En Octubre de 1807 se firmaron los tratados de “Fontainebleu”, que permitían a las tropas Napoleónicas pasar por España para invadir y tomar control de Portugal. Sin embargo, los planes de Napoleón Bonaparte, no eran solamente tomar control de Portugal, sino de toda la península Ibérica, así que, en el año de 1808, en su intento por instalar en el trono español a su hermano, José Bonaparte, se forman sentimientos nacionalistas y se desata la Guerra de independencia Española; conflicto bélico de gran importancia que culminaría en el año de 1814. Mismo año en el que Napoleón perdiera la batalla que acabaría con su autoproclamado reinado, la batalla de Waterloo; solo para ser exiliado a la isla de Santa Helena un año más tarde.
Un cuarto de siglo más tarde del inicio de la Guerra de Independencia, en el año de 1833, nace en Granada nuestro autor: Pedro Antonio de Alarcón. Cuya familia estaba devastada por este conflicto bélico; es debido a esto que debe interrumpir sus estudios en Derecho por falta de recursos económicos. A raíz de esto entra al seminario de Granada para buscar el sacerdocio y una solución a sus problemas económicos, sin embargo (y gracias al cielo, porque de no haberlo hecho, no tendríamos con nosotros obras tan maravillosas como ésta que estamos revisando) en 1853 abandona el seminario y se muda a Madrid con esperanzas de encontrar (pero sin lograrlo) fama literaria.
Saltando los altibajos de su vida, es hasta 1874 que se publica “El sombrero de tres picos”, su obra maestra, traducida en poco tiempo a varias lenguas y que se tomaría como inspiración para el ballet Ruso homónimo de la compañía de Sergei Diaghilev, compuesto por uno de los más importantes músicos españoles, el representante nacionalista, Manuel de Falla.
Es bastante impresionante, el alcance que tuvo una novela tan corta, (en la versión de la editorial Océano, cuenta apenas con 81 páginas) haya tenido tanto alcance, pero al leerla, sin importar si es la primera vez que se hace, o la décima, no deja de impresionar la naturalidad de la historia, la belleza de las palabras y el parecido con la vida, sin importar si hablamos de la vida hace dos siglos o aquella en la actualidad.
El mismo autor nos explica en el prefacio del libro el origen de su inspiración: “(hace ya casi toda una vida… es decir, hace ya más de treinta y cinco años), tuvo a bien deslumbrar y embelesar cierta noche nuestra inocencia (relativa) con el cuento en verso de El Corregidor y la Molinera,”.
Regresando un poco al inicio de la reseña, es curioso pensar la razón por la que Pedro Antonio decidió situar los sucesos de su obra justo antes del comienzo de la Guerra de independencia, quizá pudo ser por alguna historia de su padre o su abuelo en conjunto con lo ya mencionado, o por lo que la guerra significó para la economía y el desarrollo de su familia, sin embargo, en la primeras páginas del libro no se nos da una fecha exacta, se nos dice simplemente que la historia sucede en algún punto entre el año 1804 y 1808, sin especificar nada. Solamente se nos dan algunos datos de la época, como que Carlos IV era el monarca en España y que Napoleón Bonaparte seguía en su intento de conquistar toda Europa.
Si bien es bastante interesante el contexto histórico de la novela, pensemos ahora en el nombre de la misma. Se sabe que Napoleón popularizó los sombreros bicornios, predecesores del accesorio homónimo de la obra. Pero no fue sino hasta la creación de la Guardia Civil Española que el “tricornio” pasaría a ser un ícono de la misma y quizá hasta de España.
La particularidad de estos sombreros de tres picos, ha sido tanta, que numerosos viajeros les han dedicado versos para terminar estableciéndolos como símbolos literarios, y una conexión a la guerra de independencia, al ejército francés, Napoleón o incluso Goya, quien se realizó a sí mismo un retrato portando uno. Quizá Pedro Antonio estaba adelantándose y como el mismo menciona en su prefacio: “hoy ofrecemos nosotros al público bajo el nombre más trascendental y filosófico (pues así lo requiere la gravedad de estos tiempos) de El sombrero de tres picos.
Sin duda un gran contexto para una obra tan corta en extensión, pero de una enorme grandeza.
Ahora que entendemos el contexto de la novela, pasemos directo a ella.
El autor comienza, como ya se había mencionado, contándonos un poco acerca del tiempo y el lugar en donde se desarrolla todo; el lugar es Andalucía, sin embargo, ya en las primeras páginas del libro, en donde se nos presentan a los personajes principales: el “molinero”, o mejor dicho, El Tío Lucas y su esposa “Señá Frasquita”, se introducen también los primeros dos contrastes de la historia; todo lo que nos cautiva en el mundo tiene fuertes contrastes, detengámonos un momento a pensar ¿cómo sería un mundo sin contrastes? Muy fácil, todo sería increíblemente aburrido. Los colores serían tan uniformes que nos sería imposible distinguir formas, las rosas se convertirían en simples manchas rojas, blancas, o rosas. Las historias serían aburridas y nunca habría algún “final sorpresa”. La música sería imposible de escuchar, pues se convertiría en un sonido que no podría de ningún modo llamar nuestra atención. Por el contrario, las cosas con mayor contraste, son las que más nos cautivan Pensemos en los maravillosos paisajes al atardecer, llenos de color y vida; en aquella historias en las que dudamos de las intenciones de los personajes y queremos seguir leyendo hasta llegar al final para descubrir quién es el asesino, quién es aquel que oculta algo, o en aquellas canciones que de la nada cambian su ritmo y aceleran nuestro corazón.
Pues bien, ya hace más de 100 años que Pedro Antonio de Alarcón entendía bien éste concepto e inicia su historia con estos dos contrastes. El primero, la belleza de nuestra pareja principal era contraria, es decir, la Señá Frasquita poseía una gran armonía en su ser y era admirada por todo aquél que la veía. Por el contrario, el tío Lucas, y citando a nuestro autor: “Era más feo que Picio”, aunque en su interior el tío Lucas estaba lleno de virtudes. El segundo es bastante más sutil, se nos menciona que la historia se desarrolla en Andalucía, sin embargo, ninguno de estos dos personajes es andaluz. Éste pequeño detalle, a pesar de parecer insignificante, nos hace sentir que todo lo que les sucederá posteriormente, es aún más injusto, como cuando la desgracia cae sobre el bienhechor y no sobre el ladrón o el mentiroso. Y también porque es más triste cuando la desgracia llega estando lejos de la familia, de los amigos, o de la propia tierra en la que uno nació.
Nuestros personajes gozan de una vida llena de amor y tranquilidad, no obstante, poco después en el relato aparece la tormenta transformada en hombre: El Corregidor. Un personaje que desde el inicio nos causa aversión, horrible por fuera y por dentro, alguien que no duda en aprovecharse del poder de su cargo para obtener lo que desea y que por supuesto, está enamorado de Señá Frasquita.
Es ya muy claro que toda la historia se desarrolla con base en uno de los temas más recurrentes en todas las artes, el amor; sin embargo, es tan ingenioso nuestro autor, que la inmensa profundidad que pueden llegar a tener los diálogos de los personajes, pasan sutilmente desapercibidos. Veamos un fragmento de un dialogo entre el tío Lucas y su mujer, en donde él le dice: “Sería otro, porque yo soy ahora un hombre que cree en ti como en sí mismo, y que no tiene más vida que esta fe. De consiguiente, al dejar de creer en ti, me moriría o me convertiría en un nuevo hombre; viviría de otro modo; me parecería que acababa de nacer; tendría otras entrañas.”
El tío Lucas sólo es, porque Señá Frasquita es. Como si ambos tuvieran una sola alma dividida en dos cuerpos. Idea que se sostiene con estas palabras en el libro páginas más adelante: “Los dos esposos se miraron en silencio, y quedaron tan satisfechos ambos de la tranquilidad, la resolución y la energía que se comunicaron sus almas, que acabaron por encogerse de hombros y reírse.”
Para estos momentos en la historia, es muy claro que el “villano” es sin duda, El Corregidor, no obstante, el verdadero enemigo del tío Lucas no es este supuesto malhechor que intenta conquistar a Señá Frasquita, sino la propia calidad humana del Molinero, es decir, su propia desconfianza en todo, en sí mismo, en su esposa, en el amor. A pesar de la envidiable relación y armonía que se nos presenta en un inicio entre nuestros protagonistas, termina Lucas sucumbiendo ante los propios defectos humanos; pero ¿cómo iba a no hacerlo ante la evidencia tan clara que tenía frente a sus ojos?
Llegamos a una de las partes más emblemáticas en la historia, el momento en el que el Molinero descubre al corregidor en cueros en la alcoba. ¿Qué explicación podría haber? No puede haber castigo más fuerte para un hombre tan devoto, el descubrir la traición de su otra mitad. Es en estos momentos en los que Lucas, como él mismo dijo, deja de ser él y se transforma en un nuevo hombre; es quizá por esta razón por la que más tarde en la historia, logra “engañar” a todos haciéndose pasar por su enemigo en cuestión, pues es bien sabido que un gran actor, no le miente al público, haciéndoles creer que es un carpintero pretendiendo ser un juez, o que es un campesino pretendiendo ser un ladrón, debe pues, transformarse en un juez, ladrón, carpintero o cualquiera que sea el personaje a interpretar; de este mismo modo, nuestro Molinero ya no era Lucas y tampoco era El Corregidor, era ya alguien más.
Como lo había ya mencionado, nos sorprende que una historia tan corta, de tanto de que hablar, o de que escribir; mencionemos un poco de la que es, en mi opinión, la parte mejor lograda. Ésta es cuando el tío Lucas y su mujer, se cruzan en el campo, cada uno montado en una burra, y éstas, se saludan, rebuznan, y sin embargo, la pareja que tanto se ama, no se reconoce, se toman por espías y se alejan uno del otro (dando así lugar al desarrollo de toda nuestra historia), y es que, en un inicio se nos presentan estos personajes tan unidos, tan conocedores uno del otro, que pensaríamos que al encontrarse en una situación, se reconocerían de inmediato y se salvarían de cualquier tristeza.
Claro que no se nos revela quién es el segundo jinete hasta poco más de la mitad de la historia, un giro bastante inesperado e ingenioso por parte de nuestro autor, no obstante, no deja de despertarnos esas dudas ya mencionadas.
Otro gran momento es cuando El Corregidor, con la vestimenta del tío Lucas, se presenta en la puerta de su propia casa, sin saber, que su mujer y el propio Molinero tenían ya un plan, con el que con un poco de justicia poética, le cobran sus pecados al representante de la ley en una escena de lo más cómica y necesaria, ya que de otro modo terminaríamos sintiendo que el corregidor nunca obtuvo aunque sea un poco de su merecido.
Es importante notar aquí que todos nuestros personajes son crudamente humanos, es decir, se enojan, entristecen, y sobre todo expresan sin ningún temor todas sus pasiones, y quizá es por eso por lo que nos podemos sentir tan identificados, al haber estado en situaciones en donde nosotros mismos sucumbimos a nuestras pasiones y caímos en el engaño de alguien, o que tal vez no confiamos en nosotros mismos o en la bondad, sinceridad o lealtad de alguien más.
Dejando a un lado estos temas, mencionemos otros aspectos del porqué quizá el relato es tan magnifico.
Los personajes a pesar de ser bastante simples, con motivaciones directas y simples, están muy bien construidos, siendo los protagonistas y sobre todo el Molinero, el más desarrollado y con el que más empatía sentimos. Siendo los demás de ellos casi un estereotipo satirizado que le da un toque de comedia. Señá Frasquita: la mujer con una belleza incuestionable, completamente entregada a su marido. El Corregidor: el típico patán en la política que abusa de su cargo para su propio beneficio. El alguacil Garduña: la persona que sigue ciegamente las órdenes de sus superiores sin importar el daño que cause.
La historia se desarrolla cómicamente, pero con diálogos dignos de estar en un libro de poesía, como los siguientes: “¿Cómo no brillan en la obscuridad semejantes relámpagos? ¿Qué es todo el fuego de las tormentas comparado con el que arde a veces en el corazón del hombre?” O “¡…y le arrimó una bofetada en medio de la boca, que le dejó la mitad de las palabras dentro del cuerpo!”.
Mencionemos por último algo que quizá pasa desapercibido al leer la obra.
Hoy en día es bastante común que las mujeres tengan una participación igualitaria en los aspectos de la vida diaria y laboral. Siendo cada vez más aquellas que son reconocidas, que ocupan puestos importantes y que aparecen como verdaderas autoridades dentro de diversos campos.
No obstante, pensemos en cómo eran las cosas en el tiempo en el que se desarrollan los cómicos sucesos en Andalucía. Reflexionemos en que no fue sino hasta 1931 que las mujeres obtuvieron el derecho a votar en España, y que en año en donde se desarrolla la historia, las mujeres no podían ocupar ningún puesto importante, no se les permitía asistir a las universidades, en fin, estaban prácticamente destinadas a buscar marido y procrear.
Inteligentemente en nuestra historia, son las mujeres (Señá Frasquita y Doña Mercedes Carillo de Albornoz y Espinosa de los Monteros, esposa del corregidor) quienes son la voz de la razón, quienes actúan con astucia, temple e inteligencia y quienes al final de la historia, ejercen una verdadera autoridad. Contrario a nuestros protagonistas masculinos, quienes se muestran torpes, crédulos, dejándose llevar por sus instintos. Nos dice tal vez Pedro Antonio, de un modo sigiloso, la influencia que las mujeres tenían ya hace más de un siglo. Una pequeña prueba más, quizá, de que nuestro autor estaba un poco adelantado a su tiempo.
Nos damos de inmediato cuenta de la habilidad como escritor que tiene Pedro Antonio de Alarcón al “recrear” esta maravillosa historia, sin necesidad de alargarla de más, de meter personajes innecesarios; nuestro autor emplea lo justo, ni un dialogo, ni una palabra, ni un signo de puntuación de más, a una historia que nos divierte tanto como nos conmueve, y que si la hubiésemos escuchado o leído cien años antes o cien años después, seguiría pareciéndonos completamente posible, porque retrata a la perfección los rasgos más importantes de la naturaleza humana.
De Alarcón, Pedro Antonio. 2001. El sombrero de tres picos. El carbonero alcalde. Editorial Océano.