Durante los siglos XVI y XVII la población española creció considerablemente en la Nueva España, como consecuencia de la formación del Virreinato y la evangelización. De igual manera, a la par del crecimiento poblacional se vio impulsado el comercio interno y externo; debido a la producción de alimentos, materias primas y la extracción de la plata con la finalidad de comercializarlo dentro del Virreinato y también exportarlo a España.
Un punto importante que señalar es que se agregaron nuevas actividades económicas y se combinaron con las actividades que las antiguas civilizaciones realizaban en Mesoamérica, ya que se impulsó la ganadería (sobre todo la cría de vacunos y ovinos), la producción de trigo y azúcar, la cría del gusano de seda y la explotación de minas de plata. Al mismo tiempo se crearon nuevos medios de transporte y se difundió el uso de la moneda acuñada en México desde 1536.
La demanda de la población española y la apertura de nuevos comercios alentaron el surgimiento de empresas agropecuarias. En la Nueva España la agricultura fue la base de la economía, por la producción de alimentos para la población y para el ganado, y como materia prima para otras actividades económicas como la minería; también generó importantes ingresos para España, por la gran cantidad de productos que se exportaban.
Derivado del incremento en el comercio agrícola, comienzan a surgir las haciendas; las cuales utilizó el conocimiento de los agricultores nativos en el manejo de las plantas, de la tierra y del agua, y el empleo directo e indirecto de su fuerza de trabajo. La agricultura indígena no tuvo cambios importantes, los indígenas siguieron utilizando los instrumentos rudimentarios de labranza y el sistema de cultivo de milpa y chinampa. Los productos cultivados fueron los mismos de siglos atrás: maíz, frijol, chile, jitomate, calabaza, algodón, cacao y maguey, entre otros y la producción siguió siendo fundamentalmente para el autoconsumo.
En cuanto al sector minero, las primeras muestras de oro fueron halladas en los yacimientos fluviales de las islas del Caribe; sin embargo, estas fuentes fueron agotadas rápidamente. Para mediados del siglo XVI el oro de la superficie se agotó casi completamente, por lo tanto, en ese momento se comenzó el trabajo de descubrimiento de minas. Como por ejemplo las minas de San Luis Potosí, que fueron encontradas en 1545; la de Zacatecas, en 1548; y la de Guanajuato, en 1558.
Bibliografía
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