La escasez de agua en Chihuahua se ha convertido en una crisis sistémica que afecta principalmente a las colonias periféricas, como Carrizalillo, Villa Juárez, Riveras y las colonias Aeropuerto. Estos sectores enfrentan cortes frecuentes, baja presión y agua de calidad cuestionable, la combinación de la sobreexplotación de acuíferos, infraestructura obsoleta y falta de políticas públicas efectivas ha intensificado el problema.
Según datos de la CONAGUA y el INEGI, el agua extraída de los acuíferos supera la capacidad de recarga, agravando la situación.
Las tuberías en estas colonias tienen entre 30 y 40 años de antigüedad, lo que provoca fugas constantes y deficiencias en el suministro. Las reparaciones son escasas y las inversiones en modernización prácticamente inexistentes.
Estudios del ECOSUR han detectado contaminación por metales pesados y bacterias en algunas zonas, especialmente en Carrizalillo a causa de Ávalos, donde los residentes enfrentan riesgos para la salud debido a la falta de agua limpia y segura.
Los habitantes han adoptado medidas como almacenar agua en tinacos y cisternas o comprarla a través de pipas. Estas soluciones, aunque temporales, no resuelven la raíz del problema y reflejan la desigualdad en el acceso a un recurso vital.
En la página del GOBIERNO DE MÉXICO nos dice que la problemática tiene raíces profundas desde el Tratado de Aguas de 1944, que regula la distribución entre México y Estados Unidos, hasta la expansión urbana en las décadas de 1990 y 2000, las decisiones políticas han tenido un impacto directo en la disponibilidad del agua.
Entre 2010 y 2015, Chihuahua enfrentó sequías recurrentes que, combinadas con el rápido crecimiento poblacional, agravaron aún más la demanda de agua en zonas urbanas y periféricas.
El enfrentamiento entre agricultores y autoridades por el agua de la presa La Boquilla evidenció la gravedad del problema. Mientras tanto, las colonias periféricas continuaban sufriendo cortes constantes.
Para comprender mejor la situación, se realizaron encuestas a los habitantes de estas colonias, preguntando sobre la frecuencia de los cortes y la calidad del agua. Las respuestas destacaron el impacto negativo en la vida diaria y las crecientes preocupaciones por la salud.
Aunque la junta de agua ha implementado programas como la instalación de cisternas y el suministro de agua mediante pipas, estas medidas solo mitigan parcialmente la crisis sin abordar sus causas profundas.
El modelo actual de extracción de agua subterránea en Chihuahua no es sostenible. La falta de regulación y el uso intensivo han llevado al agotamiento de los acuíferos, afectando el suministro a largo plazo.
En 2024, se están evaluando nuevas tecnologías, como la captación de agua pluvial y sistemas de reciclaje, para abordar la crisis. Sin embargo, su implementación enfrenta desafíos financieros y estructurales.
Ante la inacción gubernamental, las comunidades han comenzado a organizarse para exigir soluciones. Grupos locales han presionado por una gestión más equitativa y sostenible del agua, que con esto vienen los objetivos del desarrollo sostenible: el punto 6, agua limpia y saneamiento.
Si bien se han propuesto soluciones, la realidad es que Chihuahua enfrenta un panorama complejo. La falta de lluvias, el crecimiento urbano y la sobreexplotación de recursos continúan amenazando el acceso al agua potable.
El conflicto del agua en Chihuahua sirve como un recordatorio de la importancia de políticas públicas bien diseñadas y de la participación activa de la sociedad para proteger recursos esenciales.
La escasez de agua en Chihuahua no solo es un desafío ambiental, sino también social y económico. Resolver esta crisis requiere de un esfuerzo conjunto entre gobierno, comunidades e instituciones para garantizar un acceso equitativo y sostenible al agua.