La guayabera blanca, los pantalones claros y el inmaculado sombrero tipo calentano solo eran un recuerdo en una fotografía del 31 de mayo de 1974, la primera mañana que estuvo el senador Rubén Figueroa Figueroa en la sierra costera de Atoyac de Álvarez, Guerrero. El político mexicano, hijo de Nicasio Figueroa y Eufemia Figueroa (su madre era hermana de los revolucionarios Francisco, Rómulo y Ambrosio), de 66 años, había buscado la forma de entrevistarse con el maestro Lucio Cabañas Barrientos, líder del Partido de los Pobres (Pdlp), la guerrilla campesina más importante de la segunda mitad del siglo XX en el país. Después de mucho insistir, lo había conseguido.
En la imagen El Viejo mira a la cámara y lo mismo hace a su derecha Sixto Huerta, Sabas, e Isaías Martínez, Enrique, guerrilleros de la Brigada Campesina de Ajusticiamiento (BCA) del Pdlp, quienes sostienen sus manos en poderosos fusiles; en segundo plano, a la izquierda se levanta el tronco oscuro de una gran ceiba; la floresta da sombra a un joven campesino con camisa oscura desabotonada y con sombrero, que se encuentra en el margen derecho. El ambiente es relajado, como lo era la mañana del 8 de septiembre del mismo año, cuando el político guerrerense es rescatado por el Ejército Mexicano en una operación denominada “Atoyac”.
El poderoso político había buscado desde el año 1972 reunirse con el líder guerrillero. Confiado en exceso, solicitó, a través de dos tíos de Lucio, Pascual y Pablo Cabañas Ocampo, una reunión, creyendo firmemente que podría encauzar la rebeldía que desde el 18 de mayo de 1967 mantenía a Cabañas alzado en armas contra el gobierno de los ricos en la sierra costera de Atoyac de Álvarez.
La respuesta a la invitación hecha por el Senador en el año 72 es rechazada. La BCA del Pdlp en ese año estará muy ocupada, dejando su actividad de subversión para entrar de lleno al combate guerrillero contra el Estado. Esto condujo a una represión sin precedente en la región contra la población, que era el agua donde vivía el pez.
Ya mucha sangre había corrido por las calles de Atoyac. No solo era la muerte a balazos de Arcadio Martínez, Donaciano Castro, María Isabel Gómez, Regino Rosales y Prisciliano Téllez en la plaza de Atoyac el 18 de mayo de 1967; se sumaban desapariciones de ciudadanos, tortura de civiles en cuarteles militares diseminados en la serranía, retenes donde se detenía a presuntos guerrilleros o colaboradores de la BCA, vuelos al mar para tirar cadáveres de revolucionarios.
Para la primavera de 1974, la Dirección del Pdlp decide aceptar la invitación del Senador para reunirse y platicar. La Brigada Campesina de Ajusticiamiento ya no es aquella que en los años iniciales conformaban Lucio Cabañas, su tío Antonio Onofre y el Güero Cedeño, ¡no! Ahora estaban integrados casi cien guerrilleros bien pertrechados, casi todos campesinos de la región; algunos pocos eran de otra parte de Guerrero y del país. Como requisito para que se llevara a cabo la cita, la Dirección de la BCA del Pdlp pide que el Senador gestionara que el Ejército, agentes de investigación y policías se retiraran de los municipios de Atoyac, Tecpan, Coyuca y San Jerónimo, situación que obviamente no se realizó. A pesar de lo anterior, la reunión se llevó a cabo el 30 de mayo, después de mucho batallar porque los contactos no se encontraban y las contraseñas no fueron colocadas a tiempo. El Senador fue citado a las 9 de la mañana en la Y Griega, cruce carretero al sur de Atoyac, donde pasa la carretera federal Acapulco-Zihuatanejo. Viajaba en una combi roja con dos moños blancos al frente; lo acompañaban su secretaria Gloria Brito, quien sería la encargada de hacer la minuta de la reunión entre el poderoso político y el maestro guerrillero, su sobrino Febronio Díaz Figueroa, profesor que serviría de mediador entre los dos, por su formación marxista. También iban en ese grupo los tíos de Lucio, Pascual y Pablo Cabañas Ocampo.
Fue ya tarde que se pudo reunir el grupo de contacto con el grueso de la guerrilla; eso fue en el ejido de Pitos y Pitales. Ramiro (Pedro Hernández Gómez) desarmó a los visitantes, quienes opusieron cierta resistencia a entregar las armas cortas que llevaban, las cuales, les dijo, serían devueltas al final de la reunión. Esa misma noche, bajo la fronda de una enorme ceiba, Lucio Cabañas Barrientos se reunió brevemente con Rubén Figueroa Figueroa. Cabañas, fiel a su táctica de darse su taco, le comentó a Figueroa que tenía días y noches caminando para llegar a la cita, por lo que se disculpaba, cuando en realidad estuvo a unos pasos de él. Lucio dirigió la luz de una lámpara a la cara de Rubén para conocerlo, y aquel pidió reciprocidad; entonces conoció el rostro moreno, lánguido, del líder rebelde por el cual el Estado mexicano había movilizado a miles de soldados para capturarlo desde el año 67.
Al día siguiente iniciaron las conversaciones, y estas pronto dieron cuenta de dos mundos opuestos; continuaron un par de días más solo para confirmar que eran enemigos irreconciliables. Entonces Lucio Cabañas le comunica al Senador que, ante la imposibilidad de entenderse, se le retendrá en la sierra hasta que el gobierno cumpla algunas condiciones y entonces sea liberado. Estas condiciones serán de dos tipos: políticas y económicas. De las primeras, una linda el territorio del delirio: se pedía la liberación de todos los presos comunes del país. De las económicas, se piden 100 fusiles M1 con dos cargadores de 30 tiros cada uno, 50 pistolas calibre nueve milímetros y 50 millones de pesos.
Lo que siguió fue el triste fin de la guerrilla campesina que, ante la represión sin medida que se vino, se divide en dos grupos. El mayor se dirigió al oriente con el fin de negociar el rescate económico y liberar a Figueroa; en ese grupo iban experimentados guerrilleros como Ramón (Salomón Ríos García) que dirigía al grupo, Samuel (Martín Nario Orgánez), Sabas (Sixto Huerta). El otro grupo, integrado por 14 guerrilleros comandado por Lucio Cabañas, partió rumbo al poniente, al vecino municipio de Técpan de Galeana, con la idea de que su movimiento atraerá al Ejército, al cual intenta infructuosamente emboscar. Nunca más se volverán a encontrar estas dos columnas guerrilleras.
El grupo con el Senador cautivo se dirigió desde la sierra de Letrados hacia Corrales de Río Chiquito, en un movimiento noroeste-sureste. Ante la presencia masiva de militares en poblados y sierra, se remontó al norte, hasta el cerro del Plateado; después bajaría, bordeando el cerro del Barandillo hasta San Martín de las Flores, con la idea de llegar al Huicón y liberar a Figueroa. Todo esto ocurrió en poco más de cien días con sus noches. En ese tiempo, la columna que custodia al Senador se fue desangrando por deserciones, por salidas de grandes grupos de guerrilleros con consentimiento; incluso Rubén Figueroa dos veces intentó escapar sin lograrlo. En varias ocasiones cayeron en emboscadas y en bombardeos del Ejército, que los tenía copados y que parecía no importarle la vida del político secuestrado.
La mañana del 8 de septiembre, la comisión de cocina del grupo guerrillero que llevaba al Senador preparaba el desayuno, Ramón había ordenado, contra toda lógica, que un grupo de 25 guerrilleros que abandonaría la guerrilla ese día limpiaran sus armas antes de irse. Una extraña sensación recorría el ambiente. Durante la noche, los guerrilleros Xóchitl y el Gato notaron luces entre el cerrado monte; al expresarlo fueron tachados de miedosos o que lo que vieron eran cocuyos. El campamento donde se encontraban estaba entre los poblados El Quemado y El Refugio.
Para entonces, la guayabera blanca de Rubén Figueroa ya era negra; su semblante no era el de la mañana de mayo cuando empezó su secuestro, el miedo se había anidado en sus ojos y El Tigre de Huitzuco lucía débil. Sin embargo, cuando al filo de las 08:30 horas el grupo guerrillero fue atacado desde todos los flancos por las Patrullas “Martín” y “Vicente”, pertenecientes al 27º Batallón de Infantería, Figueroa no dudó y corrió hacia donde estaban los militares, salvando la vida. Sabas el guerrillero encargado de su vigilancia y de dispararle un tiro en caso de intento de rescate murió antes de alcanzarlo junto con otros 16 combatientes. Muy pocos lograron salir del cerco y los que huyeron fueron perseguidos.
El senador Rubén Figueroa sobrevivió al secuestro junto con su secretaria Gloria, su sobrino Febronio y Pascual Cabañas, Luis sería herido en el enfrentamiento y moriría después. El Senador fue trasladado a Atoyac y posteriormente al puerto de Acapulco en helicóptero. Dejaría detrás la Sierra de Atoyac, donde decenas de hombres y mujeres serían detenidos por el Ejército Mexicano y jamás volverían a sus hogares.
La confianza sin medida que tenía Lucio Cabañas en su movimiento armado y en los pueblos de la sierra de Atoyac que lo apoyaban lo condujo a tomar la decisión de secuestrar al Viejo Figueroa. Realmente creía que el Estado defendería a uno de sus integrantes y, por salvar su vida, aceptaría sus condiciones, aun cuando rondaban los linderos del delirio, como fue pedir la excarcelación de todos los presos, bajo el argumento de que las cárceles estaban llenas de pobres.
Tampoco calculó la magnitud de represión a la que sus bases sociales fueron sometidas; el horror fue la dosis con la que el Estado acabó con la rebeldía. Torturas inenarrables fueron infligidas por igual en cuerpos de varones que de féminas, sin excluir ancianos, incluso niños. El castigo debía ser ejemplar ante la rebeldía.
La esperanza de que con el dinero del rescate (que fue pagado por sus familiares en dos partes) se establecieran otras columnas guerrilleras en el país quedó en eso. También, el apoyo de la sociedad nunca llegó. Es más, debido al control de la información que tenía el Estado, la guerra que se libró contra la población de la sierra costera de Atoyac en siete años no fue eso, sino una lucha contra las gavillas, contra delincuentes, contra marihuaneros.
Quienes escriben la historia son los que ganan, y en la guerra contra el Movimiento Armado Socialista en México ganó el Estado y sus representantes.
Rubén Figueroa Figueroa fue gobernador de Guerrero de 1975 a 1981, periodo en el cual se continuó la guerra para acabar con la guerrilla. En un documental que se le realiza al Gobernador por la Televisión Francesa en 1981, Rubén Figueroa narra el episodio del verano de 1974 y, sin rubor, miente al contar sobre esa noche de mayo de la siguiente manera:
“Ahí ya empezaron a surgir los guerrilleros, como salidos de la entraña de la tierra, pasaron aproximadamente 500 bien armados, y luego desfilaron grupos sin armas, con armas, más de mil”.
También asegura que al iniciar su sexenio había más de mil guerrilleros sobre las armas en el estado de Guerrero. La guerrilla de Lucio Cabañas en su mejor momento tuvo poco más de cien integrantes.
Quizá el viejo político pensaba que, como ganador de la guerra, no solo tenía el derecho de contar la historia a su manera, sino mentir arbitrariamente, además de reprimir cualquier asomo de rebeldía. Pero ¿Qué se podía esperar de un hombre que, en el mismo film, confiesa que anhela la llegada de la muerte “con un brasier sobre mis ojos y unas pantaletas sobre mi corazón”? A fin de cuentas, Figueroa era un macho mexicano, un chingón, algo muy natural y celebrado en la sociedad mexicana.
Sería hasta el 15 de noviembre de 1974 que la Secretaría de la Defensa Nacional autorizaría la baja de las municiones gastadas en el combate del 8 de septiembre donde fue liberado el senador Rubén Figueroa Figueroa (480 cartuchos de guerra calibre 7.62 mm; seis granadas de mano de guerra defensivas del año 1971; seis granadas de guerra para mortero 60 mm; un tubo sistema Matus; un lanza granadas).
Bibliografía:
Montemayor, Carlos, 2008. Guerra en el Paraíso. México. Booket
Martínez Ocampo, Eneida. 2009. Los alzados del monte. Historia de la guerrilla de Lucio Cabañas. (Tesis de licenciatura). Universidad Nacional Autónoma de México.
Ávila Coronel, Francisco. 2018. Historia social de la guerrilla del Partido de los Pobres (Atoyac, Guerrero) (1920-1974). (Tesis doctoral). Universidad Nacional Autónoma de México.