Bajo el disimulo de lo cotidiano e inmerso en las instalaciones de la Ciudad Deportiva, a un costado del auditorio “Manuel Bernardo Aguirre”, se encuentra el Salón de la Fama del Deporte Chihuahuense, el cual coloca sobre la ciudad una lauréola que atestigua el talento de toda una estirpe de deportistas y cronistas chihuahuenses.
El recinto reúne y consagra el desempeño de cientos de personajes que a través de diversas disciplinas deportivas, incluido el arte de la crónica, han destacado en el ámbito local, nacional e internacional. Entre sus miembros también aparecen los rostros de deportistas adoptados, es decir, de aquellos que hicieron de Chihuahua su segundo hogar.
Entre estos últimos, destaca la presencia de Jesús Valdez Montes “El Cuadrado”, oriundo de Saltillo, Coah., quien fuera un reconocido deportista y líder scout que perdiera la vida durante el salvamento de siete personas en la inundación de 1944 en Hidalgo del Parral y a quién, entre muchas otras cosas, se le atribuye la fundación del Club Alpinista Chihuahuense y una caminata titánica de cinco mil kilómetros desde la Ciudad de México hasta Nueva York.
Además de las fotografías y placas biográficas que dan rostro y vida a los deportistas emblemáticos de la región, en el lugar también se observan artículos y reconocimientos, además de diversos trofeos, entre los que absorbe la atención el trofeo más antiguo, obtenido en una carrera de relevos varonil en 1926.
Fue preciso que trascurrieran 63 años para que, en 1989, se construyera el primer Salón de la Fama, el cual fue inaugurado por iniciativa de Roberto Ortiz Reyna en el sótano del gimnasio Leonardo “Nayo” Revilla, sin embargo, no fue sino hasta el año 2002 que se dio el cambio de residencia al auditorio “Manuel Bernardo Aguirre”.
Actualmente, el lugar está custodiado por otro ícono del deporte, Federico “Champion” Flores, quien también pude considerarse como una joya y un monumento viviente a toda una generación de deportistas, pues además del legado histórico que lo acompaña, su presencia y cercanía a través de las estanterías resulta indispensable para experimentar la gloria e inmortalidad de la actividad deportiva.