En este mes del Orgullo Gay, que festeja la lucha social del colectivo LGTB por sus derechos y reconocimiento social a raíz de los disturbios de Stonewall en 1969 en Nueva York, voy a hablarles sobre dos filósofos muy peculiares: Ludwig Wittgenstein y Michel Foucault. Ambos no eran heterosexuales, fueron filósofos reconocidos e influyentes y, aunque abordaron temáticas muy distintas, también se caracterizan por tener dos fases diferenciadoras e incluso opuestas en su pensamiento, todo esto fruto de una fuerte autocrítica. Comencemos en esta primera entrada por Wittgenstein.
WITTGENSTEIN: DE ORIGEN RICO Y PERSONALIDAD CONTROVERTIDA
Nacido en una familia (de origen judío y muy rica) de Viena (imperio Austrohúngaro), la vida del joven Ludwig estuvo marcada por una serie de tragedias familiares. Varios de sus hermanos mayores se suicidaron y la depresión fue una compañera frecuente en la vida del filósofo y personas cercanas a él. No obstante, dispuso siempre de una gran cantidad de recursos económicos (aunque posteriormente renunciaría a la mayor parte de su fortuna) y una formación académica excelente donde pudo pulir su gran intelecto.
Porque si hubiera de describir con una sola palabra al pensador, sería la de “excepcional”, o “genio” o “brillante”, pero a un mismo tiempo esto implicó ser en buena manera también “incomprendido” o “agónico”. Así que me quedaré con la palabra “único” para describirle. No importa qué hiciera Wittgenstein, porque lograba destacar en todo. Empezó estudios de ingeniería y sentó las bases de un motor a reacción que con el tiempo inspiraría los motores de helicópteros. Abordó y resolvió problemas matemáticos, pero luego se embarcó en la filosofía de las matemáticas (sí, existe algo así), y con ello en la lógica y la filosofía del lenguaje que es donde más destacó todavía.
Pero fuera del campo académico, el joven Ludwig interrumpió sus estudios en Cambridge para enrolarse en el ejército austrohúngaro en la Primera Guerra Mundial y fue condecorado en varias ocasiones por valentía y servicio distinguido como artillero. Puede que su comprensión matemática-lógica de la realidad ayudase a la hora de establecer coordenadas de disparo, pero a esto hay que añadir que tenía un coraje destacable en combate. Puede que por ese carácter tan voluntarioso y decidido que le hizo destacar como soldado, le convertirían a la vez en alguien cortante, arisco, desagradable y desafiante con sus cercanos.
Son numerosas las anécdotas de lo difícil de convivir junto a él. Por ejemplo se sabe que como maestro de matemáticas de primaria, llegó en 1926 a golpear a un alumno de once años al punto de dejarlo inconsciente, causando el juicio y posterior arrepentimiento y disculpas del filósofo por ello (diez años después). También es conocida su relación amistad-enemistad con Bertrand Russell, quien le orientó a dejar la ingeniería por la filosofía (el propio Wittgenstein reconoció que esto salvó su vida al alejarlo de ideas suicidas) pero sus disputas filosóficas resultaron desde controvertidas hasta hirientes, especialmente por parte del vienés al inglés. También tuvo enfrentamientos verbales con Karl Popper, entre otros, en sus estadías en Cambridge, donde mostró un ego muy altivo. Como anécdota de esto, el prestigioso economista Keynes dijo una vez: “Bueno, Dios ha llegado. Me encontré con él en el tren de las 5.15”, refiriéndose al regreso del pensador a la prestigiosa universidad para completar sus estudios. Al presentar su tesis (el famoso Tractatus), tras la defensa dio unas condescendientes palmaditas en la espalda a sus examinadores (el propio Russell, entre otros reputados pensadores) diciéndoles: “no se preocupen, ya sabía que nunca lo comprederían”.
Es muy probable, tras leer todas estas anécdotas personales, que Wittgenstein tuviese un Trastorno de Espectro Autista, probablemente Asperger: genial pero incomprendido, irascible y de difícil trato, arisco pero apasionado y brillante en lo que hace.
LOS DOS WITTGENSTEIN
La obra de este pensador se resume en dos obras capitales. La primera es el Tractatus Logico-Philosophicus (1921), un libro redactado de manera atípica, por sentencias, donde a partir de una revisión exhaustivamente lógica del lenguaje establece la relación entre mundo y lenguaje, entre lo que es y lo que puede ser dicho y mostrado (que no es lo mismo) por el lenguaje. La obra es claramente de influencia positivista pero da un paso a favor de la creación de la filosofía analítica. Así impactó a pensadores como los del Círculo de Viena (a los que también terminó por mandar a freír espárragos y decir que sus ideas no tenían nada que ver con las suyas) y tiene implicaciones tanto en la filosofía del lenguaje como en la epistemología y la estética.
Y para resaltar de nuevo la personalidad de Wittgenstein, tras escribirla dijo retirarse de la filosofía porque había resuelto así todos los problemas que se trataban en ella (ahí es nada). Para el pensador, los problemas filosóficos eran problemas del lenguaje, nada más, y a partir de su libro todo filósofo debería centrarse en lo importante: la ética, la fe, la música y estética, etc.
Pero según transcurrieron los años, Wittgenstein fue cambiando de opinión y parecer en sus ideas. Hay que tener en cuenta que escribió este libro a veces como eremita en un fiordo noruego, a veces sólo acompañado por su amante (David Pinset) y otras mientras estaba en las trincheras del frente. Eventos como su experiencia como maestro de niños, el desentendimiento con el Círculo de Viena, el ascenso del nazismo en su Austria natal, retomar sus estudios y terminar como maestro de filosofía en Cambridge (ya como ciudadano británico), servir como camillero en un hospital durante la Segunda Guerra Mundial… sin duda influyeron en su visión del lenguaje, el papel de la lógica y el ser humano en el mundo. Finalmente se animó a escribir un nuevo texto que no se publicaría hasta dos años después de su muerte en 1953, Las investigaciones filosóficas, donde redime el papel del lenguaje a una serie de juegos entre humanos para llegar de manera convencional a definiciones y conceptos sobre hechos del mundo.
Son dos obras muy distintas entre sí, donde la segunda critica la primera, pero igualmente brillantes, complejas e influyentes. Si en el Tractatus el filósofo afirma que el lenguaje no sólo apunta a la realidad sino que la conforma con su famosa frase “los límites del lenguaje son los límites de mi mundo“, con Investigaciones filosóficas no sólo afirma que el lenguaje sea una parte de la realidad, sino que da lugar al entendimiento mediante una serie de juegos sociales. Si antes tenía un punto de vista estático y absolutista en el lenguaje, luego afirmó que éste era de origen pactados por los humanos y por lo tanto más relativista en cuanto contextos, pero igualmente parte de la realidad misma.
SEXUALIDAD DE WITGENSTEIN
Y llegamos al chisme del artículo. El pensador se ha sostenido por mucho tiempo que era bisexual. Él mismo reconoció haber tenido un romance con una mujer en su adolescencia en Viena, y propuso matrimonio a la suiza Marguerite Respinger aunque a cambio de no tener hijos. ¿Intolerancia a los infantes o matrimonio para esconder su orientación sexual? Probablemente ambas, aunque no es descartable una admiración platónica por parte del pensador a la fémina, al punto de esculpir un busto con ella como modelo.
Pero lo que sí sabemos con certeza es que tuvo relación estable al menos con tres hombres a lo largo de su vida. El primero (1912-14) fue David Pinsent, un descendiente lejano del filósofo David Hume. Viajó con él a Islandia y Noruega, donde se retiraron a vivir en lejanas cabañas y apoyó al pensador en su trabajo para el Tractatus entre otras obras. El diario de Pinsent refleja el carácter difícil e irascible de Wittgenstein, a quien describe como alguien genial pero extremadamente sensible a los cambios de humor. Años más tarde moriría en un accidente aéreo como piloto de pruebas en el contexto de la Primera Guerra Mundial. Wittgenstein le dedicaría en su memoria el Tractatus.
El segundo amante fue Francis Skinner (1930-41), un alumno durante su estancia en Cambridge como maestro. Fruto de esta relación es El libro rosa, una obra poco conocida del filósofo, centrado en las matemáticas y la filosofía. Aunque en principio se creyó que fue un mero dictado de Wittgenstein a Skinner, la realidad es que el papel del segundo fue más importante de lo pensado en el diseño, edición y revisión de la obra. Su relación se fue enfriando poco a poco, y murió por complicaciones de poliomielitis durante la campaña de bombardeos de Alemania a Inglaterra. En sus diarios y correspondencia, Wittgenstein reconoció la consternación por la muerte de Skinner, así como la pérdida del Libro rosa, que sería recuperado y publicado mucho tiempo más tarde, para sorpresa de todos. Como fuera, su segunda relación amorosa se vio truncada también en un entorno bélico durante su vida, y también previamente había supuesto un apoyo emocional e intelectual en su trabajo filosófico.
Es precisamente que a través de los diarios y documentos epistolares del pensador que sabemos de su atracción por otros hombres, más jóvenes que él, como Keith Kirk, un amigo de Skinner, pero con quien no llegó a más (especialmente tras casarse el efebo). Con quien sí tuvo una relación más larga fue con Ben Richards (1946-1951), quien le animó a seguir un tiempo más en la docencia (de la que ya se sentía “asqueado”, según sus propias palabras) y posteriormente a realizar su segundo trabajo magistral, Investigaciones filosóficas, hasta que murió de un cáncer de próstata a la edad de 62 años, negándose a tratarlo. Sus últimas palabras, pronunciadas en la casa de su médico y ante su esposa, fueron: “diles que he tenido una vida maravillosa”.
REFLEXIÓN FINAL
Wittgenstein era una de esas escasas personas que se puede conocer en la vida que fácilmente se nos hace de carácter difícil y arisco, pero de igual modo brillantes y geniales en sus acciones, empresas y trabajos. Vivió un periodo de grandes cambios no sólo históricos (las dos guerras mundiales, por ejemplo), sino intelectuales y científicos donde hizo su aportación. Es muy probable que por las costumbres sociales de la época no manifestara libremente su homosexualidad, y esto en parte condicionó su carácter huraño, padeciera o no de Asperger. Otro de sus hermanos, Rudi, llegó a suicidarse muy joven posiblemente por este mismo motivo. Y es por ello que todo esto nos deja una reflexión de la importancia de dejar llevar a cada persona su vida acorde sus preferencias, sin juzgar por moralidades tan rancias y anticuadas como el olor a naftalina del armario de la abuela.
En el próximo artículo se revisará el caso de Michel Foucault, un filósofo abiertamente homosexual, sus parecidos en vida con Wittgenstein pero también los paralelismos en su trabajo intelectual (y por supuesto sus diferencias).