¿Por qué consumir poesía de mujeres? Para empezar, esta poesía nos ofrece una perspectiva única y a menudo subversiva. Durante siglos, la experiencia femenina ha sido invisibilizada o reducida a ciertos estereotipos, y la poesía ha sido una forma poderosa en que las mujeres han desafiado y reclamado su voz. A través de sus versos, las poetas exploran temas que van desde lo personal hasta lo universal, hablando de experiencias como el amor, la maternidad, el cuerpo, la opresión, y la identidad con una intimidad y fuerza inigualables.
Cada poema de una mujer es un acto de resistencia en un mundo que, durante mucho tiempo, relegó sus voces a la sombra. Leer y difundir su poesía es también un acto de resistencia, porque al consumir sus palabras estamos diciendo que sus voces importan y que sus experiencias son parte del tejido de la humanidad. La poesía femenina es un recordatorio de que la literatura no tiene que seguir los cánones tradicionales para ser impactante; puede hablar desde la marginalidad y, aun así (o quizás por eso) resonar en lo más profundo.
Te comparto cinco poemas de cinco grandes mujeres:
PREGUNTA – Liliana Ancalao
![Liliana Ancalao](https://www.elhumanista.net/media/2024/11/Liliana-ancalao.jpg)
habrá que resignarse a ser pregunta
arremangarse los pies
seguir andando
con un golpe de sismo por espalda
sin cimientos
ni contemplaciones
habrá que acostumbrarse sin respuesta
morir en una historia y otra historia
salir de madre pateando las preguntas
por los caños de la piel
hasta los huesos
y andar
humano no más
apuntalando luchas
controlando el pulso de la tierra
mirarse escombro en el mapa de los sueños
CANCIÓN – Rosario Castellanos
![Rosariocast](https://www.elhumanista.net/media/2024/11/RosarioCast.jpg)
Yo conocí una paloma
con las dos alas cortadas;
andaba torpe, sin cielo,
en la tierra, desterrada.
La tenía en mi regazo
y no supe darle nada.
Ni amor, ni piedad, ni el nudo
que pudiera estrangularla.
TÚ ME QUIERES BLANCA – Alfonsina Storni
![Alfonsinastorni](https://www.elhumanista.net/media/2024/11/alfonsinastorni.jpg)
Tú me quieres alba,
me quieres de espumas,
me quieres de nácar.
Que sea azucena
Sobre todas, casta.
De perfume tenue.
Corola cerrada.
Ni un rayo de luna
filtrado me haya.
Ni una margarita
se diga mi hermana.
Tú me quieres nívea,
tú me quieres blanca,
tú me quieres alba.
Tú que hubiste todas
las copas a mano,
de frutos y mieles
los labios morados.
Tú que en el banquete
cubierto de pámpanos
dejaste las carnes
festejando a Baco.
Tú que en los jardines
negros del Engaño
vestido de rojo
corriste al Estrago.
Tú que el esqueleto
conservas intacto
no sé todavía
por cuáles milagros,
me pretendes blanca
(Dios te lo perdone),
me pretendes casta
(Dios te lo perdone),
¡me pretendes alba!
Huye hacia los bosques,
vete a la montaña;
límpiate la boca;
vive en las cabañas;
toca con las manos
la tierra mojada;
alimenta el cuerpo
con raíz amarga;
bebe de las rocas;
duerme sobre escarcha;
renueva tejidos
con salitre y agua:
Habla con los pájaros
y lévate al alba.
Y cuando las carnes
te sean tornadas,
y cuando hayas puesto
en ellas el alma
que por las alcobas
se quedó enredada,
entonces, buen hombre,
preténdeme blanca,
preténdeme nívea,
preténdeme casta.
RUIDO – Elvira Sastre
![Com Elvira Sastre Tn23](https://www.elhumanista.net/media/2024/11/com_elvira-sastre_tn23.jpg)
Si te marchas
hazlo con ruido:
rompe las ventanas,
insulta a mis recuerdos,
tira al suelo todos y cada uno
de mis intentos
de alcanzarte,
convierte en grito a los orgasmos,
golpea con rabia el calor
abandonado, la calma fallecida, el amor
que no resiste,
destroza la casa
que no volverá a ser hogar.
Hazlo como quieras,
pero con ruido.
No me dejes a solas con mi silencio.
AL RENCOR – Silvina Ocampo
![740full Silvina Ocampo](https://www.elhumanista.net/media/2024/11/740full-silvina-ocampo.jpg)
No vengas, te conjuro, con tus piedras;
con tu vetusto horror con tu consejo;
con tu escudo brillante con tu espejo;
con tu verdor insólito de hiedras.
En aquel árbol la torcaza es mía;
no cubras con tus gritos su canción;
me conmueve, me llega al corazón,
repudia el mármol de tu mano fría.
Te reconozco siempre. No, no vengas.
Prometí no mirar tu aviesa cara
cada vez que lloré sola en tu avara
desolación. Y si de mí te vengas,
que épica sea al menos tu venganza
y no cobarde, oscura, impenitente,
agazapada en cada sombra ausente,
fingiendo que jamás hiere tu lanza.
Entre rosas, jazmines que envenenas,
¿por qué no te ultimé yo en mi otra vida?
Haz brotar sangre al menos de mi herida,
que estoy cansada de morir apenas.