En su famoso diálogo, el Teeteto, Platón recoge una divertida anécdota protagonizada por Tales de Mileto, quien fuera astrónomo, matemático, precursor del logos y uno de los Siete Sabios de la Antigua Grecia. En esta historia, el filósofo de la ancha espalda describe al pensador jónico caminando de noche con la cabeza fija en el firmamento, elucubrando acerca del movimiento de los astros, cuando cae inadvertidamente y de bruces en un enorme socavón. Cuando apenas levanta del suelo, entre risas, una mujer que estaba por ahí (una anciana campesina tracia o una joven sirviente del propio Tales, según versiones), le reclama de qué le sirve ser alguien tan inteligente con el desplazamiento de los astros cuando es incapaz de tener la mirada puesta sobre lo que tiene frente a sus propios pasos.
Esta anécdota, (probablemente falsa, como otras tantas que nos han quedado de los filósofos de aquella época), no deja de ser un llamado a no abstraerse en cosas tan lejanas a costa de perder la visión sobre el presente más inmediato (así dijo Yoda, citado por Qui-Gon Jinn en el episodio I de Star Wars, por poner un detalle friki en este artículo). El astrónomo apasionado, encarnado por Tales, representa al tópico del sabio despistado y ajeno por completo a su realidad más cercana. El socavón, en cambio, es un símbolo de un problema de dicha realidad que requiere atención inmediata. Y la mujer, vieja o joven, es el reflejo de la sabiduría popular o mundana; un saber más centrado y con los pies en la tierra que su contraparte, la sabiduría filosófica, dotada de un carácter eminentemente teórico.
El uso de esta alegoría por parte de Platón, el filósofo más idealista y teórico por méritos propios, hace más llamativo el asunto. En primer lugar, porque el pensador ateniense está dejando claro que la filosofía tiene un deber práctico e inmediato, haciéndola ver inútil si “no tiene los pies en la tierra”. Sus diálogos políticos más conocidos, la república o las leyes, aun siendo tan teóricos como los demás, son buenos ejemplos de una de las vertientes más prácticas de la filosofía: la filosofía política. De hecho, Platón es el protagonista de otras anécdotas (totalmente verídicas) en las que, por pretender poner en práctica sus teorías políticas, salió peor parado que el propio Tales en el Teeteto: desterrado o huyendo (tres veces) de Siracusa por desavenencias con el tirano ante las ideas del ateniense sobre cómo deber ser el gobernante para impartir justicia en la polis. Para hacerlo breve, Platón acabó en la primera de esas huidas, incluso siendo vendido como esclavo, pero esto es ya otra historia…
Lo importante, y en segundo lugar que merece la pena ser comentado respecto al anecdótico despiste de Tales, es que en realidad el sabio era cualquier cosa menos despistado. Sí, Tales era un gran matemático quien, gracias a sus observaciones estelares y capacidad de cálculo, hizo la primera predicción de un eclipse. Tal episodio suele ser marcado como la transición del mito al logos, el abandono de la explicación indemostrable, fácil y mística por la respuesta evidenciable, lógica y racional. Pero aparte de este meritorio avance y de crear dos teoremas matemáticos con su nombre, Tales demostró al menos en dos ocasiones que el saber teórico es aplicable a la práctica. El primer ejemplo es cómo calculó con fiabilidad y precisión la altura de la pirámide de Keops, y utilizando para ello únicamente su palo y las sombras de este y la pirámide. El primer teorema matemático de Tales hizo el resto.
El segundo ejemplo nos lo relata Aristóteles en su tratado Política. El estagirita, discípulo de Platón, no desaprovechaba ocasión para contradecir a su maestro, y nos explica que el jonio demostró que su sabiduría podía hacerle rico no solo en lo espiritual, sino también en lo material: gracias a sus estudios astronómicos predijo que habría una gran cosecha de aceitunas, así que el invierno precedente compró todas las prensas de aceite de su ciudad natal y otros de los alrededores, y luego las alquiló a buen precio en verano, cuando la producción de aceite estaba en un inusitado apogeo.
Así pues, el mito de Tales como sabio despistado mirando las estrellas e incapaz de ver qué hay frente a sus pies es quizá injusto no solo con el propio Tales, sino en general con la figura del filósofo. No es raro que los desconocedores de la filosofía caigan en este tópico, y vean a los filósofos como esos nerdos hablando siempre sobre entes inalcanzables, inmateriales, indemostrables o irrealizables. Ciertamente, ramas filosóficas como la metafísica (especial y concretamente esta) encajan perfectamente en la descripción. La epistemología y la lógica también son otras ramas muy teóricas, aunque con aplicaciones inmediatas en el mundo académico e investigador. Pero hay una vertiente de la filosofía que es claramente práctica y cuya influencia se experimenta a diario: la ética y la filosofía política son los mejores ejemplos de esta. Aunque los filósofos formulen teorías y sistemas sobre cómo comportarnos, cómo debe ser el poder político, o de dónde y cómo surge, o formas de llevar a cabo sus acciones, o cómo crear la sociedad más justa… las aplicaciones y consecuencias de estos pensamientos teóricos tienen su respuesta e influencia en la vida diaria. Obras filosóficas como ética para Nicómaco de Aristóteles, el leviatán de Hobbes, el espíritu de las leyes de Montesquieu, el contrato social de Rousseau, el capital de Karl Marx o así habló Zaratustra de Nietzsche cambiaron por siempre no solo la historia del pensamiento, sino la manera en que concebimos nuestra naturaleza, cómo nos comportamos o cómo administramos nuestros Estados.
Y es por ello que, lejos de vivir en el mundo teórico de Platón o encerrado en su torre de marfil, el filósofo es quien precisamente está más atento a lo que ocurre en su entorno: vislumbra mejor que nadie las injusticias y desigualdades, avisa de malos caminos que se han tomado como sociedad y propone nuevas vías y respuestas a lo dado por la costumbre. Es, pues, el filósofo, un crítico o Pepito Grillo al que leer y escuchar, porque es precisamente quien ha visto antes que nadie ese socavón frente a los pies de una comunidad que camina despreocupadamente mirando absorta las estrellas. No es tarea fácil ejercer esta función desconocida para la mayoría; pues condena al filósofo a ser apartado, desoído o acallado, como la princesa troyana Casandra al ver el caballo de madera abandonado por los griegos en la playa. Un mejor entendimiento de la filosofía por parte de todos, con un papel más importante en la educación, sería un buen comienzo para lograr esto, y de esta manera no solamente acabar con el mito platónico del filósofo despitado del Teeteto, sino comprender realmente que los roles en la anécdota están invertidos.