Bernal Díaz del Castillo, soldado y cronista de la expedición de Hernán Cortés, nos dejó una obra excepcional: La historia verdadera de la conquista de la Nueva España, en la que presenta su versión de la conquista de México. Escrito desde la perspectiva de un soldado común, el texto de Bernal no solo busca relatar la magnitud de los eventos, sino corregir los errores que él percibía en las versiones oficiales de otros cronistas. Con un lenguaje directo y evocador, Bernal nos transporta a las batallas, alianzas, traiciones y encuentros que definieron uno de los momentos más complejos de la historia de América.
Uno de los temas recurrentes en su obra, es el asombro y la curiosidad que sintieron él y sus compañeros al entrar en contacto con las distintas culturas mesoamericanas. En sus relatos, describe cómo, al desembarcar en el territorio hoy conocido como México, los conquistadores fueron recibidos por diversas comunidades indígenas. Narra con detalle las diferencias culturales, los intercambios de regalos y las primeras negociaciones. Estos encuentros iniciales estuvieron marcados por la desconfianza mutua, pero también por una fascinación hacia el esplendor de las civilizaciones locales.
Sin duda, uno de los relatos más sobresalientes de Bernal es la descripción de su llegada a Tenochtitlan, la imponente capital del imperio azteca: “Tenochtitlan fue un descubrimiento deslumbrante: el tamaño y la complejidad de la ciudad superaban todo lo que había visto en Europa.” Al describir el lago, los templos, las calzadas y los palacios, deja entrever su asombro por una civilización tan avanzada y organizada. Asimismo, el encuentro con el emperador Moctezuma es narrado con solemnidad, revelando tanto la ambición de los conquistadores como la dignidad de los aztecas en ese momento crucial de la historia.
La “Noche Triste” es uno de los episodios más dramáticos de la crónica de Bernal. Tras la captura de Moctezuma, la situación en Tenochtitlan se vuelve insostenible para los españoles, quienes enfrentan la ira del pueblo azteca. Bernal relata con intensidad la desesperada retirada de la ciudad durante una noche de lluvias torrenciales, en la que muchos de sus compañeros murieron. La imagen de Cortés llorando bajo un árbol es uno de los momentos más emblemáticos de la conquista, y lo presenta como símbolo de la vulnerabilidad de los conquistadores y la ferocidad de la resistencia azteca. La “Noche Triste” marca un punto de inflexión en la campaña de conquista y es, sin duda, uno de los relatos más conmovedores de la obra.
Tras meses de asedio y duras batallas, el relato de la caída de Tenochtitlan ocupa un lugar central en la crónica. Describe cómo los españoles y sus aliados indígenas, desmantelan las defensas aztecas y avanzan lentamente hacia el corazón de la ciudad. En sus palabras, Bernal transmite la brutalidad de los combates, el agotamiento de ambas partes y la destrucción final de una ciudad que, hasta poco antes, representaba una de las civilizaciones más avanzadas del continente. La caída de Tenochtitlan simboliza el fin del imperio azteca y el inicio de una nueva era de dominio español.
Además de los combates y las negociaciones, narra las intensas disputas internas entre los conquistadores. Durante la campaña, surgieron conflictos y traiciones entre soldados, capitanes e, incluso, entre Cortés y otros altos mandos. Bernal pone énfasis en las rivalidades y en las luchas de poder dentro del grupo, recordándonos que la conquista no solo enfrentó a españoles e indígenas, sino que también implicó profundas divisiones entre los mismos conquistadores. Estos conflictos reflejan las ambiciones y tensiones internas que marcaron la expedición y añaden una dimensión humana al relato.
Un personaje fundamental en la crónica de Bernal es Malinche, también conocida como Doña Marina. Ella fue la intérprete, guía y consejera de Hernán Cortés, y su conocimiento de las lenguas indígenas y del entorno fue crucial para el éxito de la expedición se destaca el papel de Malinche como una figura clave en la comunicación con los pueblos indígenas y en la obtención de alianzas estratégicas. Su relato sobre Malinche se caracteriza por un respeto evidente, reconociéndola como una figura indispensable en el proceso de la conquista.
Bernal Díaz del Castillo escribe su crónica muchos años después de los eventos, en parte para corregir lo que él considera omisiones e injusticias de otros cronistas. A lo largo de la obra, expresa su frustración por la falta de reconocimiento hacia los soldados comunes, quienes, según él, fueron olvidados en las historias oficiales. En sus palabras, se siente una queja constante: “los soldados que arriesgaron sus vidas y soportaron la dureza de la campaña no recibieron las recompensas ni el prestigio que obtuvieron los líderes.” Este sentimiento de injusticia da un tono personal a su obra y resalta su deseo de reivindicar el papel de quienes fueron, como él, soldados de a pie.
Los relatos son una pieza fundamental para comprender la conquista de México desde la perspectiva de un testigo directo, un soldado ordinario que vivió los momentos más intensos de la campaña. Su crónica nos ofrece una visión cercana y humana de los enfrentamientos, de los contactos culturales y de las contradicciones que marcaron el proceso de conquista. Al leer sus relatos, no solo se obtiene una narrativa de los hechos, sino también un reflejo de las emociones, los conflictos y las aspiraciones de aquellos que participaron en uno de los momentos más trascendentales de la historia de América.
Bibliografía:
Díaz del Castillo, B. Historia verdadera de la conquista de la Nueva España. Madrid: España Calpe.