Ella vaga por las calles del centro de Tijuana sin saber que es una leyenda viviente. Es conocida como la “Maguana”, una mujer que provoca asco entre quienes la ven y admiración entre aristas, sociólogos y promotores culturales.
Su fama, sin embargo, viene de hechos nada comprobables y hasta negados por ella misma. Su apodo, tan incierto como su historia, viene probablemente de marihuana, malandra o iguana.
La más famosa de las versiones sobre su historia, la ubica como una exuberante bailarina que actuaba en uno de los bares de la zona roja de Tijuana, sus atributos físicos y su talento artístico eran la atracción de propios y extraños. Tanta belleza no fue ajena a un comandante de policía que diariamente acudía a ver su variedad.
Con regalos y buen trato el jefe policiaco se fue ganando el cariño de la artista. El problema fue que durante las reuniones, éste le ofrecía droga y desde luego alcohol. Todo parecía ir por buen camino, hasta que una vez conseguidos sus favores, el comandante simple y sencillamente la abandonó al grado que la bailarina, enamorada y sobre todo enviciada, no pudo recuperarse. Perdió la razón y desde entonces vaga por el centro tijuanense.
Cuando periódicamente es internada en algún centro de rehabilitación, la maguana tiene algunos chispazos de cordura y recuerda fragmentos de su vida y hasta de su familia.
En uno de esos momentos nos acercamos y pudimos conocer su versión de la historia:
Nos dijo llamarse María Luisa Castro Valenzuela, originaria de Córdova, Veracruz. Su padre, según nos contó, era cubano y su madre de esa ciudad. Desde muy pequeña fue traída a Tijuana y llevaba una vida normal hasta que sin saberlo termino en las calles.
En otras ocasiones afirma que nació en el otro lado (Estados Unidos) de padre “pocho” y de madre cubana. A veces dice tener dos hijos perdidos, pero otras veces asegura no haber tenido hijos, en fin.
La “maguana” se indigna cuando se le pregunta por su supuesta profesión de bailarina y su presunto amorío con el policía. Entre mentadas de madre y otros insultos, aprovecha para denunciar los malos tratos que recibe de la policía y lo que pasa en la calle, pero nunca habla de querer cambiar de vida.
En cierto sentido la “maguana” es una mujer libre, esa libertad que sólo da la falta de conciencia, y que parece ser suficiente para soportar todo el dolor que le provoca vivir en la calle.
Esta mujer, de algunos sesenta años de edad, es alta, morena, su cuerpo revela el atractivo que tuvo años atrás. Siempre anda vestida, aunque se desnuda a la menor sensación de calor ante el asombro de los transeúntes. La calle es su hogar. Igual hace sus necesidades delante de todos, que baila afuera de cualquier negocio que pone música para atraer a los clientes.
De ida y vuelta a la cordura, la “maguana” sigue deambulando por el centro de Tijuana, es la reina de la calle y su historia, una de las más brutales que se dan en esta ciudad fronteriza.