No ha sido fácil el ejercicio del periodismo en nuestro país en el umbral del siglo veintiuno. Según la organización no gubernamental, Artículo 19, cuarenta y ocho periodistas murieron en el sexenio de Felipe Calderón Hinojosa (PAN); en el de Enrique Peña Nieto sumaron 47 (PRI) y cuarenta y tres corresponden al de Andrés Manuel López Obrador (MORENA).
El último asesinato de un periodista en México se perpetró el pasado 26 de abril en el estado de Morelos; ese día, Roberto Carlos Figueroa Bustos, periodista crítico y productor de contenido político en redes sociales, fue ultimado de un tiro en la cabeza dentro de su auto estacionado en una terracería que penetra en el bosque de Coajomulco, en el municipio de Huitzilac, al norte de Cuernavaca.
Esa mañana de viernes Roberto Carlos llevó a sus hijos al colegio como lo hacía habitualmente, minutos más tarde su rastro se perdió. Reapareció unas horas después a través de una llamada de un desconocido a sus familiares desde el aparato telefónico del periodista, estaba secuestrado y se pedía una cantidad para liberarlo. La familia reunió el dinero solicitado y se entregó donde los secuestradores indicaron, estos dijeron que sería dejado en libertad en el norte de la entidad. Sin embargo, durante la tarde, el cadáver de Roberto Carlos fue descubierto al interior de su vehículo, un compacto color blanco de varios años, las agujetas de sus tenis fueron usadas para amarrar sus manos, tenía un balazo en la cabeza.
No es el primer asesinato de un periodista en Morelos. El martes 28 de septiembre del 2021, Manuel González Reyes, periodista y director de la Agencia PM Noticias, fue atacado a tiros por dos desconocidos en la colonia La Estación, muriendo en la banqueta.
El domingo 25 de junio del 2023, Uriel Gómez Balderas, fotoperiodista de temas de seguridad y nota roja del periódico Extra, murió en un accidente vial en el Paso Exprés, manejaba su motocicleta, con la cual acudía diariamente a cubrir escenas de crímenes, localización de cadáveres, accidentes, operativos policiacos.
La muerte ofrece a los periodistas de Morelos cierto reconocimiento que en vida no tuvieron. Su situación oscila entre salarios ínfimos, ausencia de protección social como es el IMSS o el Infonavit. Casi todos se emplean en dos o más medios de comunicación para alcanzar el salario mínimo establecido en 14 mil 500 pesos.
Muchos elegirán un sendero de dependencia de los políticos en turno, los cuales gustan de elogios y pueden comprarlos. Muchos más sufrirán de esnobismo por la cercanía del poder político, económico, cultural y social de la elite gobernante. Muchos colaboran con el poder y como se conoce coloquialmente, con una mano escribirán, según lo que cobren con la otra. Otros son directores de medios de comunicación, una clase de supremacía intelectual les permite tratar a sus empleados con el más salvaje capitalismo y la más mínima decencia. Pocos mantienen una lejanía con el poder y asumen una vida austera, son los periodistas pobres, pero con prestigio social y de gremio.
Los periodistas, reporteros, camarógrafos y fotógrafos de Morelos protestaron los días siguientes a la muerte de Roberto Carlos Figueroa, fue una jornada breve pero cualitativamente muy grande.
El Fiscal de Justicia de Morelos, Uriel Carmona Gándara no dudo en declarar que su homicidio tenía relación con su actividad periodística, se reunieron con el secretario de gobierno en funciones de gobernador interino, Samuel Sotelo, y pudieron expresar su enorme indignación por la situación que viven diariamente los periodistas, una suerte de ruleta rusa que comparten con los ciudadanos.
La paradoja del periodismo en Morelos en el umbral del siglo veintiuno es la de todos los reporteros, camarógrafos, fotógrafos del país, que diariamente “cubrimos” manifestaciones, protestas de obreros, campesinos, de proletarios que lo único que tienen son sus manos para generar riqueza para otros. Y eso somos, pero parece que nosotros no podemos usar la protesta para exigir un mejor trato pues la filosa guillotina del despido nos infunde miedo.
Situación que contradice la lógica y no hay nada oculto; es difícil ejercer el periodismo en este país, mucho más un periodismo crítico como el que ejercía Roberto Carlos Figueroa Bustos o con el peculiar estilo de Manuel González Reyes o el arriesgado trabajo fotográfico de Uriel Gómez Balderas.
No se debe pretender matar la verdad matando periodistas. La obtención de información, su ajuste e interpretación y difusión a través de cualquier medio, es el trabajo de los periodistas, reporteros, camarógrafos y fotógrafos; pero también exhibir los abusos del poder, investido de cualquier forma, en cualquier lugar. Ese trabajo en el México actual se puede pagar con la vida.
No debemos olvidar que los que ejercen el periodismo son la memoria estos días y estas noches.