violencia desde diversos ámbitos: el rechazo al contacto sexual, la imagen degradada, abandono de la alimentación basada en carne y progresivamente, el refuerzo del mutismo para evitar confrontaciones sociales, recurso visto en otras de sus novelas, como Greek Lessons. Así se manifiesta la duda de Han Kang: ¿se puede vivir totalmente sin violencia? De forma preliminar, se podría apuntar a que la protagonista desafía los cánones sociales; sin embargo, no sobrevive a sus esfuerzos por resistir la realidad.
Entonces, este rechazo a la violencia lo manifiesta a protagonista a través de su cuerpo, desde las decisiones que toma con respecto a este (alimentación, actividad sexual), hasta la forma en que progresivamente se va degradando en el afán de asemejarse a las plantas. Así pues, se aprecia que el cuerpo no es solamente natural y biológico, sino que se construye culturalmente, pues como señala Bolufer Peruga, el cuerpo constituye uno de los lugares donde se construyen y se combaten nociones sobre el orden social, sobre todo cuando se trata de mujeres, pues han sido representadas históricamente en relación con lo corpóreo (185).
Sobre el cuerpo Judith Butler refiere que este no es en sí mismo, sino que constituye una superficie permeable que está políticamente regulada, dentro de un campo cultural donde existe una jerarquía de géneros y la heterosexualidad es obligatoria (271). En este sentido, las decisiones de Yeonghye sobre su cuerpo causan reacciones violentas en quienes la rodean porque no se ajustan a lo socialmente aceptable, de cierta forma estas decisiones constituyen su rebelión ante las violencias que la rodean.
Acerca del plano sexual, la novela detalla explícitamente pasajes de crudo abuso hacia Yeonghye. Por un lado, presta resistencia ante las violaciones ejercidas por su marido: estas se basan en un concepto de servicialidad doméstica y valores de inspiración confuciana esperados del género femenino. Frente a estas exigencias de corte sexual, la protagonista encuentra rebeldía en la abstinencia, la cual el agresor no prevé en un inicio (Kang 23).
De esta forma, la protagonista atenta contra la homogeneidad de su entorno, pues evade un modelo de vida familiar vinculado al éxito, como lo es una casa propia y la comunión de sus miembros tradicionales, que exige el marido en este caso: “Habíamos aplazado el tener hijos hasta que compramos una casa […] yo había comenzado a pensar que ya era tiempo de oír que me llamaran «papá»” (Kang 17).
Por otro lado, la figura del cuñado revela una objetivización del cuerpo femenino: “Había sentido miedo, excitación y sobrecogimiento […] ¿La imagen con la que había estado soñando se desplegaría sobre el escenario como esperaba?” (Kang 49). Esto se manifiesta a la vez en la alimentación de la protagonista, haciéndose consciente de su propia opresión hacia otros cuerpos.
Como ya ha revisado Rodríguez Carreño, los cuerpos de las mujeres son parte de la “política sexual de la carne” (127), es decir, existe una correlación entre la figura cosificada de las mujeres y la de los animales que son consumidos, pues ambos se perciben como inferiores en un sistema machista y basado en la dominación de los cuerpos ajenos. Es decir, se concibe como inferior y otrificado al sujeto que no es protagonista de este entorno y como consecuencia, se llega a emplear determinado cuerpo como un instrumento para perpetuar un sistema de producción; incluso el sexo es tratado como un aspecto a controlar (128).
En torno a la imagen, Yeonghye, en la práctica, no opta una dieta vegetariana viable: consume únicamente de forma intempestiva los vegetales que encuentra en su despensa. Esta determinación aparece cuando vacía el refrigerador de toda carne. Así, ella descuida no solo su salud física y mental, sino el cuidado de la belleza hegemónica, lo que le será reprochado.
Este esquema del cuerpo reducido resalta un rechazo total a la violencia y no una respuesta similar que se pueda incluir dentro del ciclo de opresiones. En otras palabras, el deseo de convertirse en planta ―lo opuesto a lo humano― es una confrontación a la sociedad carnívora y violenta desde el mutismo.
Es posible ilustrarlo si enfrentamos La vegetariana con la figura de Medea. De cierta forma, ambas obras proponen como protagonistas a mujeres rechazadas por una sociedad patriarcal, condenadas por salir de la homogeneidad en su estructura; pero, mientras Medea rompe con su humanidad a través del asesinato de sus hijos, es decir, perpetuando la violencia, según las versiones más populares del mito; Yeonghye se despoja del mundo violento por medio de la transformación no de una deidad capaz de destruir o manejar cuerpos de otros, sino de una planta, un ente que no precisa directamente obtener fuerzas mediante el sometimiento de otros seres vivos. Es decir, su metamorfosis no se media por la violencia, sino por el escape -o el intento de este- de la opresión a otros, siendo este un ideal utópico.
De forma similar, Alexandrescu comenta que el recurso literario de relacionar mujeres con plantas presenta ya una tradición en la literatura; el rol estereotípico del “sexo débil” reposa en una imagen de pasividad y mutismo, los cuales se ven reflejados en la especie vegetal (128). En el caso coreano, se pueden encontrar referencias en pansoris, por ejemplo, en algunas versiones de la canción de Shim Chong o La hija del ciego, una mujer al practicar la piedad filial y sacrificarse por su padre es recibida en forma de flor de loto ante el Rey Dragón del Mar.
En conclusión, la protagonista es víctima un caso límite de violencia, pues refleja presiones sociales que merman no solo sus acciones, sino también su autopercepción, pues en su intento de desafiar o alejarse del sistema, Yeonghye se sumerge gradualmente en un estado de confusión, llegando a identificarse con una planta. Así, la historia de una mujer que anhela convertirse en planta se traduce en una metáfora de la transformación que una mujer puede experimentar al intentar sobrevivir a las violencias ejercidas en su entorno por parte de las masculinidades que la rodean, que se manifiestan de diversas formas, pero que convergen en la búsqueda de refrendar su poder sobre ella, lo que la lleva a enfrentarse a las imposiciones de la sociedad heteropatriarcal, convirtiendo la violencia en un ciclo.
Bibliografía
- Alexandrescu, Ioana. “Korean Daphne: Becoming a plant in Han Kang’s The Vegetarian”.
- Analele Universităţii din Oradea, Fascicula Limba si Literatura Română 23 (2016): 125- 132.
- Bolufer Peruga, Mónica. “La construcción del cuerpo femenino en la literatura”. Crítica cultural y creación artística: coloquios contemporáneos. Coord. José Miguel G. Cortés. España: Generalitat Valenciana, Conselleria de Cultura, Educaciò i Ciència, 1998. 185-190.
- Butler, Judith. El género en disputa: el feminismo y la subversión de la identidad. España: Paidós, 2007.
- Marasca, Dana Xenia. Exporting and moulding ideals of beauty: Boom of the South Korean cosmetic industry in the era of globalization. Tesis Universidad de Lund, 2020.
- Rodríguez Carreño, Jimena. “Feminismo y dieta vegetariana: Breve exposición de las principales posturas sobre el vínculo entre la subordinación de las mujeres y el consumo de carne”.
- Revista Latinoamericana de Estudios Críticos Animales, 2(2016): 120-139.
- Tilland, Bonnie. “Dreaming, making, and breaking family and kinship in contemporary South Korea”. Asian Studies 22.3 (2017): 1-5.
- Fotografías: Lim Woo-Seong, director. 채식주의자 (La vegetariana). Producida por David Cho y Im Min Sub, 2010.