Elena Villanueva Mendoza es una ama de casa de 60 años de edad que desde pequeña ha utilizado aparatos ortopédicos. Sus familiares y amigos la conocen mejor como: Nena.
Tenía tan solo 3 años cuando le dio poliomielitis, una enfermedad viral que puede afectar los nervios: el virus entra a través de la boca y la nariz, se multiplica en la garganta y en el tubo digestivo para luego ser absorbido y diseminarse a través de la sangre , este virus puede tener complicaciones y en el casos como el de Elena, causar parálisis del cuerpo.
Nena presenta poliomielitis parcial, solo la pierna derecha sufrió daños, por lo que dejó de caminar. “Mi mamá me decía que si caminaba. Cuentan que yo estaba sobre la cama y que me bajé pero ya no me pude subir, mis hermanas se reían de mí, creían que estaba fingiendo, hasta que vieron que yo ya no podía caminar”, cuenta Nena.
Pero aun así ella siguió haciendo su vida, salía a jugar, buscaba la forma de moverse.
Uno de sus hermanos le construyó un carrito de madera que jalaban con un cordón y en el que la subían para llevarla a jugar. “Yo siempre salía, yo no me iba a quedar en la casa, yo tenía que jugar”, dice Elena riendo.
Así pasaron los años y Elena seguía sin poder caminar, hasta que su mamá María Mendoza, empezó a trabajar con un médico. María le contó al médico lo que le pasaba a su hija y esté le brindó ayuda.
“Era el Dr. Aranda, él le dijo a mi mamá que me llevara con un ortopedista que conocía, el único en Chihuahua”, dice nena.
El Ortopedista Fabián Calderón atendió a Elena, le tomó medidas y le mandó a hacer dos aparatos ortopédicos de la cintura hasta los pies, uno de cada pierna, para que pudiera caminar. Además le recomendó ir a terapias para adaptarse al nuevo aparato.
“Me subían en mi carrito y me llevaban al hospital infantil, ahí me metían a una alberca y me ponían a usar las caminadoras, todo para que me adaptara al aparato”, explica Elena.
La noticia del primer aparato ortopédico donado en Chihuahua fue publicada en El Heraldo de Chihuahua, con el título: Está niña es feliz porque ya podrá ir a la escuela.
“Salí yo, con mis dos aparatos, usando un vestidito, aquí tengo la foto”, recuerda Nena.
Tal parecía que todo era normal, Elena seguía haciendo su vida como de costumbre: “yo nunca me acompleje por usar aparatos, yo soy feliz mientras pueda caminar”.
Pero cuando Elena tenía 17 años, sufrió un accidente automovilístico en la carretera a Casas Grandes y se lastimó el coxis. “Ibamos a una fiesta en Casas Grandes, íbamos en un tráiler, mis hermanas y el novio de una de ellas”.
Cuenta Elena, que viajaban en un tráiler que manejaba su cuñado, pero que el conductor venía desde México sumamente cansado y se quedó dormido. El tráiler se empezó a salir de la carretera, se ladeó y se abrió la puerta. Ella y una de sus hermanas salieron del vehículo y a Elena le cayeron en la columna costales de arroz y frijol que transportaban en el camión.
Se quebraron las partes del coxis y ella tuvo que quedarse hospitalizada. Cuando salió del hospital, el médico recomendó que se quedara en cama hasta que los huesos volvieran a unirse.
“Me pusieron una tabla, y me vendaban de los pies al cuello, yo solo podía mover la cabeza, pero volvieron a soldar los huesos”, dice Nena. Elena tuvo que usar de nuevo el aparato para caminar
A sus 27 años tuvo a su primera hija, y las complicaciones volvieron: no tenía fuerza para levantar el peso del embarazo. Así que el médico le recomendó cambiar de aparato, ahora era uno completo, desde la cadera hasta ambos pies. El aparato es de aluminio y correas de baqueta, además utiliza unos zapatos especiales que se adaptan para que puedan atornillarse al aluminio.
Conforme fue pasando el tiempo Elena fue creciendo, por tanto necesitaba cambiar frecuentemente de aparatos “iba con Calderón, me cobraba muy poco y me lo tenía listo muy pronto, cuando el murió siguió ayudándome su hijo, hasta que también murió”, cuenta Nena.
Tuvo a su segunda hija 10 años después, y siguió haciendo su vida. Trabajaba cosiendo ropa, desde arreglos hasta hechuras. “Siempre he sido muy activa, no me gusta quedarme encerrada”, señala Elena.
Ahora Elena tiene que cambiar de aparato, uno más nuevo ya que el que usa tiene 10 años de antigí¼edad y está obsoleto.
“Mis hijas fueron con Lamelas, pero dice que debo usar un aparato de fibra de vidrio que cuesta como 20 mil pesos, además ir a terapia de adaptación, sale muy caro”, relata Elena.
Aun con todas estas anécdotas y cambios repentinos en su vida, sale a disfrutar y se vale por si misma, atiende a sus hijas, cuida y disfruta de su nieto y es ama de casa.
“A mí me tocó vivir esto, y está bien, nunca me ha dado pena, ni me enojo con la vida, sí estoy así es porque Dios sabe que puedo con esto y más, soy muy feliz”