Explicar la filosofía de Aristóteles es muy largo: ontología, metafísica, epistemología, axiología, ética… Así que baste con decir que aunque reconoce la exitencia de Ideas y Sustancia como su maestro Platón, no las separa en mundos distintos, sino que afirma que han de estar unidas ambas para dar lugar a este mundo. Es idealista como su maestro, pero subjetivo en vez de objetivo; además de con un marcado carácter pragmático y consecuencialista. Esto quiere decir que busca los principios y los orígenes de las cosas, así como las finalidades y las consecuencias de éstas, en lugar de idealizarlas.
La experiencia estética para Aristóteles
Entonces, ¿qué opinaba del arte Aristóteles?: que es una buena manera de alcanzar las categorías de las cosas, pues nos proporciona experiencia si la obra es buena. Pero para ello, debe imitar la naturaleza, recordemos que la mentalidad griega tiene grabado a fuego que arte es mimesis.
Aristóteles no ve el arte como Platón, una copia de una copia, así que si imita el mundo natural con la simetría, el tamaño correcto, el orden debido y la delimitación exacta, entonces nos permite llevar esa vida contemplativa que interpreta como la clave de la felicidad y virtudes humanas.
Y aquí, para el estagirita, el arte tiene un papel fundamental: al imitar la naturaleza primera (y segunda, tercera, etc.) de las cosas, es como nos permite acceder al conocimiento, y a veces de manera ventajosa, o sin riesgos. Así, Aristóteles en Poética deja claro que la poesía ayuda a entender mejor los universales, o que el dibujo tiene una capacidad educativa enorme, o que la pintura muestra las costumbres y moralidad de cada época.
La función de un buen artista es descubrirnos a los demás, con su obra, el elemento universal de la realidad. Y para este filósofo el mayor arte de todos es la Tragedia, es decir, el arte teatral. Pero antes que nada, ¿cual es el origen de la tragedia griega (y por lo tanto de todo el teatro de occidente). Vídeo introductorio:
Durante la época de Aristóteles ya existían grandes tragedias griegas. En una época sin Netflix ni pelis de Avengers, el mayor entretenimiento era asistir a una obra de teatro. Pero hay que entender que el teatro en la época griega no era un producto destinado a una élite y para unos pocos, era algo comunitario que exigía la presencia de todos los ciudadanos (y buena parte de sus esclavos), era un momento donde se olvidaban de todos sus problemas para centrarse en la trama de la obra.
Es ahí, cuando Aristóteles se da cuenta que las buenas tragedias griegas aportan conocimiento a su público. Con una buena actuación y un guión competente, los espectadores sienten lo que transmiten los histriones, y de esa manera purgan sus emociones y aprenden ideas, conceptos o lecciones en un proceso que el filósofo llamó catarsis.
Y ciertamente, esto es aplicable hasta nuestros días. Vemos películas de héroes que realizan lo que deben sin importar las consecuencias (esto es muy griego, de hecho), o cuentos infantiles que nos dejan una moraleja importante a nuestros pequeños.
No iba desencaminado Aristóteles al afirmar que el teatro (o cine moderno) a través de sus historias nos permite identificarnos con los personajes y aprender a través de estos como comportarnos o qué esperar del futuro.
Así que sí, para Aristóteles, las emociones cuando son bien guiadas por la buena estética, nos permiten experimentar como testigos la realidad de las cosas, o dar lecciones de como ser y actuar.
Los ciclos artísticos
Según Aristóteles y los antiguos griegos, todo se explica cíclicamente. Y si estamos un poco atentos, la estética no es una excepción. Suele darse un proceso similar a este:
- surge un estilo artístico nuevo, algo tosco y rudimentario en los inicios, con rechazo por parte de críticos y/o público, pero que con el tiempo gana aceptación
- con el transcurso de años (o siglos), dicho estilo alcanza un cénit, un momento en que sus mejores autores alcanzan reconocimiento y fama definitiva. Se crean las obras maestras que lo representan en su plenitud máxima
- empieza un proceso de recargamiento, exageración y decadencia. Fruto de un cambio de pensamiento y sentir en su cultura, el estilo artístico pierde algunos de sus elementos y características básicas de sus inicios, cuesta incluso a llegar a reconocerlo como el mismo tipo de arte al compararlo con sus inicios. Poco a poco se agota y causa rechazo o cansancio a artistas, público general y entendido
Tenemos de ejemplo el arte en Europa, que pasó por fases grecorromanas más austeras o/y clásicas (arte griego, arte romano, arte románico, arte renacentista, arte neoclásico) alternadas con otras más recargadas, exageradas o incuso decadentes (arte godo, arte gótico, arte barroco, arte romántico).
A veces, entre una fase y otra, hay otras intermedias, como el Manierismo que está entre el clásico y sobrio Renacimiento y el recargado y decadente Barroco. También dentro de cada uno de estos artes listados hay fases internas de Primigenio-(Transición)-Clásico-(Transición)-Recargado/Decadente. Y la griega no era una excepción a este ciclo, paradojas las justas.
Vamos a verlo con ejemplos a través de las esculturas griegas, haciendo un ejemplo de hermeneútica estética.
Periodo Arcaico
Los primeros escultores griegos heredaron este estilo de los egipcios, a quienes admiraban por la belleza de su arte, más refinado de lo que parece a primera vista. Y crearon así los kuroi, atletas griegos desnudos con el mismo rostro de Chuck Norris de los egipcios, además de su frontalidad y rigidez.
Los primeros eran de madera (ya destruidos) y luego vinieron los de mármol. Son obras pensadas para ser vistas de frente, los laterales pierden importancia en su contemplación. Es un tributo a la belleza masculina, su fuerza y su poderío. Porque no olvidemos que toda la Antigua Grecia destaca por el homoerotismo. Era una cultura totalmente antropocéntrica, es decir, centrada en la figura humana; pero para ser más exactos en la masculina.
Sin embargo, no se olvidan de la figura femenina en sus esculturas, pues eran representadas en otro tipo de estatuas, en el periodo arcaico las llamadas korai, que normalmente eran diosas y personajes femeninos mitológicos.
Nunca se muestran desnudas. También era habitual pintar estas estatuas ubicadas en templos dedicados a estas diosas o ninfas.
Poco a poco, el estilo arcaico fue evolucionando al clásico, y pasa por un periodo de transición conocido como estilo Severo. Algunos autores lo llaman Estilo Arcaico Final, y otros Preclásico o Periodo Clásico Inicial. Como vemos, no está claro donde ponerlo, porque aunque mantiene la frontalidad en la mayoría de estatuas, estas cada vez más van separando brazos y partes del cuerpo.
Un ejemplo de esto lo encontramos en el Aúriga de Delfos (original griego de bronce). Aquí vemos como se abandona la sonrisa anterior y los brazos se despegan un poco del cuerpo.
En los guerrero de Riace apreciamos una menor frontalidad y la postura de descanso, como apoyándose sobre una lanza.
Algo parecido podemos decir del Discóbolo de Mirón, ya visto con Platón. Es del periodo severo o preclásico, pero prácticamente la podemos considerar clásica al romper la estricta frontalidad y dar un gran movimiento a la estatua.
Como vemos, sigue el interés por el desnudo masculino y se perfecciona su anatomía, el tema preferido son los atletas y dioses, pero evoluciona el gesto de la cara (mínimamente), se va quitando la frontalidad y se da un mayor movimiento a las obras.
Periodo Clásico
Durante esta fase se va refinando poco a poco el arte escultórico griego. Además del mármol, se emplea el bronce. Se pulen más las estatuas evitando dejarlas con un tacto rugoso (los kuroi arcaicos eran casi estropajo metálico), se pueden ver desde distintos ángulos y se busca transmitir un mayor movimiento.
El Doríforo de Policleto es una clara transición entre el estilo severo-arcaico y las esculturas clásicas. Mantiene cierta frontalidad, el tallado aún es tosco, pero se aprecia mayor movimiento y el gesto no es una sonrisa extraña. Fue una obra muy criticada en su tiempo, pero a su vez de gran éxito popular por la gran cantidad de copias que se realizaron. Los detractores comentaban que no mostraba la grandeza de un héroe como Aquiles, a quien parece estar dedicada; pero los que la apreciaban destacaban su belleza y sobretodo sus proporciones.
Polícleto fue el primer escultor que utilizaba proporciones en sus obras, por ejemplo la cabeza era la séptima parte del cuerpo, los pies el doble de grandes que las manos, etc. De esta manera, la obra une dos de las cosas más importantes de la época: el antropocentrismo (homoerótico) y el explicar todo a través de números, como hacía la filosofía de Pitágoras (de gran éxito en su época, poco anterior a Sócrates y Platón).
Pitágoras fue el primer gran matemático puro occidental, creo su escuela con éxito, y también era un filósofo del grupo de los Cosmólogos Presócráticos. Para él, el arke (principio primigenio que permite que todo sea) eran los números: la realidad se podía explicar a través de ello, como por ejemplo el número áureo del que era conocedor desde los tiempo de Euclides, y que al parecer está presente en la naturaleza si atendemos la secuencia Fibonacci y la espiral dorada, presente en algunas estructuras naturales como las galaxias o algunos moluscos marinos.
Las proporciones de las esculturas griegas en el periodo clásico siguen un canon iniciado y descrito por Polícleto, muy pitagórico a su vez éste. También las obras arquitectónicas guardan una relación de proporciones acorde a la naturaleza, como el Partenón de Atenas.
Respecto a las representaciones femeninas, sólo se siguen representando a diosas, porque no había mujeres atletas ni destacadas en una sociedad misógina como la griega. Sin embargo, poco a poco van desnudándose como sus equivalentes masculinos.
Las Cariátides del Erecteion, en la acrópolis griega. Son el fuste de columnas, cuyo equivalente masculino son los Atlantes. Como se aprecia, llevan las túnicas humedecidas para así dar excusa a mostrar más detalladamente sus cuerpos. Son de las primeras obras femeninas griegas dotadas de cierta sensualidad.
Igual que las masculinas, las estatuas femeninas poco a poco cobran más importancia, y ganan también en movimiento, emoción y sensualidad.
Sin embargo el mayor autor clásico es Fidias, quien compuso obras gigantes como la Atenea de la Acrópololis ateniense, hecha en buena parte de márfil y oro y de la que (por supuesto) no ha quedado nada. La aquí puesta se cree es una de las copias más fieles a la original.
Periodo Clásico Tardío o Manierista
Este es el periodo contemporáneo a Aristóteles y en el que quiero hacer más hincapié, pues muestra según algunos autores lo mejor del clasicismo y para otros ya es otro estilo más refinado y elitista, dotado de significado mayor que la pura belleza. Este estilo es de transición entre el Clásico y el Helenístico.
Praxíteles es el autor más destacado de esta época, y sus estatuas son conocidas por lo pulido y suavidad de éstas, ademas de una curva muy típica, que otorga movimiento y sensualidad a las mismas. Por ejemplo, su Apolo sauróctono. Aquí aparece un dios Apolo aún adolescente, entretenido en algo tan vulgar e incorrecto en el tema como matar un lagarto. Algunos ven aquí el simbolismo de que el dios de la salud mata al representante de las enfermedades, pero ciertamente no es un acto aparentemente heroico. La curva es muy destacada, añadiendo sensualidad, picardía y movimiento. Incluso el gesto de la cara rompe la típica serenidad de hasta entonces con uno nuevo de interés en matar el lagarto.
Es aquí donde se aprecia el cambio del clasicismo medio al tardío o manierismo. Ya es posible representar dioses de una manera especial y distinta, nunca vista antes.
Hermes con el niño Dionisio, es otro buen ejemplo de la curva praxiteliana y mostrar a un dios en una postura atípica (cuidando a otro dios cuando es niño). Aunque esta es una copia romana, es fiel a la original, también de mármol, y muestra un pulido excepcional que muestra la “piel” del dios brillante y delicada.
Pero de todas estas, la que más destaca es la Afrodita de Cnido, que es una estatua muy especial de este periodo de transiciones y cambios. Es el primer desnudo femenino total y definitivo, Supuso un escándalo en su época, pero ha servido de ejemplo para posteriores desnudos femeninos en escultura y pintura.
Es una obra que merece una reflexión más profunda, porque contiene un valor estético muy por encima de las demás aquí vistas. Dejamos para el final ese análisis a profundidad, y pasemos al siguiente periodo de las esculturas griegas.
Periodo Helenístico o Alejandrino
Tras los cambios introducidos por Praxíteles en el Clasicismo tardío o manierismo, se dan una serie de cambios en la Hélade que cambian por siempre la manera de ver al mundo, y esto afecta sin duda al arte. A la muerte de Alejandro Magno, y sin su principal potencia rival amenazando (el imperio aqueménida), la Grecia Antigua se surge en guerras entre Diádocos o generales que sirvieron al Magno. El arte griego se transforma casi por completo. A veces muy sutilmente, como con las esculturas praxitelianas, y otras de una manera descarada y nunca antes vista, pero igualmente increíble y bella.
El apoxiomenos de Lísipo (esta es una copia romana) nos muestra a un atleta, rostro sereno, musculatura perfecta y proporciones canónicas como el Dorífono de Polícleto… pero ha desaparecido por siempre la frontalidad. Se puede mirar desde cualquier ángulo (aunque la espalda tiene menor importancia) y nos muestra a un atleta en el momento en que se limpia el sudor y arena con aceite y un rastrillo. No nos muestra a un atleta victorioso, magnífico y posando para mostrarse así, sino a otro que tal vez incluso no ha ganado, pero igualmente se ve bello en algo tan común y mundano como limpiarse tras el torneo (seguramente una lucha). Esto es lo novedoso, el mostrar como bello un momento vulgar y común.
En Los luchadores se rompe por completo la frontalidad de la escultura, ya no hay verticalidad y se intuyen gestos de dolor en el que está siendo derrotado. Musculatura tensa, casi sobrehumana por el esfuerzo.
Lo importante de esta obra es que está mostrando la belleza del esfuerzo y la tensión de la lucha a través de los gestos del pancracista victorioso frente al derrotado de dolor. Antes era impensable mostrar una gesticulación así, como vimos en el caso del Discóbolo de Mirón y su relación con el platonismo. Pero es que la Grecia helenística es un mundo de luchas, de tensiones y derrotas entre los propios griegos, de temor por el futuro y de llamado a enfrentarse a éste.
El arte es una clave para sentir este cambio de mentalidad. Sin embargo, hay que tener en cuenta que cuando se encontró esta obra, las cabezas faltaban y se añadieron después. Desconocemos los gestos verdaderos con que fueron retratados.
En donde no cabe duda alguna de la expresividad del rostro es en Galo moribundo Los griegos, ya como imperio, comenzaron a tener nuevos enemigos externos, y aparecen estatuas donde reflejan estas nuevas tribus. Aquí aparece un soldado bárbaro, probablemente galo, derrotado y herido de muerte. Se aprecia la herida sangrante en el costado y el gesto de aceptación de la derrota y muerte, como esperando el golpe final. El dramatismo y desesperación, así como otras emociones, va a ser algo cada vez más frecuente en el periodo helenístico, que abandona por completo la serenidad a costa de mantener las facciones bellas del periodo clásico.
Galo suicida es otro ejemplo de movimiento y dramatismo extremo. Pertenece al mismo grupo escultórico del Galo moribundo. Aquí el guerrero, para evitar ser capturado como esclavo, mata a su mujer y procede a suicidarse clavándose la espada por la clavícula hasta el corazón.
Según el punto de vista, se puede apreciar la sangre como en la anterior estatua. Es un gran ejemplo de que el arte griego se ha transformado por completo, pues poca o ninguna relación visual tiene con las primeras estatuas vistas.
En el Grupo de Lacoonte se muestra al sacerdote troyano a punto de morir estrangulado junto a sus hijos a modo de castigo divino. Aquí se ve una vez más un dramatismo exacerbado, movimiento y múltiples puntos de vista. La musculatura del padre es herćulea, descomunal. Nuevamente, el arte es un reflejo de su época, y el helenístico muestra la decadencia cultural, militar y política de la Antigua Grecia. No quiere decir esto que, fuera de preferencias, sea feo o desagradable o de peor calidad, pero sí refleja un decaimiento y gusto por lo recargado que es lo que se percibe en los ciclos artísticos siempre presentes.
La Afrodita de Cnido, obra maestra del periodo clásico
Hasta ahora hemos podido apreciar obras artísticas de gran calidad, todas ellas claro reflejo de la manera de pensar de su época y los cambios que vivió el mundo griego. Esto prueba el punto de que el arte y la estética nos permiten entender mejor la idiosincracia de cada cultura.
Sin embargo, hay obras que trascienden porque van más allá, y en vez de limitarse a testificar esa manera de ver e interpretar el mundo, lo cambian y marcan un punto de inflexión, convirtiéndose en una obra maestra universal. Es el caso de la Afrodita de Cnido, vista arriba.
Al ser el primer desnudo femenino frontal y evidente en la escultura griega (sin túnica mojadas o mostrando un pecho casi por desliz), causó estupor entre los griegos no por pudor, sino por mostrar a una diosa de una manera totalmente terrenal y cercana, ademas de sensual e insinuante. La diosa del amor y erotismo, se muestra por primera vez naturalmente erótica. He aquí el mérito de la obra.
Normalmente las estatuas destinadas a dioses y héroes eran de un tamaño grande (cerca de 2 metros), las de atletas o kuroi de tamaño natural (1.50-1.70), y otros personajes menores, o villanos y enemigos, de menos de metro y medio.
La Afrodita aquí mostrada está a tamaño natural, y no parece mostrarse sorprendida (ni desagradada) ante el espectador, que la atrapa justo en el momento que se desnuda para darse un baño. Apenas alcanza a taparse el pubis, y muestra sin recato alguno los senos con un postura corporal entre receptiva y pícara.
La clave de esta obra, siguiendo el concepto de arte como mimesis, es imitar la realidad, y en concreto el momento. El espectador no se sintió en aquella época ante una estatua común de Afrodita, sino ante la propia Afrodita que lo deslumbra con su belleza y sensualidad.
Para realizar la obra, Praxíteles utilizó de modelo a Friné, una hetera, que eran lo más parecido a una geisha en la Antigua Grecia. Al contrario que las demás mujeres, la heteras contaban con una educación de calidad y sus opiniones en las asambleas eran tomadas en cuenta. No eran unas prostitutas de lujo exactamente, aunque daban por un precio servicios sexuales, entre otros.
Friné, que al parecer estuvo envuelta en algún que otro escándalo, ya sabía explotar su sensualidad como una aparecida Afrodita ante uno de sus amantes inesperados. Puede que influyera voluntariamente o no en esta obra aparte de como modelo, en su concepto de poner todo patas arriba.
¿Que dirían Platón y Aristóteles de ella?
Para Platón sería un ejemplo de como lo bello nos permite alcanzar el mundo ideal a través del concepto de belleza. El Impulso Erótico nos hace fijarnos en un cuerpo bello, pero luego nuestra parte racional nos demuestra que es lo verdaderamente bello, que no está aquí sino conceptuado en el Mundo Formal.
Aristóteles en cambio empezaría ha hablarnos del Agente Activo recopilando por nuestros ojos datos y detalles de la estatua, y luego el Agente Pasivo nos invitaría a reflexionar sobre la esencia de la belleza, la atracción sensual y erótica en la obra que está unida a la materia de que está hecha.
En el fondo, no eran tan distintos ambos sabios.
Recomiendo leer este artículo sobre la Afrodita de Cnido.
Pero lo que sí podemos sacar en claro de esta obra y el porque es una de las obras maestras del arte, es debido a que cumple a la perfección con una de las finalidades del ARTE escrito así, con mayúsculas: sacudir nuestros cimientos, creencias y sentimientos, dejar todo en entredicho. Como la propia filosofía. Y sin lugar a dudas, esta obra marca un ante y un después cuando un atónito espectador griego creyó tener frente a sí a la verdadera diosa griega de la belleza.