“Creo que cualquier atleta/estudiante debería tener una lista de prioridades y no descuidar ninguno de sus pilares. Para mí, mis pilares son mi familia, amigos, la universidad y el karate. Hay que intentar no sacrificar por un solo pilar a los demás, sino intentar que compaginen”, comparte la originaria chihuahuense Paola con una madurez que va más allá de sus veintidós años.

Con apenas dos décadas de vida, Paola ha logrado posicionarse como una de las mejores karatecas en el podio nacional e internacional. Su logro más reciente fue en los III FISU AMÉRICAS GAMES CALI 2024, obteniendo la presea de bronce en kumite – 50 kilogramos.

—Para mí, uno de los logros más significativos fue en un torneo nacional para los selectivos panamericanos en Monterrey. Me sentía preparada física y mentalmente. A pesar de que tuve un accidente donde mi párpado se partió y necesité ocho puntadas, lo cual influyó para quedarme en tercer lugar, siento que es de las competencias donde más fuerte y enfocada me sentía—, recuerda Paola.

Sus inicios en el karate son a los siete años, con su padre como primer entrenador. Aunque era pequeña para tomar decisiones definitivas, Paola desarrolló un profundo amor por el deporte observando a su padre, hermanas y madre entrenarse en karate.

Practicaba tanto kata como kumite, dos modalidades fundamentales del karate. Dos de sus katas favoritos son Chatanyara kushanku y Kanku sho, describiendo la práctica del kata como una pequeña danza o coreografía individual. En contraste, el kumite era algo que le generaba cierto temor.

—Siempre he evitado el conflicto —era tímida, no hacía ni kiai (sonido usado por los karatecas para marcar un movimiento o golpe)—, me considero pacífica y que tengo que ponerme en un papel diferente a la hora de hacer kumite, alguien que no soy en mi día a día—, reconoce. Durante casi todas sus clases de combate, Paola lloraba y le angustiaba enfrentarse directamente a un oponente. Requirió mucho trabajo y fortaleza, para no solo superar ese miedo, sino sentirse cómoda lanzando golpes y patadas a otras personas; ahora es toda una campeona en esa modalidad.

En algún momento de su infancia, Paola comenzó a sentir que ya no quería continuar con el karate. Sin embargo, su padre le enseñó una lección fundamental: los compromisos se cumplen. Tras participar en una olimpiada nacional donde quedó en quinto lugar, experimentó un cambio de perspectiva que transformaría su carrera deportiva.

Fue entonces cuando Paola comenzó a ver el karate más allá de un simple pasatiempo. Su compromiso se tradujo en un entrenamiento intensivo de tres horas diarias, diversificando su preparación física con disciplinas como lucha grecorromana, jiu-jitsu y CrossFit. Este enfoque multidisciplinario no solo fortaleció su técnica en karate, sino que también amplió su resistencia y capacidad atlética.

El karate le ha enseñado el control de las emociones y a tolerar situaciones bajo presión. Esto se refleja incluso en su vida académica: cuando debe presentar un examen en la universidad, nota que no experimenta el mismo nerviosismo que quizás representa para otros estudiantes.

Cuando se le pregunta qué consejo les daría a otros atletas/estudiantes, Paola responde reflexiva: —Les diría que busquen encontrar un equilibrio entre los pilares importantes de su vida. Si necesitan tomarse un día de descanso, está bien. Es importante hacer listas de pros y contras. Por ejemplo, si tienes un evento familiar y un entrenamiento, lo pones en una balanza: ¿qué pesa más, corazón o mente? ¿Qué te haría sentir más tranquilo?—

Para Paola, el apoyo psicológico ha sido fundamental en su carrera. Después del panamericano, atravesó una etapa de depresión donde dejó de ser constante y de entrenar. —Fue una etapa difícil porque me sentí perdida, pero poco a poco, gracias a mi red de apoyo y a estar de la mano de mi psicólogo deportivo, fui superando ese momento—.

Recuerda con especial cariño su etapa antes de los centroamericanos, cuando vivió en CDMX durante casi un año. Junto a dos de sus compañeros, Pamela Campos y Pablo Benavides, intentaron crear un pequeño proyecto de un dojo, experiencia que fue clave para su transición de vuelta a Chihuahua, donde continuó su preparación con su entrenador Nayro Domínguez, a quien está profundamente agradecida. Entre sus referentes destaca Alexandra Recchia, quien además de ser campeona mundial de karate es atleta de CrossFit.

Además de su dedicación al karate, Paola desea en el futuro ser traductora. Admite que le encanta la carrera que actualmente cursa en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Chihuahua la Licenciatura en Lengua Inglesa. Para ella, esta elección académica compagina perfectamente con su vida deportiva, pues en los torneos es común encontrarse con hablantes de otros idiomas, y poder entenderlos y ayudar a otros a comunicarse es también una parte importante de su experiencia como atleta.

—Voy paso a paso en el karate, quiero practicarlo muchos años más. Mi sueño es llegar al mundial, pero sé que todo es un proceso y hay que trabajar constantemente para lograrlo—, comparte con determinación.

“Quiero agradecer a todas las personas que me rodean por todo su apoyo y ayuda. A la UACH, por el apoyo a sus atletas y por todo el respaldo en el torneo. A mi entrenador Nayro Domínguez y a mis padres Alfredo Delgado y Rosalinda Villarreal”. En sus tiempos libres, Paola ha comenzado a instruir a pequeños nuevos karatecas en el dojo de su papá “Zanshin dojo”.

Gracias a Iván López Mateo por sus fotografías y a Camila Meza por sus videos.