El infinito mar y sus mil colores han cautivado y asustado al hombre a lo largo de la historia. La belleza del espejo del cielo ha sido objeto de curiosidad de la humanidad entera: sus colores, las criaturas que lo habitan, los tesoros que guarda, todo esto ha sido una fuente de inspiración y curiosidad para el hombre, quien ha construido todo tipo de máquinas y objetos con el fin de poder explorar las misteriosas aguas oceánicas.
El mar es uno de los sujetos más representados en el mundo artístico (en todas las disciplinas). La diversidad de la belleza del océano es casi tan grande como su vastedad. En el ámbito musical, muchas de las composiciones más maravillosas y conmovedoras tienen como génesis el mar. Los artistas han encontrado en este un reflejo de las emociones humanas más intensas, como lo es la pasión, la cólera, o, por otro lado, la serenidad y la plenitud.
La música ha sido por excelencia el medio artístico para expresar tanto el cúmulo de emociones humanas como la belleza de la naturaleza; los compositores se han valido de los matices y las posibilidades de cada instrumento para representar la majestuosidad oceánica.
El ejemplo quizá más conocido es el del compositor francés Claude Debussy, quien entre 1903 y 1905 compuso “La mer”, una suite de tres bocetos sinfónicos en los que se representan distintos escenarios:
- “De l’aube à midi sur la mer” – « Desde el amanecer hasta el mediodia en el mar”
- “Jeux de vagues” – « Juego de olas »
- “Dialogue du vent et de la mer” – « Diálogo entre el viento y el mar »
La obra se sale de los caminos ortodoxos de lo que es una sinfonía, sin embargo, tampoco llega al punto de ser un poema sinfónico, y esta tampoco era la intención del compositor; Debussy buscaba sobretodo una innovación en la manera de representar algo, buscaba nuevos sonidos, nuevos colores, nuevas formas. El resultado fue una considerada como magnífica.
Invitamos al lector a escuchar la composición:
Pasemos ahora a un escenario completamente distinto, seguimos en el mar, sí, pero ahora cambiamos los colores, cambiamos la historia. Ya no es el mar de Debussy con criaturas y con un uso poco ortodoxo de la orquesta, sino que ahora el instrumento es uno solo, y la escena es un barco navegando en el océano.
Hablamos aquí de la composición “Un barco en el océano” del compatriota de Debussy, Maurice Ravel.
En esta obra se evoca el sempiterno movimiento de las olas y vagamente se pinta un navío que se mueve con ellas; la obra es armónicamente compleja, pero la melódicamente un tanto simple, gran parte de la belleza de la obra es el ambiente que se crea a través de los arpegios de ambas manos, desde la primera nota uno se transporta hacia el mar y no deja de sentir el movimiento de las olas en su propio ser, la imagen del barco está siempre presente, pero es el océano el verdadero protagonista de la obra.
La composición demanda un nivel técnico altísimo, pues esta está repleta de matices sutiles, saltos de las manos bastante grandes, la estamina juega un papel fundamental para la interpretación, la obra es bastante longeva y a lo largo de ella se requiere una fineza extraordinaria.
Musicalmente hablando, la obra tiene varios momentos clímax en donde podemos apreciar toda la fuerza del mar y el cómo está se puede representar con el piano, pero es interesante notar el aspecto visual de la obra, si uno observa con atención la partitura, aun sin escuchas la obra en cuestión, es bastante fácil divisar el mar, el sol a lo lejos, las olas y el navío que se mueve con ellas.
Invitamos al lector a escuchar “Un barco en el océano”:
No cabe duda que el mar será siempre una fuente de inspiración para todo aquel que esté dispuesto a admirarlo; la belleza, el misterio y la majestuosidad se funden en uno y en se distienden más allá del horizonte en el eterno azul.
Las composiciones anteriores son ejemplos conocidos de cómo se ha representado el mar en la música, pero para finalizar nos gustaría invitar al lector a escuchar la siguiente obra bastante menos conocida: