Julio Camba dijo que el periodista se parece al calamar en dos cosas: la primera es que puede cambiar de color a voluntad y la segunda es que ambos se defienden con la tinta, y me pregunto si esta expresión es válida en México -¿la tinta es en en realidad un arma que permite al periodista defenderse contra los ataques que en su contra o de su profesión se realizan o esos elementos se han vuelto en contra del periodismo y convertido en una toxina que envenena la tan necesaria libertad de comunicación y mata a aquellos que en el ejercicio de esta pretenden permanecer libres y apegados a la verdad?- tinta que envenena como en el libro de Umberto Eco “El Nombre de la Rosa” en que un monje celoso de quienes adquirían conocimientos de los libros, les daba a leer un tomo cuya tinta estaba impregnada del veneno, mensajero de la muerte.
Es ahí donde me surge la duda ¿Qué tanto se aplica en México la comparación de Camba? ¿O que tanto la inventiva literaria de Eco? Creo, con tristeza, que la respuesta se inclina en mucho por la segunda.
En México ejercer el periodismo es una profesión de alto riesgo, como se ve en el informe de la visita que hizo a este país la Comisión Interamericana de Derechos Humanos dado a conocer el dos de octubre que refiere como en la última década se han asesinado 64 periodistas, doce de ellos entre el 2014 y lo que va del 2015 y esta situación de violencia se da contra los comunicadores que denuncian los actos de corrupción oficial, narcotráfico y otros temas que se conciernen a estos aspectos.
El estado de Veracruz se lleva los laureles de la ignominia en este rubro, pues desde el 2010 se han asesinado a 15 periodistas, pero no es todo, la violencia se da también contra los medios informativos pues durante el proceso electoral de este año se realizaron en contra de sus instalaciones, actos vandálicos como ataques cibernéticos, robo de equipo y amenazas.
Conforme al referido organismo de Derechos Humanos, aunque no en esos extremos, la violencia contra el periodismo se da en todo el país y no existe una actitud decidida de las autoridades para esclarecer los hechos y detener a los culpables, en los Estados el Ministerio Público trunca las investigaciones y en la Federación la tan llevada y traída Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos contra la Libertad de Expresión, se ha convertido en otro de tantos íconos de la ineficiencia burocrática que permea al aparato de la administración pública en México, esto hace que los delitos contra periodistas o medios de comunicación se queden en la impunidad y al comunicador en México, salvo valientes excepciones, no le queda más remedio que limitar la información que trasmite por precaución y de nada servirán leyes, instituciones y discursos, mientras esa impunidad siga campeando en la violencia contra la libertad de comunicación.
El informe de la comisión Interamericana de Derechos humanos cayó como balde de agua fría a las autoridades mexicanas quienes tuvieron de inicio una reacción de rechazo a grado tal que tuvo que intervenir el Alto comisionado de la Organización de las Naciones Unidas, Zeid Raí¢â‚¬â„¢ad Al Hussein, que sobre esto mencionó como el Relator Especial de la ONU sobre la tortura, Juan Méndez, al publicar recientemente un informe sobre México, fue sujeto de ataques personales por parte de algunos políticos inconformes con el resultado de la investigación, y agregó “. desafortunadamente, esta intolerancia ante la crítica pública también se ha manifestado en reacciones a otros informes internacionales más recientes sobre México.”, refiriéndose al de la comisión Interamericana de Derechos Humanos.
El alto comisionado utilizó una frase que representa mucho el sentir de los organismos internacionales respecto a la falta de voluntad en el gobierno mexicano para modificar la situación que se vive, mencionó “ en lugar de matar al mensajero, enfoquémonos en el mensaje”.
Conforme a mi interpretación la expresión tiene un trasfondo que va mucho más allá de un significado literal: en la antigí¼edad cuando un rey o líder militar que ejercía el poder con tiranía recibía noticias desagradables, ordenaba matar a quien le había llevado el mensaje que le disgustó.
¿A qué grado de degradación habrá llegado la violación a los Derechos humanos en México, para que el alto comisionado de la ONU haya comparado al gobierno de nuestro país con un líder déspota, que se niega a aceptar las malas noticias?
Pasando la anterior reflexión a la función social que deben cumplir los medios de comunicación y los periodistas que implica un compromiso con la verdad que permita a la ciudadanía ejercer la democracia en conciencia y conocimiento, podemos comparar al periodismo crítico con esos malos mensajeros y al gobierno mexicano con el líder despótico que manda matar al mensajero para no escuchar la verdad que le disgusta.
Así en México, la tinta del periodista se ha convertido en un veneno que mata al comunicador y la libertad de información.
Ejemplos sobran.