Pocas obras son capaces de sobrevivir el inevitable paso del tiempo y convertirse en “clásicos”. Sin embargo, no creo exagerar cuando digo que la obra de un escritor “fantasma” como lo fue Longo (ya que hasta la fecha no se sabe prácticamente nada sobre él), siga inspirando aún después de casi 1800 años de haber sido escrita.
Se especula que Longo vivió o por lo menos visitó la Isla de Lesbos (lugar donde se desarrolla la historia) en algún punto de su vida durante el siglo 2 D.C. Detengámonos un momento a pensar ¿qué ocurría en el siglo 2 D.C.?
Durante este periodo se desarrolló la teoría geocéntrica de Ptolomeo, misma que permanecería hasta que Copérnico la desafiara más de mil años después. Roma gozaba de un gran florecimiento en todos los aspectos y en la política nos encontramos grandes personajes cuyos nombres resuenan aún hoy en día, tales como Adriano y Marco Aurelio. Si vemos un poco la historia del arte, sin importar si es literatura, música, danza o alguna otra, la creación, intención o tema de obras está ligada a los sucesos que acontecen en la época.
Podríamos entonces asumir que, por lo menos en el tiempo en el que realizó su único escrito conocido, la vida en general en donde residía Longo y quizá su vida misma, gozaba de gran tranquilidad.
Ahora bien, la obra bucólica en cuestión es bastante corta en extensión, se divide en cuatro “libros” que podríamos llamar “capítulos”, y son apenas unas 70 páginas de texto en una computadora, sin embargo, está repleta de simbolismo y ofrece mucho conocimiento de la vida, costumbres y conocimiento de la época.
“Dafnis y Cloe”, como es conocida la obra en habla hispana, existe, como dije, desde hace unos 1800 años, no obstante, a nuestra lengua llegó su traducción hace relativamente poco tiempo. Hablar de Dafnis y Cloe en castellano es forzosamente hablar del egabrense Don Juan Valera, quien fuera el traductor “anónimo” (pues en un principio no firmó su famosa traducción) que permitió a España conocer la novela griega. La versión de Valera fue ampliamente aceptada y, debido a la relación e influencia del país ibérico con México, es esta versión la más fácil de obtener hoy en día. Es tanto así que es posible decir que la labor de Valera fue tanto para España como para México (y quizá para todos los países de lengua española).
Juan Valera y Alcalá-Galiano, quien fuera escritor, diplomático y político, nos explica en su prefacio las razones por las cuales traduce la novela griega, no obstante, es interesante mencionar que las razones monetarias siempre estuvieron presentes, estando él siempre al pendiente de la aceptación de su “Dafnis”, y haciendo hasta una cuarta edición estando él ya ciego.
Dicho esto, es también posible (o quizá demasiado romántico) pensar que Valera, al leer la obra, quedó tan sorprendido y maravillado por la misma (decimos esto con un poco de seguridad, ya que él mismo admitió que le sirvió de modelo para la que fue su más famosa novela: “Pepita Jiménez”, dándonos una idea del impacto e influencia que tuvo en el egabrense la novela bucólica griega) y no habiendo una traducción al español, decidió él mismo darse a la tarea con el único fin de compartir una obra de tan gran belleza. El resultado de esto fue “Dafnis y Cloe”, (Valera incluso invirtió el título) en 1887.
Mencionaremos aquí que Jaques Amyot, clérigo francés, había realizado la misma tarea de Valera solo que en el año de 1559. Entonces, ¿Por qué tardó más de trescientos años en ser traducida al castellano? La respuesta es bastante simple si volteamos de nuevo a la historia. Como ya dijimos, la producción artística de todo tipo (así como su publicación y aceptación) está condicionada a la época. Ahora bien, siendo esta obra, desde cierto punto de vista, más erótica que romántica, pudo haber caído en una cierta censura u olvido y, de hecho, por esta misma razón, Valera, sin temor alguno, decide él mismo cambiar una parte del cuarto libro: la escena de deseo homosexual de Gnatón hacia Dafnis.
Como mencionamos antes, siendo la versión de Valera la que probablemente caerá en primera instancia en nuestras manos cuando decidamos leer la novela bucólica, profundizaremos un poco acerca de la traducción del egabrense antes de pasar directamente al simbolismo y contenido de la obra de Longo.
Valera no era un político cualquiera, además de ser un escritor con bastante fluidez y frescura en su estilo, era un políglota. Además del español, hablaba inglés, francés, italiano y alemán, pero sobre todo era una persona muy culta, habiendo visitado bastantes partes de mundo, entre ellas Nápoles, en donde se dedicó a la lectura y el estudio del griego.
Mencionamos antes que el egabrense se dio la libertad de cambiar por completo una parte del libro cuarto de Longo, y explicamos también el porqué de esta “censura” a ese pequeño episodio homosexual. Sin embargo, no fue esta la única libertad que Valera se tomó para realizar su conocida traducción.
En varios pasajes, Don Juan agregó o suprimió adjetivos, dando, irónicamente, un sentido un poco más “erótico” a algunos de los pasajes, en comparación con el original. ¿Cuál es el porqué de estas “libertades”? Por lo que sabemos, Valera realizó su traducción directamente del original y apoyándose en aquella de Amyot. Podríamos argumentar que en aquel entonces los traductores tomaban un poco más de libertad para su labor, o que quizá para nuestro “enjuiciado”, estos cambios eran necesarios por el estilo utilizado, no obstante, la respuesta real solo Valera la conocerá.
Podemos decir que la traducción del diplomático (como probablemente cualquier otra) dista de ser perfecta, siendo filológicamente un poco alejada del original y teniendo cambios un tanto innecesarios, sin embargo, el estilo y la frescura de las palabras del político logran su cometido y nos acercan a una obra maestra griega.
Continuemos hablando ya no del cómo, cuándo y el por qué llegó la novela a nuestra lengua, sino del contenido de la misma.
Longo fue bastante innovador en la manera de desarrollar su historia; típicamente, en este tipo de textos existía un elemento viajero o de aventuras que la pareja protagonista debían enfrentar. Recordemos a Teseo y Ariadna en su enfrentamiento al laberinto y al minotauro, o a Orfeo y Eurídice, descendiendo él hasta el infierno por su amada. El escritor griego, al dejar por completo este elemento fuera y concentrarse en lo idílico y en la naturaleza, podríamos decir que se convierte en el inventor de la novela bucólica.
El inicio de la historia de amor nos recuerda un poco al cuento japonés “El cortador de bambú”, en donde un hombre encuentra a una bebé dentro de un bambú cortado, solo para descubrir después que aquel bebé fue enviado a la tierra por los dioses. Del mismo modo, la novela pastoril comienza con ambos padres “adoptivos” de los amantes, encontrándolos siendo criados por animales, pero no podría desarrollarse sin la presencia de los conocidos dioses griegos, entre los que principalmente participan: Pan, las Ninfas y Eros (o Amor, como se lee en el “Dafnis” de Valera).
Longo, a pesar de haber dividido su novela en cuatro libros, se encuentra más bien dividida entre varias estaciones del año, siendo la primavera y verano aquellas en donde la acción se desarrolla de un modo vertiginoso y con más sucesos relevantes.
Como ya mencionamos, la naturaleza será parte esencial del desarrollo de texto; al leer la historia detenidamente, podemos darnos cuenta de la cultura de los hombres griegos y su contacto con los elementos naturales, pues conocían de herbolaria, navegación, agricultura y ganadería. También conocían a los dioses y sus mitos, cómo agradecerles y pedirles ayuda. Claro está que la descripción tan minuciosa de estos detalles no era con el fin de que supiéramos que los personajes eran personas cultas, por el contrario, estos elementos esconden cierto simbolismo muy especial para la época. Comencemos por los animales.
Aún hoy en día, ciertos animales continúan teniendo un cierto significado en otros contextos, por ejemplo, por muchísimas generaciones los machos cabríos han representado el vigor sexual, por lo tanto, no es coincidencia que debido al enfrentamiento de dos machos cabríos, Cloe observe por primera vez a Dafnis bañarse, siendo flechada por Amor. Siguiendo esta misma línea, en aquella época las golondrinas se asociaban a Afrodita, y usualmente se empleaba al ave para designar las partes sexuales de la mujer; no sorprende entonces que sea gracias a una golondrina que Dafnis toca el pecho de Cloe, acrecentando en él un fuego amoroso (previamente despertado por un beso) que no encontraría fácilmente remedio. Más tarde en la novela, aparece un personaje que se encargaría de “enseñar” a Dafnis las artes amatorias, Lycenia o Licenion, tampoco es coincidencia que su plan para seducir al muchacho incluya un ganso y no otra ave, pues estos pájaros tenían un fuerte carácter erótico y se consagraban al dios Príapo. Vemos así ciertos matices escondidos detrás de cosas aparentemente “inocentes”.
Ya que revisamos un poco del contenido oculto en cuanto a los animales, veamos ahora un poco del simbolismo que la flora tiene dentro del texto.
Empezamos por los nombres de los personajes, pues “Δάφνις” o “Dafnis”, significa: Laurel. Así mismo, “Χλ όη” o “Cloe”, significa: Verdura o hierba naciente. “Νάπη” o “Napé”, significa: Valle poblado de árboles. Esto quizá como un homenaje a la diosa Deméter.
Ahora bien, además de los nombres, en el texto hay extensas descripciones acerca de la flora, entre las que destacan varias por su significado erótico oculto, que en esa época era un tanto un tipo de “jerga” común; una de ellas es el mirto, flor favorita de la diosa Afrodita y que por su color negro se relacionaba con el vello púbico.
La siguiente es la rosa, que formaba parte de los frecuentes regalos del galanteo de los pastores. Otra más, la manzana, símbolo erótico desde tiempos antiguos, metáfora para el pecho femenino; esta fruta aparece como regalo doce veces entre los amantes, siendo una especial mención aquella manzana que se encontraba en lo alto de un árbol, que Dafnis, al trepar a este (contra la voluntad de Cloe) para conseguir la fruta y regalársela, recibe de ella un beso, que se relata en la traducción de Valera: “… y le echó la manzana en el regazo. No bien se acercó, le besó ella. Él no se arrepintió de la audacia de haber subido tan alto por un beso más rico que la manzana de oro.”. Haciendo referencia a la famosa manzana de la discordia que provocó la guerra de Troya.
Los jardines son considerados como un lugar idóneo para las relaciones amorosas, del mismo modo, la alusión de este tipo de lugares hacia el sexo femenino y a la fertilidad es bastante explotada, y Longo, por supuesto, lo hace de una manera un tanto sutil. En la escena con Lycenia, ella y Dafnis se adentran en lo “profundo” de un bosque “frondoso”, haciendo claras alusiones al vello púbico. Del mismo modo, los jardines llenos de flores que cuida el padre de Dafnis tienen un papel simbólico muy importante, representando fertilidad y anhelos sentimentales y eróticos. De este modo, se entiende que cuando los jardines son destruidos por despecho por uno de los tantos enamorados de Cloe, tanto a Dafnis como a su padre se les rompe el corazón, pudiendo el jardín destruido representar el que Dafnis nunca consumaría matrimonio con Cloe, destruyendo sus deseos amorosos y eróticos en los que la novela se sostiene.
Habiendo ya hablado del erotismo simbólico un tanto disfrazado en la obra, pasemos a los personajes, que además son pocos. Como en la mayoría de las novelas, muchos personajes sirven para el desarrollo de los protagonistas o antagonistas, que en este caso son los enamorados y, sin contar a los dioses, a quienes no hace falta desarrollar, los otros personajes tienen breves apariciones con variante importancia. Ahora bien, Longo pone dos elementos contrarios que terminan por convertirse en uno, justo como aquel mito griego en el que los hombres nacían con dos cabezas, dos pares de brazos y piernas, y los dioses, por miedo a ser superados por estas criaturas, los dividieron. De este modo, nuestros personajes presentan contrastes que de algún modo psicológico aumenta la tensión y atrapa nuestra atención; Dafnis, de cabellera oscura, Cloe, rubia; él, como escribe Valera: “tostado del sol”, ella, más blanca que la leche de cabra; él, hombre, ella, mujer.
Longo desarrolla, a lo largo de dos ciclos estacionales a nuestros personajes, que van descubriendo la sexualidad y el amor. Habíamos establecido que la traducción de Valera dista de ideal, no obstante, hay un pequeño detalle extremadamente sutil que hay que aplaudirle; al inicio del libro, Valera se refiere a Dafnis como “rapaz” y, conforme avanza la historia, al crecer el chico y acercarse a ser un hombre, comienza a referirse a él como: “garzón o muchacho”. Longo hace una descripción similar con palabras griegas y, como sabemos que Valera tradujo del original, es bastante atinado lo que el egabrense realiza. Este detalle es muy importante, ya que nos habla del crecimiento de nuestro protagonista que, como todo adolescente, se siente cada vez más abrumado por sus deseos sexuales.
En la actualidad podría parecernos un tanto absurda la “inocencia” de los personajes, que prevalece en la mayor parte del libro, incluso Dafnis, después de haber sido instruido por Lycenia en el acto amoroso, sigue sin parecer comprender verdaderamente lo que ha realizado, y sigue pensando de una manera demasiado pura para lo que hoy conocemos.
Pensemos, sin embargo, que siendo ellos dos pastores, en una época sin acceso a la información como hoy en día, viviendo en armonía con la naturaleza y, además, teniendo él quince y ella trece años al inicio de la historia idílica, no es para nada ingenuo creer en esa inocencia prevaleciente durante el texto.
Es en mi opinión, que la maravilla de esta obra yace en su criticada inocencia de personajes, en su belleza de lenguaje y descriptiva. La obra combina una calma casi utópica junto con conflictos que parecen irremediables, salvados siempre los personajes por los dioses. Al leer la novela, es imposible no experimentar de nuevo, o quizá por primera vez, aquello llamado amor; ¿no sentimos todos lo que nos describe Longo? Un sentimiento maravilloso, que parece en primera instancia venenoso, pues parece arder en nuestro interior; un cúmulo de emociones que reducimos simplemente a la palabra “amor”. ¿Y no fuimos todos inocentes, como lo fueron Dafnis y Cloe? Quienes amándose, y sabiendo que había algo más allá del beso y el abrazo, no atinaban en tan natural acción.
Longo nos regala una novela que, con pocos elementos y personajes despierta en nosotros, de la manera más inocente, el sentimiento quizá más universal que existe, volviéndose la obra misma atemporal y arrebatando en más de una ocasión nuestro aliento.
En conclusión, la obra de Longo sobrevivió el paso del tiempo hasta nuestros días, volviéndose atemporal y atractiva, con un lenguaje y tema muy distinto a lo que se producía comúnmente en Grecia. Dafnis y Cloe ha inspirado y maravillado a muchos artistas, entre ellos el pintor Marc Chagall, quien realizó algunas obras con base en el texto. Del mismo modo, el literato alemán Wolfgang Von Goethe tenía en muy alta estima el libro; la obra greca ha sido también transformada en más de una ocasión en ballet, siendo la más famosa aquella de los ballets rusos de Diaghilev, cuya composición musical fue encargada al francés Maurice Ravel.
Los invito a leer y a escuchar esta obra: