Beatriz Portinari, el ideal Dantesco del amor.

“I´ son Beatrice che ti faccio andaré;vegno del loco ove tornar disio;Amor mi mosse, che mi fa parlare. (Inf. II, 69-70)”.…
Beatrice (originally Lady with a Coronet of Jasmine), William Dyce, 1859.

Poco se habla –o se escribe– de la mujer, del amor femenino que impulsa la creatividad del hombre dándole ese envite para elevarlo a un plano amoroso, terreno creador explorado solo por aquellos que encontraron en una mujer su musa, su protectora, su guía, su inspiración e incluso su perdición.

Hay una frase que queda como anillo al dedo y es de mi autoría, dice «Del amor casi todo se ha dicho o escrito, pero poco se sabe si no has sido amado realmente por la mujer que amas», la mujer es maestra de vida y con su sabiduría encamina a las personas que le rodean, siempre tienen palabras de aliento o un valioso consejo para cada situación, la mujer es capaz de ver siempre el lado bueno de la vida sobre todas las cosas. La mujer, fuente eterna de vida es también camino a la salvación, a la purificación. ¿Qué sería el hombre sin la hija, la hermana, la madre o la esposa?

La mujer por mucho tiempo ha sido –y seguirá siendo– inagotable fuente de inspiración, quién no ha tenido una buena mujer en su vida no es probable que entienda el maravilloso significado de estar rendido a sus múltiples encantos y extraordinarias virtudes.

Son muchos los ejemplos reales pero también ficticios que sustentan mi argumento, desde la mitología pasando por los romances medievales hasta llegar a la actualidad la mujer ha figurado como efigie central en el amor y como decía el escritor español de fines del siglo XVIII José de Campos: “solo una cosa puede llenar por completo el corazón del hombre, y es el corazón de la mujer”.

A lo largo del tiempo ha habido mujeres que han marcado un antes y un después, mujeres que se han sometido al tiempo y han prevalecido como muestra de que las historias de amor son tan antiguas como el amor mismo, es el caso de mujeres reales como Eloisa, Laura, Francesca, Cleopatra, Mumtaz Mahal, Wallis Simpson, Xu Chaoquing, Isabel de Segura, Mariana Alcoforado, Roxelana, Regine Olsen, Dulze (Aome) o Carla B.

O de mujeres inmortalizadas en la literatura universal como Sherezade, Julieta, Charlotte, Elizabeth Bennet, Jennifer Cavalleri, Dulcinea o la distraída Lucía (Maga) por mencionar algunas.

En fin, la mujer siempre ha sido protectora de este desastre que representa el hombre, su femenina influencia se ha tomado como señal de razón, tomemos como ejemplo a la dama de compañía Charlotte von Stein que liberta al poeta alemán Goethe de su teutonismo juvenil aconsejándole: “Si quieres saber lo que es debido en cada caso, ve a la tierra de las mujeres”.

La mujer ha sido –y será– motivo de reflexión, de interpretación, de inspiración. Solo basta escuchar a una mujer para volver al camino de la razón, ellas saben instintivamente siempre dónde está.

Hay una última mujer a la que se dedica este artículo, a una mujer que se convirtió en un símbolo de la fe y en guía y protectora celestial, hablo de la Beatriz más famosa de la historia, la mujer inmortalizada por el poeta florentino Dante Alighieri (1265- 1321) en su sublime Vita nuova (escrita entre 1292 y 1293) y en la famosa Commedia, llamada posteriormente Divina por el escritor y humanista italiano Giovanni Boccaccio, hablo de Beatriz Portinari (1266-1290), la mujer que revolucionó la vida del Il Sommo Poeta y la elevó al plano literario consagrándola, sin poder llegar a verlo realizado, como una de las representantes universales del amor junto a Julieta Capuleto o Dulcinea del Toboso.

Lo primero que hay que entender es que hay dos «Beatrices», una real (según los historiadores de Dante) que está plasmada en la Vita nuova, la primera obra literaria de Dante considerada por el poeta y crítico ruso Minski como el primer ejemplo de novela moderna, donde históricamente hablando se describe a la florentina Beatriz Portinari, hija del noble Folco Portinari quien tuvo el mérito de fundar el hospital principal del centro de la capital toscana, el Ospedale di Santa Maria Nuova, y esposa del banquero Simón de Bardi de Florencia en el Trecento. Esta Beatriz realmente existió y el espacio y tiempo de la vida de Beatriz coincide con el que Dante escribe en su Vita nuova, por lo tanto se infiere que esta Beatriz que murió en 1290 es la misma Beatriz de la Vita nuova. La mayoría de los historiadores de Dante concuerdan con esta versión, yo también así lo creo.

La segunda Beatriz es una dramatis personae que se encuentra en la Commedia, esta Beatriz es considerada la más compleja hablando literariamente pues siendo una ficción se le otorgan cualidades completamente divinas, alcanzando la perfección que Dante quería que tuviera, logrando una hazaña que quedaría escrita en los anales del amor. Esta Beatriz literaria es el ideal perfecto del amor de Dante.

La Dra. Katherine Miller, directora de Asuntos Culturales de la Biblioteca “Florentino Idoate, S.J.” en su artículo “¿Quién es Beatriz? Las cualidades de una mujer” dice que;

En la Commedia, ella es la bella creación poética, filosófica, pedagógica, política y  teológica de Dante Alighieri, el poeta, y una de los protagonistas de su comedia. La figura de Beatriz, entonces, para comenzar, no es la figura de una novia, una amante, una cortesana, una femme fatale, una belleza fría y orgullosa de amour courtois. No  es ninguna de estas cosas. A la misma vez, Beatriz es la imagen bella, objeto de amor, estricta, honorable, casta de un ideal.

Por conexiones se asume que la Beatriz real de la Vita nuova es la Beatriz literaria de la Commedia, aquí radica parte de la complejidad en Dante, en su maestría con la pluma para fusionar las dos «Beatrices» en una sola mujer, otorgándole –consiente o no– la eternidad, sometiendo a la Beatriz real el dulce efecto de la ficción haciéndola un ejemplo perfecto del amor.

Aún después del fallecimiento de Bice, Dante le regala la inmortalidad haciéndola hablar una última vez, haciendo que aquella dama finalmente le otorgara el final que nunca pudo tener. Ahora, gracias a la creación de Dante podemos imaginarnos a una Beatriz eternamente al lado de la virgen María, sagrado lugar dónde también queremos que se encuentren nuestras amadas mujeres.

Habiendo definido esta conexión, es necesario contar la historia de amor que los envuelve eternamente y saber cómo una mujer salva, en una ocasión más de la historia del amor, a un hombre que a mitad del camino de su vida, se encontró en una selva oscura, con la senda derecha ya perdida…

Diré que sus vidas se encuentran en 1274. Beatriz, era vecina de la familia Alighieri así que era natural que un día las familias se encontraran en una reunión típica de la Edad Media, Roberto Mares en su obra biográfica Dante, escribe que,

La casa de los Alighieri se encontraba entre San Martino de Véscovo y Santa Margherita, y en una casa vecina habitaba la familia Portinari, quienes eran originarios de la ciudad de Fiésole, pero que se habían aposentado en Florencia desde  una generación anterior y habían hecho fortuna. Como nuevos ricos, y además de origen forastero, se congraciaban con la sociedad florentina dando frecuentes fiestas con cualquier pretexto; así fue que se celebró una el primero de mayo de 1274, y a ella fue invitado el pequeño Dante (Mares, 2002).

En este encuentro Dante tenía nueve años y Beatriz ocho. En su Vita nuova Dante escribe este suceso de la siguiente manera: “El cielo luminoso ya había regresado nueve veces desde mi nacimiento casi al mismo punto, cuando por primera vez apareció a mis ojos la gloriosa señora de mis pensamientos, que muchos llamaron Beatriz, no sabiendo cuál era su nombre (Alighieri, Vida Nueva, 1989, II)”. Dante la describe a la pequeña Bice de la siguiente manera: “Apareció vestida de un nobilísimo color, humilde y honesto, purpúreo, ceñida y adornada a la manera que convenía a su jovencísima edad (Alighieri, Vida Nueva, 1989, II)”, en la edad Media el color rojo significaba amor, qué Bice se vistiera de rojo debió haber sido una señal para el pequeño Dante.

Fue en esta breve reunión que el pequeño Dante quedó totalmente prendado de los encantos de la pequeña Bice, lo curioso es que Dante no jugó con ella, tampoco bailaron ni conversaron. Dante se limitó al ensimismamiento, a la profunda contemplación y a la silenciosa atención a la niña que sería su primer amor. Más adelante escribe su sentir en ese momento y lo expresa de la siguiente manera:

Y en ese momento (lo digo con verdad), el espíritu vital que tiene su morada en lo más recóndito del corazón, empezó a latir tan que repercutía con ímpetu en las menores pulsaciones […]. Entonces, el espíritu animal, el cual mora en la alta cámara adonde todos los seres sensibles transmiten sus percepciones, empezó a maravillarse vivamente y dirigiéndose sobre todo a los espíritus de la vista, pronunció estas palabras: Apparuit iam beatitudo vestra (Alighieri, Vida Nueva, 1989, II).

Este encuentro es de vital importancia, es aquí cuando el incipiente amor llega a Dante, cuando en Dante se presenta la revelación de su musa, de su inspiración. Más adelante Dante escribe “A partir de ese momento digo que Amor se adueñó de mi alma, que se le unió inmediatamente, y empezó a tener sobre mí tanto dominio y señorío, en virtud de la fuerza que le daba mi imaginación, que me vi obligado a cumplir con sus antojos (Alighieri, Vida Nueva, 1989)”.

En este primer encuentro Dante hace referencia a lo que siente por primera vez, pero también explica que este sentimiento fue pasajero ya que no fue hasta nueve años después cuando vuelve a ver a Beatriz que el amor finalmente madura y queda perdida y profundamente enamorado de ella, este segundo encuentro se da en el año de 1283. En este encuentro, relata Dante:

[…] sucedió que, en el último de estos días, se me apareció otra vez la admirable criatura, vestida de color blanquísimo, en medio de dos gentiles damas de mucha mayor edad. Al pasar por una calle, dirigió la mirada hacía la parte donde yo me encontraba lleno de temor, y, por aquella cortesía que hoy ya habré merecido el premio eterno, me saludó muy recatadamente, con tal dulzura, que a mí me pareció tocar los límites de la felicidad (Alighieri, Vida Nueva, 1989, III).

Con este segundo encuentro, Dante se dedica a alabar a su doncella que ahora viste de blanco simbolizando la santidad, a partir de aquí Dante decidió rendirle el tan merecido vasallaje que lo acompañaría hasta el final de sus días. Pletórico de felicidad por la sagrada salutación que le otorgo su musa, le compone un soneto en su honor, sin embargo, oculta hábilmente el amor que siente por Beatriz cortejando a otra dama. Llegado esto a oídos de Bice, le niega orgullosamente la salutación, Dante escribe “aquella gentilísima mujer, que derrotó a todos los vicios y fue reina de las virtudes, al encontrarme al paso, me negó aquel dulcísimo saludo, en el cual hacía yo consistir mi felicidad (Alighieri, Vida Nueva, 1989, X)”.

Estos episodios son clave en la vida del poeta porque decide tomar como objetivo de su vida expresar por medio de la poesía su eterno amor a Beatriz. A lo largo de la Vita nuova hay eventos importantes como la muerte el progenitor de Beatriz, Dante escribe sobre el lamentable fallecimiento del padre de su inspiración: “No transcurrieron muchos días después de este suceso, cuando plugo al glorioso señor, que ni a sí mismo privó de la muerte, llamar seguramente a la eterna gloria, el que fue padre de la nobilísima Beatriz (Alighieri, Vida Nueva, 1989, XXII)”.

Poco después de este evento, Dante cae gravemente enfermo. Durante su enfermedad tiene una pesadilla que es un presagio de la muerte de Beatriz. Dante escribe con melancolía:

En el noveno día, sintiendo dolores muy agudos, me puse a pensar en mi amada.  Después de haber pensado un poco en ella, mi pensamiento regresó a mi debilitada vida y viendo cuán efímera era su duración a pesar de su salud, solté el llanto para mis adentros, quejándome de tanta miseria. Por lo cual con fuertes suspiros me decía:  “Alguna vez tendrá que morirse la gentilísima Beatriz”. Y entonces me llegó tal desfallecimiento que cerré los ojos y me puse a delirar como persona fuera de sí  (Alighieri, Vida Nueva, 1989, XXIII).

Como mal augurio, pronto la muerte de Beatriz llega a los 24 años de edad. En ese momento Dante escribía una canción cuando su inspiración asciende al plano celestial. Dante escribe, que “todavía me hallaba en el principio de esta canción […] cuando el señor de la justicia llamó a está gentilísima mujer, para que gozara de la gloria bajo la enseñanza de aquella bendita reina, la virgen María, cuya reverencia siempre estuvo en las palabras de la bienaventurada Beatriz (Alighieri, Vida Nueva, 1989, XXVIII)”

Tras la desafortunada muerte de Beatriz, Dante se cree enamorado de otra dama, pero vence esta falsa pasión, y una visión le muestra a Beatriz, vestida de rojo, en la gloria de los cielos, por lo cual el poeta decide no amar a otra mujer y consagrar su vida al recuerdo de su amada, aunque no escribirá sobre ella hasta que no sea capaz de encontrar la forma adecuada de hacerlo. En el último soneto Dante escribe:  […] tuve una admirable visión, en la cual vi cosas que me hicieron desistir de hablar de esta bendita mujer hasta en tanto pudiera hacerlo más dignamente. Y para ello estudio cuanto puedo, y mi amada bien lo sabe (Alighieri, Vida Nueva, 1989, XLII).

Finalizando de esta manera su primera obra. Y presagiando ya la Commedia dónde Beatriz volvería cumpliendo la voluntad de sus últimos versos.

En esta obra se entiende que Dante nunca tuvo una relación formal con Beatriz, aunque la Vita nuova nos muestra no solo su parte sentimental sino también intelectual, Dante no tuvo familiaridad con Beatriz para no perder la idealización, que de ella se había hecho, según los cánones del “dulce estilo nuevo”.

Dante Alighieri formó parte de un círculo de poetas llamado Dolce Stil Nuovo, un convenio ideal entre poetas donde la mujer noble es la fuente y figura principal de su inspiración. La autora Marian Bejar en su obra Enigma de los amantes más grandes de la historia escribe que,

La dama cortes se transforma en un ser superior, parte ángel y parte idea filosófica:  la dama angelical. La dama que, como Beatriz para Dante, ha venido a la tierra a mostrar un milagro. Esta Donna angelicata es creación del Dolce Stil Nuovo, una dama angelical, un destello divino que ilumina el alma del amante, escala hacia la  misma divinidad (Bejar, 2006, P.102).

Esta escala hacia la misma divinidad queda realizada en una de las obras fundamentales de la transición del pensamiento medieval (teocentrista) al renacentista (antropocentrista), hablo de la Commedia (1304-1321) considerada la obra maestra de la literatura italiana y una de las cumbres de la literatura universal. Al principio del ensayo mencione que la mujer era salvación, es justo lo que Dante necesita en su vida; ya desde sus primeros versos se puede notar ese total abandono a la vida, la famosa perdición a la que alguna vez todo hombre se ha sometido.

Dante empieza una de las obras cumbres de la literatura de la siguiente manera: “Nel mezzo del cammin di nostra vita/ mi ritrovai per una selva oscura, /che la diritta via era smarrita (Alighieri, Divina Comedia, 2019. I,I)”. Con estos primeros versos, Dante nos da a entender que todos a mitad de nuestra vida nos detenemos a pensar en nuestra vida, nuestros errores, nuestro pasado presente y futuro. La mitad de “nuestra” vida es un momento de crisis en el que se toman las decisiones definitivas que si no son acertadas conducen a la perdición del alma.

Dante se encuentra en un viaje no solo psicológico sino espiritual, su guía y maestro es el poeta romano Virgilio (70 a.C.- 19 a.C.) que acude a su encuentro para salvarlo y principalmente conducirlo a través del infierno y del purgatorio por orden directa de su eterna musa Beatriz. Virgilio le dice a Dante en el segundo canto:

Yo me hallaba en el limbo suspendido;/ me llamó una mujer tan santa y bella/ que a cumplir sus designios me dispuse./ Sus ojos relucían más que estrellas,/ empezó a  hablar muy dulce y suavemente,/ y así me dijo con su voz angélica:/ “Oh, alma generosa mantuana,/ cuya fama perdura aún en el mundo/ y durará mientras el mundo exista,/ mi amigo (amigo fiel, no de ventura)/ está por el temor paralizado/ y aturdido en mitad de la ardua selva,/ y me temo que pueda extraviarse/ o que yo llegue tarde a  su socorro,/ según lo que se dice aquí en el cielo./ Parte ahora hacia allí y usa tu verbo/ ornado y cualquier medio que lo salve,/ pues si lo ayudas me darás consuelo./ Yo, la que andar te manda, soy Beatriz,/ vengo del sitio al que volver deseo:/amor me trajo, amor hablar me hace (Alighieri, Divina Comedia, 2019. II, 52-71).

Estos versos, aunque largos son importantes pues nos hace comprender que Dante finalmente cumplió con los últimos versos de su Vita nuova, con la primera mención de su nombre en la Commedia se conecta magistralmente estas dos obras, intelectualmente el mundo dantesco adquiere sentido. Mencionar a Beatriz es saber que Dante como autor pudo encontrar la manera de hablar dignamente de la que no solo en vida sino en muerte fue, es y será su amor.

En este punto de la Commedia la Beatriz real ya está en el cielo, en igual equivalencia con la Beatriz literaria. La Beatriz literaria mora en el paraíso y se muestra preocupada por el poeta florentino. Dante finalmente logra colocar a su amada en terreno divino y la hace su salvadora, ¿quién mejor que te salve de ti mismo que la mujer que más amaste en vida?

Beatriz, baja a los infiernos para entrevistarse con Virgilio y ordenarle que acuda a Dante y lo lleve ante ella. La Commedia es ese trayecto por el infierno, el purgatorio y finalmente el paraíso dónde se realizará el ansiado encuentro entre el poeta y la poesía.

A la desaparición de Virgilio, consecuencia del cumplimiento de su tarea, en el canto XXX del purgatorio, aparece finalmente Beatriz que representa la teología, la fe y que será la nueva guía por el paraíso, Dante hace del reencuentro algo sublime, escribe:

Con blanco velo, cinta de la oliva,/ Una mujer surgió, con verde manto,/ Vestida de color de llama viva./ Y el alma mía que por tiempo tanto/ No se había encontrado en  su presencia,/ Trémulo de placer ante su encanto,/ Aun sin mirarla, tuvo la conciencia,/ Por oculta virtud de ella nacida,/ De aquel antiguo amor la gran potencia (Alighieri, Divina Comedia, 2019, Purgatorio, XXX, 31-39).

Este encuentro se hace más profundo cuando Dante dice “Conozco el signo de la antigua llama (Alighieri, Divina Comedia, 2019, Purgatorio, XXX, 48)”, admitiendo que nunca jamás podría olvidar lo que ella le hizo sentir, esa llama es lo que conecta a los amantes, ¿quién no ha ardido en estas llamas?

Las primeras palabras de Beatriz para Dante fueron: “Mírame bien, yo soy, yo soy Beatriz!/ Subiste al fin del monte la pendiente?/ No sabes tú que el hombre aquí es feliz? (Alighieri, Divina Comedia, 2019, Purgatorio, XXX, 71-75)” y con esto, todo el trayecto que representa su vida adquiere significado, aquí es dónde la vida recobra el sentido.

Imaginemos lo que representa poder encontrarte finalmente con la mujer de tu inspiración, después de haber cruzado el infierno y haberte purificado en el purgatorio para poder entrar al paraíso y que te reciba la mujer que más amaste en vida. Eso es a lo que aspira todo hombre. Esto es lo que el amor hace con nosotros.

Con esta reflexión termino mi homenaje: En Beatriz, Dante creo una de las imágenes más perfectas de la femineidad idealizada de la cultura Occidental. Si alguna vez enfermas de amor, encuentra consuelo en la mujer. Mi último deseo es que a todos nos salve nuestra Beatriz.

Chihuahua, Chih. A 14 de febrero del 2023

Bibliografía

Alighieri, D. (1989). Vida Nueva (Primera ed.). (F. Ferro Gay, Trad.) D.F., México: Secretaría de Educación Pública (Cien del Mundo).

Alighieri, D. (2019). Divina Comedia (Primera ed.). (B. Mitre, Trad.) D.F, México: MIRLO.

Bejar, M. (2006). Enigmas de los amantes más grandes de la historia (Primera ed.). D.F., México: Grupo Editorial Tomo, S. A. de C. V.

Mares, R. (2002). Dante (Primera ed.). D.F., México: Grupo Editorial Tomo S.A. de C.V.

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